Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 1116
Capítulo 1116:
Qué escena para los espectadores.
El pequeño jardín había recuperado su tranquilidad habitual.
Sin embargo, aún persistía una innegable incomodidad.
Raegan se encogió al recordar su atrevida declaración a la mujer regordeta, en la que profesaba su atracción por Mitchel y su intención de seducirlo, junto con un comentario sobre la libertad de los solteros para amar.
Sintió que había sido impulsiva. En un intento desesperado de defender a Mitchel, había hablado sin pensar demasiado. Mirando hacia atrás, era francamente vergonzoso.
Preocupada por si Mitchel se enfadaba, Raegan tomó la iniciativa de disculparse. «Lo siento mucho. Me he dejado llevar y he soltado alguna tontería. Por favor, no te preocupes. Si necesitas que te aclare algo…».
Los pensamientos de Raegan se desviaron entonces hacia Eloise, insegura de la relación de ésta con Mitchel. ¿Sabía Mitchel lo que Eloise le había dicho a Bryce? ¿Se daba cuenta Mitchel de que Eloise estaba realmente interesada en Bryce?
La mirada de Raegan se ensombreció. «Puedo ayudar a aclararlo si es necesario».
Tras la larga disculpa de Raegan, Mitchel respondió en voz baja: «Está bien. No me importa».
Como parecía despreocupado, Raegan se quedó sin palabras. Al mirarlo, recordó las veces que lo había visto practicar en secreto, intentando mantenerse en pie sin el bastón. Sintió un cosquilleo en la nariz y el corazón se le retorció de dolor. ¿Qué le pasaba en las piernas?
Raegan tenía un sinfín de preguntas, pero le costaba encontrar las palabras para formularlas. Pero luego pensó que quizá no tenía derecho a preocuparse. Para los demás, parecía que ambos tenían otras personas importantes.
Mostrar preocupación ahora sólo podría hacerla parecer una entrometida celosa.
No deseaba fomentar ninguna relación ambigua.
«Descansa bien y recupera la salud». Tras decir esto, Raegan se dio la vuelta para marcharse.
«¡Raegan!» gritó Mitchel, deteniéndola en seco.
«¿Cómo están los bebés?», preguntó.
Raegan se volvió, con la voz ligeramente entrecortada. «Los bebés están muy bien. Son monísimos. Deberías venir a jugar con ellos cuando te sientas mejor».
«Estoy seguro de que los has cuidado muy bien -contestó Mitchel, con la voz llena de agradecimiento. Había echado un vistazo a sus bebés una vez, cuando Erick se los trajo, un acto con el que esperaba levantarle el ánimo tras ver su abatido estado de ánimo.
Darse cuenta de la posibilidad de una discapacidad permanente casi había llevado a Mitchel a la desesperación. No fue hasta que Erick le visitó, comentando lo mucho que se parecían los bebés a él, cuando sintió un renovado sentido de la responsabilidad. Sintió que tenía que ser fuerte por sus hijos y por la madre de los niños, Raegan.
Sin embargo, Mitchel esbozó una sonrisa amarga. ¿Realmente podía seguir protegiendo a Raegan ahora?
Cuando Raegan se dio la vuelta para marcharse, maniobró con su silla de ruedas y dijo: «Deja que te acompañe».
Raegan se detuvo, sorprendida de que quisiera acompañarla.
Regresaron juntos a sus respectivos pabellones. Raegan no podía invitarles a visitar a sus bebés, pues ya los habían trasladado discretamente a Ardlens para preparar su próxima celebración.
Además, cada vez había más pruebas de que Davey estaba ocultando a Casey en secreto. Había planes para enfrentarse a Davey durante la celebración y, si era necesario, detenerlo directamente.
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