Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 1058
Capítulo 1058:
«Lo que deseo de ti no es eso», intervino Davey.
Jimena levantó la vista, asombrada, y se encontró con los largos dedos de Davey recorriéndole delicadamente el cuello desde detrás de la oreja. Su tacto se detuvo en el colgante de zafiro, golpeándolo ligeramente.
«Cómetelo», le ordenó.
«¿Qué…? preguntó Jimena, momentáneamente insegura de no haber oído mal.
Davey ya había retirado la mano, volviendo a su actitud distante, pero la emoción en sus ojos no había disminuido. «Ya que parece que aprecias tanto este collar de zafiros, ¿por qué no lo consumes y dejas que forme parte de ti? ¿No sería aún más significativo?».
Jimena no podía comprender la seriedad de Davey, suponiendo que estaba simplemente bromeando. Señor, no debería bromear sobre estos asuntos. Este collar tiene un valor inmenso. No podría ingerirlo».
Jimena estaba secretamente aterrorizada ante la idea de tragarse un diamante tan grande. No sería diferente a ingerir oro, y no albergaba ninguna duda de que se ahogaría y perecería mucho antes de que le llegara al estómago.
A pesar de sus recelos, convencida de la naturaleza bromista de Davey, se armó de valor una vez más y se acercó audazmente a él, con la intención de servirle. «Señor, puedo proporcionarle un gran placer. Sólo tiene que darme la oportunidad…».
Jimena se sonrojó furiosamente, con el corazón acelerado. Davey desprendía un irresistible aire de picardía.
Sin embargo, antes de que pudiera acercarse más, Davey le agarró bruscamente la mandíbula con firmeza.
«¡Chasquido!» Un leve sonido de rotura resonó en la habitación.
El inestimable colgante de zafiro fue arrancado sin piedad del cuello de Jimena por él.
«Ah…» Jimena gritó angustiada.
Al ver cómo el vínculo con su amado collar se rompía tan bruscamente, sintió que su corazón también se hacía añicos.
Este collar ocupaba un lugar especial en su corazón, y ahora yacía arruinado ante ella. La devastación era abrumadora.
La artesanía había sido impecable, por lo que su reparación parecía casi imposible. Incluso si se pudiera restaurar, las cicatrices de la reparación estropearían para siempre su belleza, disminuyendo enormemente su valor.
«Señor, usted…» Jimena intentó protestar, pero el agarre de Davey se tensó, silenciándola con un gesto enérgico.
«Emm…» Jimena tembló de terror cuando el semblante de Davey se transformó en una expresión salvaje, lo que la hizo agitarse sin control, emitiendo por la boca sonidos tartamudeantes y quejumbrosos.
Sin embargo, Davey permaneció indiferente a su angustia.
Con movimientos deliberados, levantó los dedos y, a pesar de que el colgante de zafiro estaba roto, su encanto no había disminuido. Los fragmentos fracturados brillaban siniestramente en sus dedos enroscados.
Poco a poco, Davey introdujo el collar en la boca de Jimena, empleando los dedos para hacérselo tragar, trozo a trozo.
Al observar el rostro de Jimena enrojecido por la angustia, preguntó con calma: «¿Te das cuenta del error en tu declaración?».
«Ah… Ugh…» Jimena emitió unos peculiares ruidos nauseosos. Un objeto extraño alojado en su garganta le inducía unas nauseabundas ganas de vomitar, pero los dedos de Davey le obstruían la tráquea. Jadeaba, sintiendo que se asfixiaba.
En tono pausado, Davey afirmó: «Casey siempre ha sido sincera, y nunca diría tales acusaciones contra mí. Si sugieres que ha sido deshonesta conmigo, ¡entonces es lógico que seas tú el que está faltando a la verdad!».
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