Capítulo 1123:

Al pulsar un interruptor, la silla de ruedas empezó a alejarse de Raegan.

Raegan permaneció clavada en su sitio, lidiando con sus pensamientos durante una eternidad, pero incapaz de comprender por qué no podía negar que era cualquier cosa menos lástima.

Aunque en el fondo sabía que sus sentimientos no estaban arraigados en la lástima, las palabras se le escapaban. Admitir su amor por él era como abrir una compuerta de dolor insoportable.

El afecto que sentía por él era como una regresión a los tiempos en que dudaba de sí misma. Sus barreras psicológicas parecían haber resurgido, aprisionándola en una familiar sensación de confinamiento.

Raegan se hundió en el suelo, abrazándose a sí misma mientras los temblores sacudían su cuerpo, aparentemente fuera de su control.

Armándose de valor, llamó a la psicóloga de Swynborough.

«Mae, estoy muy asustada. Parece como si volviera a estar atrapada en el mismo círculo vicioso».

Al comprender todo el alcance de la agitación de Raegan, la psicóloga respondió tranquilizándola suavemente: «Pero, ¿recuerdas los gestos de amor que te ha mostrado?».

Mientras Mae relataba aquellos tiernos momentos, la mente de Raegan se inundó de recuerdos entrañables que habían compartido.

La voz de Mae conservó su cadencia tranquilizadora, envolviendo a Raegan en una sensación de tranquilidad. A medida que Mae relataba aquellos recuerdos entrañables, parecían adquirir un encanto místico, lanzando un hechizo de consuelo sobre el atribulado corazón de Raegan.

El corazón de Raegan se hinchó al darse cuenta de la multitud de momentos dulces y reconfortantes que Mitchel y ella habían compartido. Mae tenía razón.

A pesar de las pruebas a las que se habían enfrentado, ¿cómo podían descartar la profundidad de su conexión por meros malentendidos?

Mae añadió: «Por lo que has descrito, parece que el señor Dixon tampoco ha abandonado la esperanza. Sin embargo, le preocupa tu felicidad futura y quiere tener la seguridad de que tus sentimientos son auténticos. Si has llegado a comprender tus emociones, exprésale con firmeza que tu amor por él es sincero, no arraigado en la lástima, y ofrécele la seguridad que busca. Raegan, ¿recuerdas lo que he mencionado anteriormente? El amor tiene el poder de curar todas las heridas. Ambos encontraréis consuelo y crecimiento a través de él».

La voz serena y suave de Mae infundió a Raegan la fuerza necesaria para perseverar.

Con una nueva determinación, Raegan respondió: «Lo comprendo. Gracias, Mae».

Mientras Raegan colgaba el teléfono, los recuerdos de sus momentos compartidos inundaron su mente: las mañanas tranquilas, los atardeceres serenos y la calidez de sus abrazos. ¡Qué preciosos y hermosos eran en realidad!

En aquellos peligrosos momentos, la firme presencia de Mitchel había servido siempre de escudo protector, soportando numerosas heridas por ella.

Las cicatrices grabadas en su cuerpo eran un poderoso testimonio de su amor perdurable. Sus acciones hablaban por sí solas de su amor, ¿por qué ella seguía albergando dudas?

Finalmente, la claridad apareció en el corazón de Raegan. No era lástima, ni en lo más mínimo. ¡Deseaba estar con él porque lo amaba!

Aquellas noches de insomnio y pesadillas interminables se habían estado comunicando con ella todo el tiempo. No podía soportar perder a Mitchel. La agonía de su pérdida era insufrible. Le apreciaba, anhelaba que su familia permaneciera unida, que nunca volvieran a separarse.

Raegan esperaba a Mitchel en su despacho, ansiosa por expresarle los sentimientos que pesaban en su corazón. Pero al caer la noche, él permaneció ausente, sin regresar.

Raegan se envolvió en la silla que él había ocupado, fijándose en la manta oscura que había cerca, probablemente la que utilizaba para calentarse las piernas.

Se envolvió en ella, envuelta en su distintiva y fascinante fragancia.

Envuelta en aquel aroma seductor, Raegan se sumió en un suave sueño.

Tras concluir la reunión, Mitchel se abstuvo de volver a su despacho. Sin embargo, preguntó a la secretaria: «¿Hay alguien todavía en mi despacho?».

Tras suponer que Raegan se había marchado con Mitchel y no ver a nadie entrar en su despacho desde entonces, la secretaria respondió con un movimiento de cabeza: «Su despacho está libre.»

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