Capítulo 48:

Joelle llamó la atención de Adrian cuando éste se detuvo, con un zapato en la mano. A pesar de la tensión, mantuvo la sonrisa. «Sloane, estoy viviendo una vida feliz. Esto podría representar un tipo diferente de realización. Mi valía no está ligada únicamente a actuar en el escenario con mi violín. Tal vez criar a mi familia también demuestre mi valor».

Sus palabras eran mentira. Por dentro, Joelle se derrumbaba bajo el peso de la decepción y la preocupación reflejadas en los ojos de Sloane, incapaz de conciliarlo con los últimos tres años de miseria. Ansiaba dejar a Sloane con la creencia de que todo estaba bien, aunque la realidad la golpeara con dureza.

La expresión de Sloane se suavizó un poco. «¿Es este el hombre con el que elegiste casarte?»

«Absolutamente.»

«¿Y le quieres?»

Cuando Adrian se acercó, Joelle se volvió hacia él y afirmó: «Por supuesto, le quiero desde hace años. Casarme con él hace tres años me llenó de alegría».

Adrian se detuvo, escrutando su rostro en busca de un indicio de verdad o engaño, pero la expresión de Joelle no reveló nada. Sloane permaneció escéptica, con sus dudas claras. Se abstuvo de invitarles a quedarse a cenar.

De vuelta en el coche de Adrian, Joelle se derrumbó, las lágrimas corrían por su rostro mientras miraba por la ventana. «¿Era esa la verdad antes?» Adrian le tendió un pañuelo.

Joelle salió de su pena, con voz amarga. «Claro que no. Lo dije sólo para apaciguarla. Casarme contigo fue el mayor error que he cometido».

Sus ojos se clavaron en los de él, transmitiendo la gravedad de su pesar. Joelle reflexionó sobre sus decisiones. Si no se hubiera casado, ni siquiera su lesión en la muñeca habría dejado una cicatriz tan profunda de decepción en los ojos de Sloane. Sin los lazos del matrimonio, podría haber evitado una vida marcada por tres años carentes de dignidad y respeto.

No se habría enfrentado a esas noches interminables y solitarias, esperando sin esperanza a que algo cambiara. Se arrepentía de verdad. Adrián percibió su profundo pesar y decepción. Su respuesta fue una sonrisa fría y sin humor. «Qué casualidad, Joelle. Yo también me arrepiento de haberme casado contigo».

El resto del trayecto transcurrió en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos de arrepentimiento y oportunidades perdidas. El teléfono de Adrian sonó de repente, la voz de Michael urgente en el otro extremo. «¡Tenemos un problema! Problemas con Lacey».

«¿Qué ha pasado?» El tono de Adrian era tenso y preocupado. En el fondo, el final de Michael zumbaba con conmoción, voces gritando el nombre de Lacey. Joelle ya había oído hablar de Lacey Hudson, la chica rebelde de la familia Hudson, recientemente noticia por su promesa de cuidar de su anciana niñera.

«¡Será mejor que vengas aquí! No sé qué hacer». La voz de Michael era frenética antes de que la llamada terminara bruscamente, dando a entender la gravedad de la situación. Joelle sugirió: «Vamos a verla primero. He oído que tiene una cardiopatía hereditaria».

Si Lacey estaba realmente sufriendo un ataque al corazón, era un asunto serio. Adrian pisó el acelerador y se dirigió a toda velocidad hacia la casa de Lacey. Al llegar al oscuro edificio de tres plantas, Joelle salió del coche, con los sentidos agudizados, mientras se acercaba cautelosamente a la puerta.

Adrian albergaba dudas sobre la llamada de pánico de Michael. Si realmente hubiera sido un infarto, habrían llamado a una ambulancia. Su sospecha pareció confirmarse cuando, al avanzar Joelle, todas las luces de la casa se encendieron y el patio estalló en luz.

La gente saltó de las sombras, gritando: «¡Sorpresa!». Joelle, sorprendida, se aferró instintivamente a Adrian. Sin embargo, recuperó rápidamente la compostura, se irguió y se arregló el pelo.

Por encima de ellos, en el balcón del segundo piso, aparecieron Michael y Lacey, esta última con bata y guantes blancos, agitando una varita de juguete. «¡Este es vuestro castigo por llegar tarde!», declaró. Adrian y Joelle habían venido al extranjero expresamente para la celebración del cumpleaños de Lacey.

Joelle reconstruyó su papel en la sorpresa. Adrian nunca la había incluido en las reuniones de sus amigos. Incluso en casa, era como si estuviera soltero. No importaba la ocasión, Joelle nunca era su acompañante.

«Me voy ya», declaró. Adrian la agarró de la muñeca, con la mirada fija en el segundo piso. «Si te vas ahora, todo el mundo se dará cuenta de que hay problemas entre nosotros. No quiero enfrentarme a los interrogatorios de la abuela cuando volvamos».

«Pero…»

Adrian le rodeó los hombros con un brazo, convenciéndola. «Quédate, intenta divertirte». Después de los últimos tres años, Joelle ya había olvidado cómo desenvolverse con soltura en este tipo de ambientes sociales.

Adrian acogió a Joelle. Lacey, junto con Michael, bajó las escaleras para saludarlos. Lacey sonrió. «Adrian, ¿no vas a presentarla?»

«Esta es mi esposa, Joelle.»

No sólo era la primera vez que Joelle conocía a Lacey, sino también la primera vez que Adrian la reconocía públicamente como su esposa. «Hola, soy Lacey Hudson», la saludó Lacey afectuosamente. Joelle, basándose en la etiqueta que le habían inculcado antes de la caída en desgracia de su familia, respondió con la misma elegancia. Las dos mujeres intercambiaron un breve abrazo.

«Michael me habló de una emergencia. Dada tu condición cardíaca hereditaria, ¿estás bien ahora?» preguntó Joelle con seriedad. Lacey respondió juguetonamente: «Eso fue sólo una estratagema para traer a Adrian aquí. Pero…» Su tono se suavizó, apretó suavemente los dedos de Joelle y se inclinó para besarle el dorso de la mano. «Gracias por tu preocupación. Significa mucho».

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar