Capítulo 1043:

Mamá golondrina se estaba haciendo vieja, ya no era capaz de volar lejos como solía hacer al oír una llamada familiar. Estos días, le costaba incluso salir del nido.

Vencida por el sueño, mamá golondrina bajó lentamente la cabeza, ya sin hambre. Se dio cuenta de que se le acababa el tiempo.

Justo entonces, llegó otro sonido familiar.

Mamá golondrina no abrió los ojos, pensando que era sólo su imaginación.

Las llamadas persistieron, claras y vibrantes.

Esta vez, mamá golondrina abrió los ojos y vio una cabecita esponjosa acurrucada contra ella.

Tenía una voz y un olor familiares. Sabía que era su bebé el que había vuelto.

Los lugareños difundieron más tarde esta historia, concluyéndola con «Los pájaros vuelven cuando llega el momento».

Al concluir la historia, la hija de Casey seguía sin dormirse. Estaba tumbada con los ojos muy abiertos y llorosos. «Mamá, mamá golondrina es tan increíble, tan decidida».

Casey secó suavemente las lágrimas de los ojos de su hija y le susurró: «Porque mamá golondrina nunca dejó de creer que su bebé golondrina estaba vivo. Esperó y esperó y, finalmente, la vio aquel día».

«Mami, ¿y si me pierdo?». La hija de Casey la miró con los ojos muy abiertos. «¿Seguirás buscándome, esperándome como hizo mamá golondrina?».

«Por supuesto, nunca dejaré de buscarte, mi amor. Esperaré a que vuelvas a casa, pase lo que pase».

La sonrisa de la hija de Casey volvió. «Mami, yo también seguiré buscándote».

«Hora de dormir, mi amor».

La hija de Casey cerró los ojos obedientemente, y Casey observó su rostro apacible mientras dormía, sintiendo un calor en el corazón.

En realidad, la historia no era tan bonita.

Mamá golondrina nunca volvió a ver a su bebé golondrina antes de fallecer.

Aquella escena final no fue más que una visión antes de su muerte.

Era posible que el bebé golondrina hubiera perecido en aquel gran incendio hacía mucho tiempo.

Los humanos se convirtieron en los seres más inteligentes de la Tierra porque eran optimistas y se comprometían a proteger a los débiles, embelleciendo el mundo con belleza.

En aquel momento, Casey no tenía ni idea de que pronto perdería a su preciosa hija. Más tarde, fue encarcelada y perdió otro hijo, lo que la marcó con cicatrices de por vida. Había perdido toda esperanza, pero ahora…

Su hija había venido a buscarla.

Casey, abrumada por la emoción, agarró la mano de Jimena. «Jimena, ¿dónde has encontrado esto? Por favor, dímelo, ¡es muy importante!».

Jimena, sorprendida por el fervor de Casey, respondió lentamente: «Señora, era parte de un regalo. La última vez que estuve aquí, lo vi en la mesa de fuera, envuelto en seda con esa frase bordada.»

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