Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 1543
Capítulo 1543:
La esperanza se apoderó de Nicole. Tal vez ella podría salir de esto. Estaba claro que Jarrod había planeado este rescate, como demostraba la bolsa de palos ardiendo que llevaba.
Abajo, su equipo luchó contra el enjambre de parásitos, lanzando los palos hacia fuera para formar una barrera. Las llamas disuadían a los parásitos cercanos y mantenían a raya a los lejanos.
Sin embargo, el número de parásitos era demasiado grande, abrumando cualquier esfuerzo por erradicarlos por completo.
Los hombres de Jarrod, abrumados ellos mismos, ya no podían prestar ayuda. Sólo Jarrod, preocupado por la seguridad de Nicole, desafió el peligro para ayudarla.
Al ver las manos heridas de Nicole, el dolor se reflejó en los ojos de Jarrod como si él mismo hubiera sido golpeado. En silencio, se arrodilló y utilizó su cuchillo para cortar las ataduras de sus pies.
Una vez que Nicole estuvo desatada, Jarrod se desgarró la manga y le hizo una venda improvisada para las manos sangrantes, movido por el dolor que ella sentía. Preguntó suavemente: «¿Te duele?».
«No», respondió Nicole, en voz baja, dando prioridad a la supervivencia sobre su malestar. Su atención se centraba ahora en escapar sanos y salvos.
Jarrod, con expresión tensa, se preparó para llevar a Nicole a un lugar seguro. «Súbete a mi espalda. Nos sacaré de aquí», dijo, agachándose para levantarla.
En vista del peligro que corría, llevar a Nicole a la espalda resultaba más práctico que en brazos, ya que le permitía vigilar a los parásitos que pululaban y defenderse de cualquiera que se acercara demasiado.
De repente, Nicole detuvo a Jarrod. «¡Espera! ¿Qué pasa con Roscoe? Por favor, ayúdame a salvarlo».
Nicole se dio cuenta de que estaba imponiendo una petición importante a Jarrod, que probablemente prefería rescatarla sin distracciones.
Sin embargo, con su afilado cuchillo, Jarrod podría liberar a Roscoe mucho más rápido que ella.
La zona rebosaba de parásitos, ya que cada nido se había roto, liberando continuamente más criaturas en su peligroso entorno.
La mera magnitud de los parásitos hacía imposible que los esfuerzos humanos por sí solos prevalecieran, y su único escudo, los palos de fuego, proporcionaban una defensa meramente efímera.
A medida que la urgencia aumentaba con cada segundo que pasaba, Nicole, con un tono más suave, imploró: «Ayúdame a salvarlo y te deberé una».
A pesar de sus dudas iniciales, la súplica de Nicole influyó en Jarrod. Le entregó un bastón de fuego sin encender para autoprotegerse.
«Mantente alerta y defiéndete», le ordenó antes de dirigirse a la parte trasera de la plataforma de loto donde Roscoe estaba atado. Jarrod cortó rápidamente las ataduras, revelando su destreza.
Roscoe estaba visiblemente sorprendido por la ayuda de Jarrod, dada su tensa historia.
Consiguió un genuino «Gracias».
Sin embargo, la respuesta de Jarrod fue escalofriante. Mantuvo su cuchillo desenvainado, presionándolo ligeramente contra la garganta de Roscoe con un susurro amenazador.
«Aléjate de mi mujer, o la próxima vez, no lo dudaré». Roscoe permaneció en silencio, con expresión severa.
Nicole, alerta ante la invasión de los parásitos, gritó: «¿Has terminado?».
Jarrod, tras una última mirada a Roscoe, envainó su cuchillo y respondió: «Sí».
Nicole se volvió y vio a Roscoe, fatigado y pálido, apoyado en la plataforma de loto. «Jarrod, llévatelo de aquí», ordenó Nicole.
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