Vuelve conmigo, amor mío -
Capítulo 92
Capítulo 92:
«¿Qué te pasa?» preguntó Adrian.
Joelle se agarró el estómago, tratando de desviar su preocupación. «Me duele el estómago».
Adrian supuso que era la regla. La tumbó en la cama y la amonestó: «Pues quédate quieta. ¿Por qué te mueves tanto? ¿Eres una niña? Deberías saberlo».
Joelle, abrumada por los nervios, apenas registró sus palabras. Lo que más le preocupaba era que Adrian descubriera su embarazo. No quería que su relación dependiera de su embarazo. Estaba decidida a demostrar que su matrimonio podía mejorar a pesar de todo.
Adrian les tapó con la manta y se tumbó a su lado. Ensimismada en sus pensamientos, Joelle acabó por dormirse.
A la mañana siguiente, se despertó y descubrió que Adrian se había ido. Leah le trajo sopa. «Sra. Miller, el Sr. Miller me ha dicho que no se encuentra bien, así que no tiene que ir a trabajar durante unos días. Ha organizado su permiso en la agencia». Joelle casi se atraganta con la sopa. «¿Quién le ha dado derecho a meterse en mi trabajo?».
Ella ya había planeado pedir la baja por hospitalización, pero no le gustó que él se inmiscuyera en sus asuntos profesionales.
«¿Tal vez deberías llamarlo y discutirlo?» Leah sugirió.
Sin pensárselo dos veces, Joelle llamó a Adrian. En cuanto contestó, no se anduvo con rodeos. «¡Adrian, no tienes derecho a organizar un permiso en mi nombre!»
La respuesta de Adrian fue gélida. «Si no quieres que me haga cargo de la agencia, será mejor que te replantees cómo me hablas».
Joelle se serenó, tratando de moderar su frustración. Era importante conocer la postura de Adrian. «Adrian, recuerda nuestro acuerdo. Volví a vivir aquí con la condición de que no te metieras en mi vida profesional. Por favor, no vuelvas a organizarme un permiso. Desprecio tu intromisión».
Adrian estaba en una reunión, y la sala se volvió mucho más fría. Los asistentes evitaban el contacto visual, percibiendo la creciente irritación de Adrian. No sabían quién estaba al otro lado de la llamada, pero estaba claro que la conversación no iba bien.
Teléfono en mano, Adrian salió de la sala de reuniones en silencio. Había pensado que Joelle necesitaba descansar, suponiendo que su malestar se debía a su ciclo menstrual. En el pasado, ella había manifestado sus necesidades durante este periodo, pidiéndole a menudo pequeñas comodidades como calentarle el agua o masajearle el estómago. Ahora, cuando él se mostraba proactivamente preocupado, era recibido con censura.
«Como tu marido, ¿no se supone que debo preocuparme por tu bienestar? ¿Entonces quién debería? ¿Rafael?»
Joelle frunció el ceño. «¿Por qué sacar el tema de Rafael otra vez?»
«No te hagas la tonta, Joelle. ¿No sabías que la familia Romero es dueña de la agencia?»
Joelle se quedó sorprendida. «¿Qué has dicho?»
Adrian estaba en el pasillo, con voz uniforme y fría. «Te aseguró ese puesto, justo enfrente de su hospital. Entonces, ¿de qué se trata realmente? ¿Trabajo o citas diarias?»
«¿Qué has dicho? ¿Que la familia de Rafael es la dueña de la agencia?» Una sonrisa fría cruzó el rostro de Adrian. «Sí. Sigue fingiendo. ¿De verdad crees que soy tan ingenuo?».
Adrian la interrumpió con frialdad. «Ya que estás tan ansiosa por trabajar durante tu periodo, debe ser importante… o alguien debe serlo». Joelle se quedó sin habla.
«Adelante entonces. Después de todo, nuestro matrimonio no es más que una fachada. No siento nada por ti, y francamente, no me importa con quién te encuentres cada día».
La palabra «fachada» escoció profundamente a Joelle. En opinión de Adrian, su unión no era más que una farsa. Él ignoraba que ella se había entregado en cuerpo y alma al matrimonio durante los tres primeros años.
La furia hervía en Adrian. Era consciente de la devoción de Joelle en aquellos primeros años, pero ahora se negaba a reconocerla. Para él, su afecto por Rafael eclipsaba sus compromisos matrimoniales.
Joelle se recompuso, con voz firme y determinación, sobre todo ahora que estaba embarazada. Tenía que evitar estresarse por asuntos triviales.
«Bien. Tú tienes tus asuntos, así que ¿por qué no debería trabajar para Rafael? Pero déjame ser claro, Adrian. A diferencia de ti, yo tengo mis principios. ¡Nunca te he traicionado desde que comenzó nuestro matrimonio! Si estás tan convencido de que tienes razón, entonces por todos los medios, continúa. He terminado de discutir».
Terminó bruscamente la llamada, se dio la vuelta y subió las escaleras con la mano en el vientre.
Leah, que había oído la conversación, negó con la cabeza. Sabía que Joelle sufría molestias menstruales y cambios de humor. ¿No podía Adrian haber sido más comprensivo? Joelle debería divorciarse de él.
De vuelta en su dormitorio, Joelle pensó en llamar a Kiera, pero se detuvo, una toma de conciencia en ella. Kiera le había conseguido el trabajo, y casualmente, era con una empresa propiedad de la familia Romero. Exhaló un suspiro cansado, deduciendo que Rafael probablemente la había estado ayudando detrás de las escenas.
¿Por qué se desvivía por ella? Mientras reflexionaba, no había notado nada fuera de lo normal. Perdida en sus pensamientos, se sobresaltó cuando sonó su teléfono. Era Rafael, con voz preocupada. «¿No estás en el hospital?»
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