Capítulo 1218:

Un elegante coche negro avanzaba a toda velocidad por la carretera asfaltada.

Nicole miraba sin comprender por la ventanilla, sus ojos reflejaban la fría noche de invierno y su propia sensación de desolación.

Desde el momento en que entró en el coche, supo que las cosas habían llegado a un punto sin retorno. Se sintió paralizada, incapaz de procesar nada hasta que vio a su madre. Sus pensamientos eran un caos, su mente un torbellino caótico que se sentía lleno y vacío a la vez.

Nicole sentía que se estaba perdiendo, como si sufriera esquizofrenia. Tenía tantos pensamientos, pero ninguno parecía ser suyo.

No fue hasta que llegó al sanatorio cuando se dio cuenta de lo unida que había estado siempre a su madre.

Nicole se acercó paso a paso, deteniéndose antes de llegar a la habitación. Lo que le esperaba al otro lado era inimaginable y no se atrevía a enfrentarse a ello. La madre que creía muerta desde hacía mucho tiempo seguía viva.

Nicole se quedó helada, temiendo que aquello fuera un sueño cruel y que tras aquella puerta no encontrara nada. Temía que la esperanza a la que se había aferrado se hiciera añicos una vez más.

Nicole se sintió entumecida mientras Jarrod la cogía de la mano y la guiaba hacia delante.

Eso cambió cuando la puerta se abrió.

Dora estaba sentada en la cama del hospital, tranquilamente mirando la televisión, sin inmutarse por su llegada.

«Mamá…» A Nicole se le saltaron las lágrimas y corrió a abrazar a Dora.

«Mamá… Mamá…» Nicole lloraba, abrazando a Dora con fuerza, pero Dora parecía tan inerte como un maniquí, ni siquiera se inmutaba.

Nicole se dio cuenta poco a poco de que algo iba muy mal. Sacudió los hombros de su madre y su voz se elevó con urgencia. «Mamá, ¿qué pasa?».

¿Me reconoces? Soy Nicole, tu Nicole…

Finalmente, Dora se movió, pero sólo un poco, murmurando incoherencias y babeando por la comisura de los labios.

Temblorosa, Nicole miró a Jarrod a través de sus lágrimas, preguntando: «¿Qué le ha pasado a mi madre?».

Nicole siempre se había mostrado fuerte, sobre todo con Jarrod, como una guerrera inquebrantable.

Este tipo de vulnerabilidad era poco frecuente.

Jarrod sintió una dolorosa opresión en el pecho y estuvo tentado de extender la mano y abrazarla. En lugar de eso, dijo en voz baja: «El hecho de que se haya despertado ya es un milagro…».

Aquella simple afirmación lo transmitía todo. Dora había recuperado la conciencia tras ser declarada en muerte cerebral, así que no era razonable esperar que funcionara como antes.

En los años anteriores, Dora estuvo confinada en la cama, parpadeando sólo de vez en cuando, incapaz de mover cualquier otra parte de su cuerpo.

Con el tiempo, Jarrod consiguió médicos de primera categoría y consiguió que Dora fuera atendida en el mejor centro. Con un tratamiento continuado, pudo mover las manos y los pies e incluso sentarse.

Ver la televisión formaba parte de la rehabilitación de Dora, con la intención de estimular su cerebro, pero no parecía servir de mucho. Dora seguía sin reaccionar.

Nicole contempló el rostro familiar de su madre y recuerdos reprimidos durante mucho tiempo inundaron su mente. La cocina resplandecía cálidamente, el vapor salía de la olla, su madre cocinaba mientras su padre ponía la mesa.

Cuando Nicole llegó a casa, sus rostros se iluminaron de alegría.

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