Capítulo 344:

El dueño sonrió ampliamente. «Ya que sois una pareja tan cariñosa, ¿no os gustaría capturar vuestro romance de una forma memorable?».

Joelle y Adrian intercambiaron miradas, dándose cuenta de que la negativa podría levantar sospechas. Con un movimiento de cabeza vacilante, aceptaron.

«Muy bien», dijo el dueño, aplaudiendo alegremente. Un ayudante trajo un estante lleno de ropa interior de distintos estilos. Las opciones femeninas eran bikinis, mientras que las masculinas parecían escuetos bañadores.

Joelle se sonrojó al verlo. Pensar en Adrian con uno de esos bañadores casi le hizo soltar una carcajada, y sus mejillas enrojecieron mientras intentaba reprimir la risa.

Con una sonrisa irónica, Adrián preguntó: «¿De verdad tengo que llevar uno de estos?».

El fotógrafo asintió con entusiasmo. «¡Claro que sí! Incluso Fred Finch, el estimado director general de Finch Group, llevaba uno, aunque al principio era reacio».

Luego sacó una depiladora eléctrica. «Ahora, si pudieras por favor ocuparte de cualquier detalle extra.»

La vergüenza de Adrian aumentó. «No estoy seguro de cómo usar eso».

«¿Tal vez esta señora podría ayudar?», sugirió, mirando a Joelle.

Joelle, divertida por la incomodidad de Adrian, sintió de repente que el centro de atención se desplazaba hacia ella. «¿Perdón?»

Su exclamación atrajo las miradas curiosas del propietario y el fotógrafo. Joelle trató rápidamente de disimular su reacción. «¿No se está volviendo esto demasiado personal?».

La dueña desoyó sus preocupaciones con un gesto de la mano y les indicó el camino hacia un dormitorio. «No sean tímidos. Todo esto es bastante normal».

Antes de darse cuenta, Joelle se encontró sola en la habitación con Adrian, con un bikini en las manos. Intercambiaron miradas incómodas, ambos sonrojados e inusualmente silenciosos.

La situación era un territorio desconocido, incluso para ellos, dos personas que creían haberlo visto todo. Sin saber cómo alguien podía sentirse cómodo con esto, decidieron pedir consejo a Gracie y Fred.

Fred se rió entre dientes mientras ofrecía su sabiduría a Adrian. «¡Asegúrate de usar un poco de aceite antes de depilarte, o te arrepentirás!».

Adrián, aún inquieto, preguntó: «¿No es demasiado incómodo llevar estas cosas?».

Fred se rió con ganas. «¿Incómodo? Mira, nos hemos visto en todos los estados posibles. Estuve allí durante su parto y me ha cuidado durante algunas enfermedades terribles. Ser abiertos y sinceros el uno con el otro es el pegamento de un matrimonio. Estas pequeñas vergüenzas no son nada comparadas con eso».

Gracie compartió sentimientos similares con Joelle, animándola a aceptar el momento como un paso hacia una intimidad más profunda. Animados por los consejos de sus amigos, Joelle y Adrian se armaron de valor para enfrentarse a la incomodidad.

En el dormitorio, Adrian yacía expuesto en la cama, con los músculos tensos por la expectación, mientras Joelle, provista de la depiladora, intentaba mantener un distanciamiento clínico.

«Si esto te duele, dímelo», dijo, tratando de mantener la voz firme.

Adrian, haciendo todo lo posible por permanecer quieto, no pudo reprimir una reacción cuando las manos de Joelle le tocaron por primera vez. Se le cortó la respiración. «Es sólo una reacción involuntaria», murmuró, medio arrepentido.

Joelle asintió, comprendiendo que su malestar coincidía con su propio nerviosismo. Al fin y al cabo, estaban juntos en aquella situación tan peculiar.

«De acuerdo». Joelle manejó la tarea con cuidado profesional, terminando la depilación en veinte minutos.

Cuando terminó, Adrian se envolvió en una manta y observó cómo Joelle se llevaba el biquini al cuarto de baño. Notó con una punzada de decepción que ella parecía arreglárselas sin su ayuda.

Al darse cuenta de su propia reacción, Adrian sacudió la cabeza. Cuando Joelle salió del cuarto de baño, estaba deslumbrante con la delicada tela. Adrian se quedó boquiabierto, con la mirada más llena de admiración que de deseo.

Joelle, que aún conservaba el físico esbelto de su juventud, se erguía con las piernas tonificadas y una sutil fuerza en las pantorrillas. Bajo la suave luz, su piel resplandecía, realzando la belleza natural de su cabello oscuro y sus rasgos prominentes.

Adrian, igual de llamativo, tenía un físico que equilibraba fuerza y estética, con hombros anchos que se estrechaban hacia una cintura estrecha. Joelle se sintió tímida en su presencia, abrumada por su figura.

Una vez listos, llamaron a la fotógrafa. Dispuso la iluminación con cuidado, enfocando un foco sobre la cama, creando un ambiente íntimo muy alejado de las expectativas de Joelle.

«Recordad vuestros momentos más felices juntos», les animó el fotógrafo para que se relajaran.

La mente de Joelle vagó por la noche anterior, recordando cómo Adrian había observado tiernamente a Aurora, destacando su parecido con Joelle. Mientras tanto, los pensamientos de Adrian vagaban hacia los días anteriores a que Joelle se convirtiera en su esposa, dándose cuenta ahora de que sus tímidas sonrisas y rubores habían sido signos de sus sentimientos hacia él. Aquellos recuerdos le alegraban el corazón.

La fotógrafa, ajustando su objetivo, planteó otra pregunta para crear ambiente. «¿Dónde os sentís los dos más conectados?».

Sus momentos compartidos se habían desarrollado a menudo entre las paredes de la casa de Adrian, su hogar común. Sin embargo, para Joelle, el recuerdo más conmovedor era más sencillo: el reconfortante sonido del zumbido de Adrian mientras la abrazaba. Atrapada en sus reflexiones, Joelle casi pasó por alto los suaves ánimos del fotógrafo, que seguía fomentando una atmósfera relajada e íntima.

El tono cálido y alentador del fotógrafo ayudó a Joelle y Adrian a deshacerse de cualquier incomodidad persistente, invitándoles a mirarse el uno al otro con una nueva apertura.

Cuando la habitación se llenó de una armoniosa mezcla de luces y sombras, la fotógrafa preparó su equipo.

«Siéntete libre de hablar o mostrar tu amor de cualquier forma que te parezca natural. Tienes una hora».

Con una discreta inclinación de cabeza, salió de la habitación.

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