Capítulo 1032:

«Luis, necesito saber el estado real de su pierna. Puedes ser sincero conmigo?», preguntó ella, con los labios fruncidos por la preocupación. «Podría averiguarlo por mí mismo si realmente quisiera, pero prefiero que me hagas una valoración lo más objetiva posible».

Luis suspiró profundamente y confesó: «Raegan, seré sincero. No ha descansado de verdad ni un solo día en los últimos dos meses. Recomiendan una recuperación de dos meses, pero su estado es peor de lo que algunos pacientes consiguen en sólo una semana. Sufre de insomnio grave, apenas duerme por la noche y sólo descansa de tres a cuatro horas durante el día. El resto del tiempo, trabaja. Piénsalo, ¿cómo es posible que su recuperación vaya bien?».

«La recuperación de su tendón es insuficiente…» Luis continuó con un montón de jerga médica que Raegan no pudo comprender del todo.

En esencia, si Mitchel se negaba a volver a Ardlens para operarse e insistía en quedarse en Aurora, el pronóstico no era halagüeño.

En cuanto a lo grave que podía ser la situación, Luis fue impreciso. Utilizó muchos términos técnicos, pero eludió las cuestiones más críticas.

«¿Qué significa ‘no muy bueno’?» Raegan presionó. «¿Cómo de mal está, de verdad?».

Luis se aclaró la garganta antes de responder en voz baja: «En casos como éste, a veces se ha considerado la amputación…».

Raegan se quedó en silencio, con la mente en blanco durante un minuto.

Por un momento se preguntó si Luis estaba exagerando la situación. ¿Cómo podía llegar a la amputación?

La idea de que Mitchel, antes tan admirado, pudiera enfrentarse a una medida tan drástica era abrumadora. ¿Qué sería de él si llegara a eso? La gravedad de la situación pesaba mucho sobre Raegan.

Aunque le costaba creerlo, la tez antinaturalmente pálida de Mitchel hizo que Raegan considerara que, después de todo, Luis podría no estar exagerando. Mitchel llevaba varios días inconsciente en el hospital. Si su recuperación seguía siendo mala, la amputación parecía una posibilidad aterradora pero real.

Los dedos de Raegan se apretaron con fuerza, su voz apenas superaba un susurro.

«Le convenceré para que vuelva».

Luis dejó escapar un profundo suspiro. «Va a ser difícil. Vosotros dos realmente…»

Luis volvió a suspirar y sus palabras se quedaron en silencio.

Los asuntos del corazón eran, en efecto, demasiado complicados. Nadie tenía la culpa. El destino era cruel, unía y separaba…

Tras finalizar la llamada, Raegan permaneció en silencio durante un largo rato, sumida en sus pensamientos.

Stefan observó su rostro pálido, las sombras de sus pestañas proyectaban una mirada melancólica. Incapaz de soportar verla tan afligida, la instó a descansar. «Raegan, escúchame, necesitas descansar por el bebé».

«Stefan…» Raegan habló de repente, con voz resuelta. «Tengo que traerlo para que lo traten».

Miró a Stefan, su decisión clara en sus ojos. «Tienes que ayudarme».

Stefan sintió una oleada de alivio mezclada con resignación.

Se había debatido entre decirle a Raegan que Mitchel los había estado siguiendo esta tarde. Una parte de él no había querido revelarlo, dándose cuenta de que no estaba listo para dejar ir a la persona que amaba.

Declarar que apoyaría su decisión, incluso si eso significaba bendecir su reencuentro con Mitchel, era contrario a sus propios deseos.

Su voz rasposa por la emoción, Stefan respondió: «Raegan, es bueno que hayas tomado tu decisión. Te apoyaré en lo que necesites».

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