Capítulo 336:

Adrian desató su furia como una bestia salvaje una vez que Bryce terminó sus burlas.

Con los ojos encendidos por la rabia, Adrian propinó una fuerte patada que hizo retroceder a Bryce. Si sus compinches no lo hubieran atrapado, habría caído al suelo humillado.

«¡Joder, bruto desagradecido!» Bryce recuperó el equilibrio y arrastró cruelmente a Joelle por el pelo, obligándola a arrodillarse dolorosamente en el suelo. La agonía de su cuero cabelludo rivalizaba con el dolor que le recorría las rodillas.

Adrian, justo a su alcance, observó impotente cómo Joelle extendía la mano hacia él, sólo para ser empujada a arrodillarse ante ella. Ahí estaba Adrian.

Durante ocho años, Joelle había amado a este hombre, antaño tan digno e intocable.

Las lágrimas corrían por las mejillas de Joelle mientras miraba a Adrian, con el corazón roto.

Bryce empezó a desabrocharse el cinturón. «¡Sinvergüenza desagradecido, vas a verla sufrir!»

En un estallido de fuerza bruta, Adrian se liberó de los hombres que lo retenían y cargó contra Bryce.

Bryce, pillado desprevenido, dio a Adrian una apertura crítica de dos segundos.

En ese breve lapso, Adrian asestó varias patadas feroces a las regiones inferiores de Bryce antes de que se lo llevaran a rastras.

«¡Ah!» Esta vez, Bryce permaneció en el suelo, agarrándose y aullando de dolor.

Sus secuaces se quedaron helados. «Jefe…»

«¡Ah! ¡Mátalo! ¡Matadle!»

Gritaba por la muerte de Adrian.

«¡No!» Joelle gritó desesperada.

Agotado pero decidido, Adrian les había hecho ganar un tiempo crucial. Encontrando una reserva de fuerza que no sabía que poseía, Joelle se lanzó protectora sobre Adrian, cubriéndolo con su propio cuerpo mientras sollozaba.

Varios golpes impactaron en su espalda y, aunque permaneció en silencio, el dolor era evidente en su rostro.

Adrian usó cada gramo de fuerza que le quedaba para proteger a Joelle con su cuerpo. «Joelle, ahora es mi turno de protegerte».

Sus manos, resbaladizas por la sangre, acunaron su rostro con suavidad.

Sacudió la cabeza, con la voz llena de miedo desesperado. «¡Por favor, aguanta un poco más! Adrian, no puedo soportar perderte». Adrian, demasiado débil para hablar, le ofreció una débil sonrisa.

Joelle se agarró la cabeza con ambas manos para protegerle. Mientras la desesperación los envolvía, un disparo atravesó de repente el aire, cambiando la marea.

Las cabezas se giraron hacia el ruido. Allí estaba un hombre mayor, de pelo blanco y barba, que desprendía fuerza. A ambos lados de él estaban Shawn y Katherine.

Sólo media hora antes, Shawn y Katherine habían conseguido conectar con Jax Ricard, el padre de Jonathan y Bryce, gracias a la distracción creada por Adrian y Joelle.

El anillo señuelo que Adrian había estado agarrando era ahora sólo fragmentos en su mano.

Bryce fue ayudado a ponerse de pie. «Papá…»

Jax escupió: «¡Llévame a tu hermano! Si le pasa algo, compartirás su destino».

Luego ordenó a sus hombres que asistieran a Adrian y Joelle. Al ver el alcance de sus heridas, Shawn y Katherine se apresuraron a ayudarles.

«Sr. Miller, le pido disculpas por la angustia que mis hijos han causado. Por favor, acompáñenos de vuelta a la finca donde mi médico personal podrá atender sus heridas».

Joelle vio por primera vez la famosa Mansión de las Rosas que Jonathan había mencionado, pero no pudo apreciar toda su grandeza. Adrian estaba gravemente herido, y Bryce estaba en condiciones aún peores.

Esto se debió a que Adrian le había dado una patada, con el objetivo de matarlo.

Jax tuvo una conversación con Jonathan y se enteró de que Joelle una vez había salvado la vida de Jonathan. Esta revelación aumentó inmensamente su respeto por ellos.

«Habéis salvado a mi hijo más prometedor. Considérense nuestros invitados de honor».

Esa noche, Jax organizó un banquete para celebrarlo.

En el evento, Joelle conoció a la madre de Jonathan, Effie Ricard. La noticia del fallecimiento de Leo y Lara la puso al corriente de la gravedad de la situación.

«Joelle, ¡muchas gracias por salvar a mi hijo!» Las lágrimas de Effie fluían libremente, su miedo aún claro.

Años atrás, Effie no era más que una camarera que mantuvo una fugaz relación con Jax. Su origen humilde y su estatus no encajaban con la prestigiosa familia Ricard.

Su posición actual se debe a los logros de su hijo. Era muy consciente de los peligros a los que se había enfrentado su hijo a lo largo de los años. Ahora, sus preocupaciones por la riqueza y el poder se han desvanecido; la seguridad y el bienestar de su hijo son sus únicas prioridades.

«¿Hubo otro joven que salvó a mi hijo?» Joelle comprendió que hablaba de Adrian. «Está malherido y no pudo venir».

Effie se levantó inmediatamente. «Entonces debo ir yo misma a darle las gracias». Sin tiempo que perder, la anciana se apresuró a ir junto a la cama de Adrian.

En la habitación, Adrian descansaba tranquilamente en la cama. Desde lejos, Effie se fijó en los vendajes de su cabeza y sintió una aguda punzada de tristeza.

«Joven, gracias por salvar a mi hijo.»

Al acercarse a él, Effie vio que Adrian abría los ojos y sus miradas se cruzaron.

La cara de Effie se transformó de asombro. «Tú…»

Adrián preguntó: «¿Me conoces?».

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