Capítulo 1141:

La expresión de Davey se endureció. «Ya que es así, te concederé tu deseo».

Dio una palmada y una puerta se abrió, resonando en la habitación.

Bañada por la luz brillante, Raegan se dio cuenta de que estaba en lo que parecía ser una cámara frigorífica.

A Davey no le afectaba el frío, gracias a su ropa especialmente diseñada.

Una figura vestida de negro entró empujando una silla de ruedas. El brillante reflejo ocultó la identidad de la persona sentada.

Davey se acercó, tomó el control de la silla de ruedas y la empujó hasta que la mujer sentada se hizo claramente visible.

Raegan se quedó muda ante aquella visión. Un torrente de recuerdos de la infancia la inundó. Por su mente pasaron recuerdos de su madre cantándole nanas para dormirla y cogiéndola de la mano mientras compraban un helado.

A pesar del paso del tiempo, el rostro de su madre seguía siendo extraordinariamente joven, apenas tocado por los años.

Los labios de Raegan temblaron y finalmente susurró: «Mamá…». En su voz resonaba una profunda tristeza, como si hubieran estado separadas durante siglos.

Casey no mostró respuesta a la llamada de Raegan de «Mamá».

Desesperada por abrazar a Casey, Raegan se encontró con las piernas rígidas.

Al intentar moverse, cayó de rodillas. Intentó arrastrarse hacia Casey, con la vista nublada por las lágrimas, murmurando repetidamente: «Mamá… Mamá…».

Sin embargo, Casey la miraba con indiferencia, como si no reconociera a su hija.

Justo cuando Raegan se acercaba a Casey, Davey pisó cruelmente los dedos de Raegan, con expresión gélida. «Ves, Casey no se preocupa por ti en absoluto»

Raegan notó que Casey ni siquiera movía la mirada. Algo iba profundamente mal. Parecía que Casey había sufrido un tremendo shock para acabar en semejante estado.

Davey devolvió a Casey al asistente de negro, con cuidado de no revelar demasiado.

Desde que Casey había visto el cuerpo sin vida de Jimena, había estado en ese estado, sin respuesta, inmóvil y sin expresión.

Sin embargo, seguía comiendo, funcionando mecánicamente como un robot.

Los profesionales médicos no habían sido capaces de identificar ninguna enfermedad, atribuyendo su estado a un shock intenso.

Esta vez, sin embargo, estaba claro que Casey no estaba fingiendo su estado.

Davey había realizado numerosas pruebas y Casey no había reaccionado a ningún estímulo, incluido el reciente intento de provocar una respuesta presentando a Raegan.

Casey estaba conectada a máquinas que controlaban su ritmo cardíaco.

Normalmente, cualquier padre que se reuniera con un hijo perdido hacía mucho tiempo mostraría alguna fluctuación del ritmo cardíaco, especialmente alguien como Casey, que amaba profundamente a sus hijos.

Pero Casey seguía tan indiferente como siempre, incluso cuando Raegan la llamaba, y su ritmo cardíaco no cambiaba.

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