Vuelve conmigo, amor mío -
Capítulo 7
Capítulo 7:
«¿Qué? Irene estalló en un ataque de tos, su respiración se hizo superficial y débil. Joelle lamentó su brusquedad.
«¡Trae a Adrian aquí!» Irene ladró.
«Irene, por favor, cálmate. I…»
«¡No hay nada que discutir! Le advertí hace años que no fuera tan indulgente con la familia Lloyd. No me hizo caso y ahora Shawn y tú estáis pagando las consecuencias». espetó Irene, golpeando con fuerza el botón de llamada situado junto a su cama.
Diez minutos más tarde, Adrian estaba en la habitación, soportando la dura reprimenda de Irene mientras el resto de la familia esperaba ansiosamente fuera. Entre ellos estaba Amara Miller, la madre de Adrian. Desde la muerte de su marido, hacía una década, se había retirado a una vida de aislamiento, con un comportamiento frío que la diferenciaba del resto de la familia. Vivía sola en una casa separada y tenía un contacto mínimo con los demás.
La familia del segundo hijo de Irene parecía armoniosa en apariencia, pero bajo la superficie, cada miembro albergaba sus propias agendas. Joelle, que nunca había simpatizado con la familia del tío de Adrian, estaba del lado de Amara, aunque los sentimientos de ésta hacia ella eran igual de fríos.
«¿Qué le dijiste a Irene sobre Adrián esta vez?» preguntó Amara, con una fría sospecha en la voz. Joelle bajó la mirada, el silencio fue su única respuesta. Amara siempre había creído que el conflicto entre ella y Adrian era culpa suya, sin buscar nunca la historia completa.
Joelle sabía que por mucho que intentara complacer a Amara, siempre sería en vano.
«¿Por qué no hablas? ¿Has vuelto a perder la voz?» Amara tenía los brazos cruzados con fuerza, su disgusto era evidente. «Sigo sin entender por qué Adrian se casó contigo. Apenas he vuelto y ya veo que Adrian ha perdido peso. ¿Te has molestado siquiera en cuidarle?».
«Está en casa menos de un día al mes». Joelle miró fijamente a Amara, con voz tranquila. «¿Cómo se supone que voy a cuidar de él? Si ha perdido peso, es porque la otra mujer no lo ha cuidado como es debido».
Amara se sintió momentáneamente desconcertada, al percibir un sutil cambio en la actitud de Joelle. Pero para ella, Joelle seguía siendo la misma: un impedimento más que una persona de valor.
«Si no vuelve a casa, ¿no has pensado que puede ser culpa tuya?». replicó Amara. Joelle se esforzó por reprimir una carcajada ante lo absurdo de la acusación.
Adrian tenía otra mujer, Rebecca, y una casa en Oak Villas. Estuvo a punto de revelar esta verdad, pero se contuvo, sabiendo que Amara sólo encontraría una manera de culparla de todos modos.
«A partir de ahora, que vuelva o no a casa no tiene nada que ver conmigo», declaró.
Amara frunció el ceño. «¿Cómo pudiste contestar?»
«Amara, no seas tan dura con Joelle. Está en una mala situación», habló Lyla. Ella había estado observando en silencio la confrontación con un toque de satisfacción.
La mirada de Amara se volvió fría. «¡Cómo trate a mi nuera no es asunto tuyo!».
Sin inmutarse, Lyla dijo: «Joelle, es casi la hora de comer. ¿Por qué no preparas algo de comer? Adrian seguramente tendrá hambre cuando salga».
La sugerencia de Lyla era menos amable que una orden apenas velada, como si Joelle fuera una sirvienta y no la esposa de Adrian. A pesar de ser la legítima esposa de Adrian, Joelle se enfrentaba a una dura realidad a puerta cerrada.
«¿A quién crees que estás dando órdenes? No soy una sirvienta. ¿Por qué tengo que cocinar yo?» La voz de Joelle era firme.
La sonrisa de Lyla fue una mueca apenas disimulada. «Adrian es muy exigente con la comida. Sólo come lo que tú preparas. Si te niegas, ¿quién cocinará?»
«¡Exacto!» Katie asintió, jugueteando con las borlas de su vestido. «Joelle, ¿realmente creíste que casarte con Adrian significaba una vida de facilidad y lujo?»
Amara permaneció indiferente, como si la escena no le concerniera. Las manos de Joelle se cerraron en puños, con la muñeca derecha herida palpitando de dolor.
En ese momento, la puerta de la habitación de Irene se abrió de golpe y Adrian salió con un rostro lleno de furia. Sus ojos se clavaron en Joelle y la tensión creció.
«¿Fuiste y se lo contaste a la abuela?»
«No, no lo hice.»
«Si no fuiste tú, ¿entonces quién?» Adrian le agarró la muñeca derecha.
Joelle palideció de dolor.
«Joelle, eres otra cosa. Me hablaste de divorcio, pero luego corriste a la abuela a mis espaldas. ¿Estás satisfecha ahora?»
«¡Adrian, te juro que no fui yo!» Antes de que pudiera terminar, Adrian la apartó de un violento empujón. Ella tropezó y se desplomó en el sofá, el pelo cayéndole sobre la cara mientras miraba las caras frías e insensibles que la rodeaban.
Si hasta su marido podía tratarla así, ¿cómo podía esperar respeto de nadie más?
Lyla, visiblemente conmocionada por el arrebato de Adrian, se apresuró a hablar. «Adrian, fue Katie. Se le escapó. Estaba en el hospital ayer».
La cara de Katie era una máscara de miedo mientras se disculpaba: «¡Adrian, lo siento! No era mi intención».
La voz de Amara era fría. «Con el estado de salud de Irene, ¿por qué sacas este tema delante de ella? ¿En qué coño estabas pensando?».
La mirada de Adrian se volvió hacia Katie. «¡Si no puedes controlar tu lengua, entonces tal vez deberías cortarla y callarte para siempre!». Katie se derrumbó, sus piernas incapaces de sostenerla.
«¡Basta!» La voz autoritaria de Irene cortó el caos cuando salió, apoyándose pesadamente en su bastón. «Esto se acaba aquí. Que nadie siga con este asunto».
En ese momento, Joelle se levantó lentamente del sofá, con movimientos deliberados, y se acercó a Adrian. Le dio una bofetada en la cara.
La sala se sumió en un silencio atónito.
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