Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 1546
Capítulo 1546:
La expresión de Jarrod se ensombreció peligrosamente. «¡Cállate!», le espetó.
Nicole, actuando por impulso, tiró de la manga de Roscoe, instándole a guardar silencio para evitar incitar más a Jarrod.
Sin embargo, impulsado por un profundo sentido del deber médico, a pesar de sus sentimientos personales hacia Alec, Roscoe no podía permanecer en silencio.
Además, Roscoe se sentía en deuda con Jarrod, y salvar a Alec podría disminuir esa deuda. De todos modos, estaba en juego la vida de una persona viva.
Con resuelta urgencia, Roscoe le dijo a Jarrod: «Si no amputamos ahora, podría no durar ni media hora».
Roscoe insistió: «Aunque llegue el helicóptero, no hay forma de mover el árbol. Todavía hay que cortar el brazo. La situación no mejorará sin eso».
Su tono era práctico, carente de emoción, mientras hablaba de la cruda realidad de la situación.
La debilidad actual de Roscoe le impedía realizar la tarea por sí mismo, por lo que instruyó a Jarrod con una resolución inquebrantable.
Jarrod, que no era cirujano de formación, conocía la naturaleza crítica de una amputación. Un movimiento en falso podía ser fatal.
Dudó, mirando el rostro pálido y los labios sin sangre de Alec, y luego sacó un cuchillo a regañadientes.
Sus manos, por lo general tan firmes en situaciones de alto riesgo, se sentían pesadas por el peso de lo que estaba a punto de hacer.
«Desinfecta la hoja con alcohol», le ordenó Roscoe, su voz cortando la tensión. «Arranca una tira de tela y átale el brazo con fuerza».
El guardaespaldas empezó a obedecer, pero Jarrod tomó el relevo, asegurando el brazo de Alec con tanta fuerza que sólo cuando estuvo satisfecho de que estuviera bien sujeto siguió adelante.
Alec había sido algo más que un guardaespaldas; se había convertido en una familia para Jarrod a lo largo de los años.
Ahora, Jarrod sentía la carga de garantizar que el procedimiento se realizara con precisión, aunque careciera de las habilidades necesarias.
Con el brazo asegurado, Roscoe lo examinó de cerca, dándose cuenta de lo desalentadora que sería la tarea. Nicole, ansiosa por ayudar, ayudó a Roscoe a recolocarse para conseguir un ángulo mejor para guiar el procedimiento.
Pero a medida que Nicole se movía para ayudar, el disgusto de Jarrod aumentaba. Le parecía que Nicole y Roscoe compartían una conexión, un vínculo que le hacía sentirse como un extraño en este momento de crisis.
Ajena a los pensamientos de Jarrod, Nicole estaba concentrada únicamente en ayudar, impulsada por la culpa por los acontecimientos anteriores. Sin embargo, no se arrepentía del todo de sus actos: había tomado una decisión difícil que creía necesaria.
Roscoe, haciendo acopio de las fuerzas que le quedaban, levantó la mano para dar una orden. «Aquí mismo. No te alejes de este punto».
Jarrod, acostumbrado a situaciones de alta presión, se concentró atentamente. Sus manos estaban firmes mientras hacía una incisión precisa.
Sabía que dudar no salvaría a Alec; cualquier retraso sólo aumentaría el riesgo. Aunque llegara el helicóptero, habría que amputarle el brazo. La urgencia de la situación exigía actuar con rapidez.
Sin embargo, las condiciones distaban mucho de ser ideales. Jarrod carecía de guantes médicos y el cuchillo que utilizó no era un instrumento quirúrgico. Sus manos se mancharon de sangre, creando una escena lúgubre.
Tras dos intentos fallidos, Jarrod hizo una pausa. «Esto no funciona. El cuchillo no puede cortar el hueso».
Después de todo, era un cuchillo normal, no una sierra para huesos. Roscoe, imperturbable por la sangre y la urgencia, le corrigió: «Tu ángulo está mal. Hay una articulación entre los huesos que se ha desplazado por el impacto».
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