Capítulo 1146:

Al despertarse, se dio cuenta de que la sirvienta había cambiado, con una nueva ahora de servicio, lo que indicaba una rotación sistemática para vigilarla.

La nueva sirvienta preguntó por su preferencia para comer, manteniendo la rutina vigilante.

Raegan desafió al criado pidiéndole numerosos platos complejos, con la esperanza de provocar su irritación.

Al oír sus peticiones, el criado frunció el ceño y salió de la habitación.

Mientras Raegan se encaramaba al borde de la cama, la sobresaltó un extraño ruido procedente del exterior, que recordaba a una antigua enredadera marchita.

Raegan meditó profundamente sobre aquel sonido y recordó haberlo oído el día en que Davey la había rescatado compasivamente del gélido lugar.

Obligada por el recuerdo, Raegan corrió hacia la puerta, martilleándola mientras gritaba: «¡Mamá! ¡Mamá!».

Sus fuertes gritos alarmaron a la criada, que se apresuró a sujetarla.

«¡Señorita, no puede! No puede».

La sirvienta agarró a Raegan con fuerza y la tiró hacia la cama.

Al no poder alcanzar la puerta, Raegan siguió gritando: «¡Mamá! ¡Mamá!».

Sus gritos insistentes acabaron por atraer una respuesta del exterior. Entonces se oyó un sonido distinto.

Rápidamente le siguieron repetidos golpes, como si una silla de ruedas golpeara violentamente la puerta. El parloteo preocupado de otros sirvientes impregnó el aire.

«¡Señora! Señora, ¡no puede hacer esto! Por favor».

Inflexible, Raegan intensificó sus gritos. «¡Mamá! ¡Mamá!»

Rápidamente, la sirvienta de la habitación tapó la boca de Raegan, haciéndola forcejear y emitir sonidos ahogados.

De repente, la puerta volvió a cerrarse de golpe. Con un fuerte chasquido, la cerradura se rompió.

Cuando la puerta se abrió, una figura sombría entró como un torbellino.

Era Casey, que empuñaba un gran jarrón con el que golpeó al criado en la nuca.

El criado, golpeado por el impacto, soltó a Raegan mientras sangraba profusamente en el suelo.

Desde su silla de ruedas, Casey consiguió levantarse lo suficiente para agarrar a Raegan y aferrarse a ella.

Las lágrimas brotaron inmediatamente de los ojos de Raegan. Después de años separadas, por fin se había reunido con su madre.

Aferradas la una a la otra, ignoraron el caos circundante.

Otros sirvientes dudaron en intervenir, al ver a su colega herida y considerar las frenéticas acciones de Casey.

Además, Davey les había ordenado estrictamente que no hicieran daño a Casey. Cualquier daño que le hicieran a Casey seguramente tendría graves repercusiones para ellos.

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