Capítulo 1063:

Sin embargo, el hecho de que buscara activamente la rehabilitación supuso un alivio para Raegan. Habría estado atormentada de por vida si el estado de su pierna no hubiera mejorado.

Después de ponerse su atuendo, Casey se dio la vuelta cuando Davey entró en su habitación, vestido con un traje de terciopelo rojo oscuro que acentuaba su porte refinado.

A diferencia de su habitual semblante gélido y melancólico, una suave sonrisa adornaba su rostro, insinuando un estado de ánimo favorable.

Al llegar, Davey observó que Casey iba adornada con un jersey de cuello alto, un abrigo de piel y un collar de diamantes rosas adornando su cuello.

Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras se acercaba, observando el collar.

«¿Por qué te dejas el collar de diamantes azules?».

Casey replicó: «No combina con mi atuendo de hoy».

Efectivamente, su abrigo ciruela desentonaba con el zafiro azul. El binomio habría sido desmañado.

Dio una vuelta excitada. «¿No estoy preciosa hoy? Pensé en arreglarme, dadas nuestras raras salidas».

Sus palabras llevaban un sutil trasfondo de decepción.

La sonrisa de Davey seguía siendo enigmática mientras respondía: «Estás impresionante. Tu elección de atuendo siempre me parece exquisita».

«Entonces vamos», declaró Casey, enlazando inesperadamente su brazo con el de Davey. Era innegable que estaba de buen humor.

Davey miró la mano de ella en su brazo con expresión inescrutable.

No parecía ni complacido ni disgustado, lo que dejaba entrever un trasfondo más profundo bajo su fachada.

Casey, rebosante de entusiasmo, no se dio cuenta de su sutil cambio de humor.

Cuando entraron en el coche, observó el paisaje con impaciencia, saboreando el sabor de la libertad después de tanto tiempo encerrada.

El aire fresco llenó sus pulmones, rejuveneciendo su espíritu.

Tras su prolongado confinamiento, se había alejado del arte de la comunicación y casi había olvidado las sensaciones del mundo exterior.

Al ver su alegría, una tierna sonrisa adornó los labios de Davey.

Sin embargo, a medida que el coche se adentraba en zonas cada vez más remotas, la inquietud de Casey iba en aumento. No parecía una excursión tranquila. Volviéndose hacia Davey, le preguntó: «¿Adónde nos dirigimos exactamente?».

Davey mantuvo el misterio: «Lo sabrás cuando lleguemos».

El malestar de Casey empezó a crecer. Lamentaba haber confiado en el vago plan de Davey de sacarla de allí sin una razón clara.

Al principio, Casey había pensado en escapar por una ventana en un lugar lleno de gente, pero a medida que se adentraban en zonas cada vez más aisladas, no veía a nadie alrededor. Si saltaba ahora, no habría nadie que la ayudara y ni siquiera podría salir corriendo.

Fingiendo fastidio, Casey preguntó: «¿Creía que me ibas a llevar a comer? ¿No dijiste que estaba cerca? Me salté el desayuno para acompañarte, así que ¿por qué hemos estado conduciendo tanto tiempo?».

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