Capítulo 82:

El coche de Adrian se mantenía a una distancia constante detrás de ellas. Cuando Joelle miró hacia atrás, Adrian volvió a tocar el claxon. Joelle frunció ligeramente el ceño, mientras Rafael miraba fijamente a Adrian a través de la ventanilla del coche.

«Joelle, parece que no podemos caminar juntos», dijo Rafael, su sonrisa teñida de ironía. «A Adrian parece molestarle el hecho de que esté a tu lado». Joelle dudaba que Adrián estuviera actuando por celos; parecía más bien una muestra de control.

Para Adrian, ella era como un objeto de su propiedad, al que nadie más podía acercarse. Cuanto más pensaba en ello, más aumentaba su ira. Sin embargo, contuvo su ira delante de Rafael para evitar que la situación se tornara incómoda.

«Rafael, lo siento. Olvidé que Adrian venía a recogerme. Debería ir con él».

«No te preocupes», dijo Rafael, viéndola entrar en el coche de Adrian. Después de que el coche se alejó, se alejó.

Adrián miró por el retrovisor y se percató de la mirada persistente de Rafael. Con un resoplido desdeñoso, preguntó: «¿He interrumpido algo?».

Joelle miró por la ventanilla y afirmó rotundamente: «Si ibas a venir a recogerme, deberías habérmelo hecho saber con antelación. Nos has incomodado a Rafael y a mí».

«Claro, debería haberte dejado en paz para que pudieras disfrutar de un rato romántico», replicó Adrian con sarcasmo.

Joelle inhaló bruscamente, incapaz de evitar ver la sonrisa burlona de Adrian. Era tan inquietante que le produjo un escalofrío. Adrian era realmente impredecible. Su humor cambiaba tan rápido como las nubes de tormenta.

En ese momento, Joelle se sintió obligada a aclarar las cosas con él. No todo el mundo trataba los votos matrimoniales a la ligera como él. Mientras Adrian podía estar tranquilo con sus indiscreciones, ella mantenía sus propias normas éticas.

«Adrian, hasta que no nos divorciemos, no me involucraré con otro hombre. ¿Eso te tranquiliza?», preguntó ella, exasperada por su implacable desconfianza.

Adrian apretó el volante, apretando los dientes. Joelle se preparó para un estallido, pero la tensión pareció disiparse. Su tono era firme cuando planteó una pregunta. «Si no estuviéramos casados, ¿estarías con Rafael?»

Joelle giró la cabeza. «No tiene sentido discutir hipótesis».

Su respuesta indirecta hizo que Adrian recordara algo que Rafael había mencionado. Si Joelle no se hubiera casado con él y Rafael le hubiera expresado sus sentimientos, probablemente ella le habría correspondido. Adrian no vio ninguna razón por la que no lo hubiera hecho.

A lo largo de su matrimonio, Joelle había sido complaciente y nunca había expresado ninguna queja. Adrian era consciente de ello, pero también creía que si Joelle se hubiera casado con Rafael, su comportamiento habría sido similar.

El resto del trayecto hasta casa transcurrió en silencio. Al notar la tensión entre los dos, Leah intentó animar el ambiente. Recordó que ese mismo día, la mansión Miller había enviado una invitación.

Después de la cena, se la presentó. «Hoy hemos recibido una invitación de la mansión Miller. Es para una fiesta de compromiso».

Sólo entonces Joelle recordó que Spencer se iba a comprometer con una chica de la familia Hudson. El único miembro de la familia Hudson que Joelle conocía era Lacey, pero Lacey estaba en el extranjero y parecía demasiado poco convencional para comprometerse con Spencer.

Lacey tenía una hermana menor de pura sangre. Dado que el padre de Lacey se había vuelto a casar varias veces, Lacey tenía varias hermanastras, por lo que Joelle no estaba segura de con quién se iba a comprometer Spencer. Joelle ya había conocido a Lacey y notó que no encajaba con su reputación.

Movida por la curiosidad, Joelle decidió romper el silencio. «¿Con quién se va a comprometer Spencer?»

Adrian, todavía absorto en su libro y con aspecto relajado, contestó sin levantar la vista. «Fiona Hudson.»

Joelle soltó un grito ahogado. Fiona era la hermana de sangre pura de Lacey, conocida en sus círculos como todo lo contrario a Lacey: un modelo de corrección, tan discreta que resultaba sorprendente que fuera una Hudson.

Su ceño se frunció mientras preguntaba: «¿Fiona y Spencer? ¿Lacey está al tanto?» Se preguntó si Lacey aceptaría que su hermana se comprometiera con Spencer.

La voz de Adrian era plana y distante. «No cambiaría nada si ella lo supiera. Lo han acordado las dos familias. Ni Fiona ni Spencer pueden elegir. Lo único que pueden hacer es aceptarlo y vivir con ello».

Joelle percibió la amargura subyacente en su afirmación. Parecía estar proyectando su propia insatisfacción matrimonial en la situación de Fiona y Spencer. Joelle se dio cuenta de ello y se sintió tensa e inquieta.

Vivir con esa realidad durante toda una vida era una dura verdad. Adrian cerró su libro y le dirigió una mirada penetrante. «Es hora de abordar nuestros problemas».

Por «problemas» se refería a sus planes de tener un hijo. Joelle había estado viviendo en casa de Adrian, comiendo su comida y utilizando sus recursos. Aunque no lo había elegido, dependía completamente de él. Esto la dejaba con poco poder para rechazar sus expectativas.

«Primero iré a ducharme».

Sin embargo, Adrian la levantó en brazos, con expresión severa y ojos brillantes de resolución. «Vamos a ducharnos juntos».

Joelle sintió ganas de llorar, pero se vio incapaz de derramar una lágrima. Si no la quería, ¿por qué seguía insistiendo en acostarse con ella?

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