Capítulo 1528:

Usando su conocimiento de las montañas, el hombre mayor logró escapar. Desde ese momento, se aseguró de mantenerse lejos del Valle de las Brujas. Estaba convencido de que la brujería de las brujas era la responsable de la desaparición del pueblo.

Un día, mientras cazaba, el anciano vio a una bruja vestida de rojo. Se le encogió el corazón. ¿Cómo podía esa gente venir a su montaña, tan lejos de la suya? Su principal preocupación era el niño. Se apresuró a llegar a casa, donde encontró el caos y la comida sin tocar.

El anciano se apresuró a seguir el rastro de su hijo hasta el Valle de las Brujas. Superado en número, esperó hasta la noche para entrar sigilosamente. Todo lo que encontró fue la ropa de su hijo en un pozo de tierra.

En ese momento, se sintió consumido por la desesperación. Ansiaba que las brujas le devolvieran a su hijo, pero, agotado, soñó.

En el sueño, su dulce y bien educado hijo lloraba, suplicándole que se marchara inmediatamente y viviera una buena vida.

Tal vez la fortuna le favoreció, y el anciano rodó entre unos arbustos mientras dormía y eludió el aviso de las brujas. Al darse cuenta de que no le quedaba esperanza, regresó solo a casa.

Sin embargo, el dolor en su corazón persistía. Ahora, al ver la determinación de Nicole por salvar a su amigo, se acordaba de su propia inacción en el pasado. Si una mujer joven podía mostrar tal valentía, ¿qué tenía que perder él, un anciano a punto de morir?

Tras escuchar la historia del anciano, Nicole sintió empatía, pero necesitaba transmitir la cruda realidad. «Señor, es posible que su hijo ya no esté».

El anciano asintió, con lágrimas en los ojos. «Lo sé, pero aún así tengo que traerlo de vuelta. Ese niño testarudo siempre cazaba por todas partes, sin volver hasta que yo le llamaba. Esta vez no debería ser diferente… Esta vez, debo llamar a mi obstinado niño de vuelta a casa…»

La voz del anciano tenía el peso de la pena y de la edad. A Nicole le resultó imposible negárselo y respondió: «De acuerdo, llevémosle de vuelta a casa».

El hombre mayor recogió sus pertenencias, cogió algo de comida seca y salió con un rifle de caza. Le preguntó a Nicole: «Jovencita, ¿sabe usar esto?».

Nicole asintió. Había aprendido de Roscoe en la aldea, aunque no era especialmente hábil. Confesó: «Sé usarlo, pero no tengo mucha práctica».

«No te preocupes. Siempre y cuando lo hayas manejado antes», dijo con confianza el anciano. «Esta vez nos enfrentamos a una amenaza seria. Tenemos que estar preparados para defendernos».

A pesar de su edad y de tener menos que perder, el hombre mayor pensó que Nicole era demasiado joven para enfrentarse a semejante peligro. Entonces trajo un gran cubo y anunció: «En marcha».

Nicole se fijó en el voluminoso cubo y preguntó: «Señor, ¿qué hay dentro? ¿No pesa demasiado?».

El hombre mayor sacudió la cabeza. «No pesa, no pesa nada. Está lleno de cosas buenas».

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