Capítulo 1537:

Emerie dijo al jefe, con tono implorante: «Jefe, esta mujer se atreve a desafiar su autoridad. Por favor, ¡ponga fin a su desafío!».

Al ver el apasionado llamamiento de Emerie, Nicole la reconoció como la seguidora más devota, profundamente inmersa en sus equivocadas creencias. Impertérrita, Nicole persistió en exponer las verdades que había descubierto.

«Emerie, puede que seas más joven que yo, pero ¿te has cuestionado alguna vez la idea de que tienes más de ochenta años? ¿De verdad tienes recuerdos que abarcan ocho décadas?». Nicole comentó, su tono medido pero punzante.

La expresión de Emerie vaciló, su mente lidiaba con la ausencia de recuerdos de sus primeros años. Desde niña la habían adoctrinado para que aceptara su supuesta edad, reforzada por las pruebas inventadas por el jefe.

En este enclave aislado, la jefa tenía una autoridad incuestionable, venerada como una deidad junto al Espíritu. Dudar de su palabra era impensable.

«Es evidente que careces de esos recuerdos», continuó Nicole, con voz firme. «¿No ves la incongruencia? Mientras tú permaneces eternamente joven, tu jefe envejece ante tus ojos».

Emerie dudó, su lealtad vaciló momentáneamente antes de salir en defensa de su venerado jefe. «¡Dices mentiras!», replicó, con la voz temblorosa por la convicción. «La jefa no envejece. Es un ser celestial, irreprochable».

Nicole frunció el ceño. «¿Un ser celestial?» Su tono goteaba sarcasmo cuando dijo: «¿Por qué no le pide a su estimada jefa que desvele su verdadero semblante bajo la máscara de la piel humana?».

«¿Piel humana?» La incredulidad de Emerie era palpable.

Sin embargo, a pesar de la observación de Nicole, ninguno de los seguidores se atrevió a albergar pensamientos tan blasfemos.

Nicole continuó, destacando la incongruencia entre el suave rostro de la jefa y la textura arrugada de su cuello. «Mira su cuello lleno de arrugas. ¿No es evidente que algo va mal?».

Las miradas de las brujas se dirigieron instintivamente hacia el escenario. Entre ellas, las de vista aguda discernieron una discrepancia en el aspecto del cuello de la jefa.

Sin embargo, Emerie, atrincherada en su inquebrantable devoción, se negó a albergar esas dudas. «¡Deja de meter miedo, endemoniada!», exclamó desafiante.

«El Espíritu te castigará».

Reacia a seguir debatiendo, Nicole señaló hacia el escenario. «¡Dejen que su estimado jefe descienda y disipe estas acusaciones para ver si mis palabras no tienen mérito!».

En un sorprendente giro de los acontecimientos, una voz de la multitud se hizo eco de los sentimientos de Nicole. «Jefe, esta mujer difunde falsedades. Por favor, baje y devuélvanos la fe».

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