Capítulo 1128:

Sólo los gritos angustiados de Mitchell y el ruido de sus acciones urgentes resonaban por los pasillos vacíos. Parecía que los sonidos anteriores podían haber sido sólo una ilusión.

Sin embargo, Mitchell seguía convencido de que Raegan estaba realmente dentro.

Golpeó repetidamente la cerradura de la puerta, consiguiendo sólo marcarla, sin obtener respuesta alguna del interior.

Se dio cuenta de que esta estrategia era inútil.

Al ver cerca un armario con una manguera de incendios, que contenía un extintor de emergencia y un hacha, su expresión se tornó grave al acercarse a él.

Raegan estaba abrumada por el frío. Su conciencia iba y venía.

En su estado de delirio, sintió que Mitchel había acudido a rescatarla, impulsado por los ruidos de golpes procedentes del exterior.

Por impulso, alargó la mano y golpeó la puerta, con la esperanza de señalar su presencia a Mitchel.

Sin embargo, el agotamiento la abrumó y luchó por mantener los ojos abiertos.

El frío había insensibilizado por completo a Raegan. Todo lo que experimentaba era una profunda fatiga que la envolvía.

Su mano cayó débilmente a su lado mientras se tambaleaba al borde de la inconsciencia.

Justo cuando estaba a punto de perder el conocimiento, Mitchel abrió un gran agujero en la puerta. Rápidamente cortó la cerradura y la puerta se abrió.

Encontró a Raegan acurrucada en el suelo, envuelta en la manta azul oscuro que Mitchel había utilizado anteriormente.

De repente, con un fuerte chasquido, volvió la energía a todo el edificio.

Contemplar la frágil y pálida figura de Raegan en el suelo despertó un agudo dolor en el corazón de Mitchel.

Se arrodilló y la levantó con cuidado, con el cuerpo tan frío y rígido que las piernas no se le doblaban. Aún respiraba, y sus cejas fruncidas indicaban angustia.

Mitchel se tomó un momento para serenarse y se levantó con cuidado.

Sin el bastón, se sentía inestable.

Desplazó con cuidado el peso hacia la pierna más fuerte, se agachó para recoger el bastón y lo apoyó contra la pared.

Luchando contra sus propias limitaciones físicas, Mitchel no podía llevar a Raegan en brazos. En lugar de eso, la dejó caer sobre su hombro, soportando la mayor parte de su peso, y utilizó una mano para estabilizarse con el bastón mientras se dirigían al ascensor.

Dentro del ascensor, pulsó el botón de la primera planta.

Cuando se abrieron las puertas del ascensor, Matteo ya estaba allí con un equipo de ambulancia y una camilla, preparado para prestar asistencia.

El equipo médico se hizo cargo rápidamente de Raegan, trasladándola a la camilla mientras Mitchel miraba, siguiéndolos fuera con pasos pesados.

Matteo, que iba detrás, estaba sumido en el silencio, con el rostro marcado por la culpa. Había sido su invitación a Raegan lo que había provocado su reclusión accidental en el despacho de Mitchel, en medio de temperaturas en picado. Si Mitchel no hubiera encontrado a Raegan, y si se hubiera supuesto que no estaba en el despacho de Mitchel, las consecuencias podrían haber sido nefastas, más allá de cualquier esperanza de rescate oportuno.

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