Capítulo 315:

Tras descubrir el arraigado miedo de Lara al agua, Callan la condujo a los sombríos bajos del paso elevado. A medida que descendía el crepúsculo, el incesante estruendo de los vehículos que circulaban por encima creaba una implacable sinfonía de ruidos.

Al principio, Lara le siguió sin pensárselo dos veces, con la confianza reforzada por la creencia de que Jonathan se abalanzaría para salvarla. Aunque no sintiera ningún afecto por ella, Lara estaba segura de que, obligado por el deber y el vínculo entre sus familias, Jonathan acudiría sin duda en su rescate.

Callan había preparado una cuba colosal rebosante de agua. Su inmenso tamaño era tal que podía albergar cómodamente a tres hombres adultos. Lara fue empujada hacia delante, pero al vislumbrar la orilla del río, se negó a moverse. Los labios de Callan se curvaron en una mueca burlona. «¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo?»

Por supuesto, Lara tenía miedo. No se asustaba ante los cuchillos ni ante las armas, pero el agua era algo que no podía manejar. De niña, había estado a punto de ahogarse en una piscina, y sólo había sobrevivido gracias a la intervención de Jonathan. Desde entonces, rehuía cualquier masa de agua.

«¿Qué quieres?», preguntó.

Callan resopló. «No te preocupes, no te haremos daño».

Lara no le creyó en absoluto. La mera visión de aquella cuba de agua hizo saltar las alarmas en su mente. No podía permitirse esperar a que Jonathan la salvara.

«¡Cogedla!» Callan ordenó.

Los hombres que había traído eran luchadores experimentados. En un instante, tenían a Lara firmemente sujeta. Con Lara sujeta por ambos lados, Callan sumergió sin piedad su cabeza en la cuba de agua. Con la guardia baja, Lara se atragantó con la boca llena de agua y el pelo se le pegó a la cara como zarcillos húmedos.

«¡Cómo te atreves!» Jadeó y maldijo. «¿Sabes quién soy? Si Jonathan viene, no te dejará escapar». Apenas había hablado, su cabeza fue empujada de nuevo al agua. Se agitó salvajemente, pero no la sacaron hasta que sintió que estaba a punto de ahogarse. Esto sucedió una y otra vez, no menos de diez veces.

Lara estaba atormentada hasta el punto de estar mortalmente pálida, pero aun así escupió desafiante: «Esperad. Cuando Jonathan venga, os cortará a todos».

Callan levantó la mano para pedir un alto. «¿Sabes quién nos avisó de tu miedo al agua?».

Lara tenía los ojos enrojecidos y las palabras de Callan le provocaron un escalofrío. Se había criado en Bristania. ¿Cómo podía alguien de aquí conocer su miedo al agua? Sólo Jonathan podía saberlo.

«¡Es imposible! Imposible!» Callan hizo otra señal, y la cabeza de Lara se sumergió de nuevo en el agua. Al final, el terror la había dejado inconsciente.

Un Rolls-Royce había estado aparcado cerca durante lo que pareció una eternidad. En cuanto Lara se desmayó, Leo se volvió hacia Jonathan y le dijo: «Lara se ha desmayado».

Jonathan consultó su reloj. El momento era perfecto. Adrian ya debería haberse calmado, y esto podría servir de explicación a Joelle.

«Tráela de vuelta».

Cuando Lara abrió los ojos, allí estaba Jonathan. Al igual que en su infancia, cuando se había caído a la piscina, el primer rostro que vio al despertar fue el de Jonathan. Habían pasado los años, y él sólo se había vuelto más guapo y decidido. «Jonathan…» Lara se atragantó, con la voz temblorosa por la inmensa pena. «¿Fuiste tú quien les dijo que le tenía miedo al agua?».

«¿Cómo podría ser?» La sonrisa de Jonathan era despreocupada e indiferente, un rasgo que las mujeres encontraban irresistible. Dados los lazos entre sus familias, nunca lo admitiría. Si lo decía, Lara sin duda le creería.

«¡Jonathan, casi me matan!» Se incorporó, desesperada por arrojarse a los brazos de Jonathan en busca de consuelo.

«¿Quién te dijo que te metieras con Joelle?» Las palabras de Jonathan la pararon en seco. Su rostro ya no contenía ningún rastro de sonrisa, como si dijera que ella se merecía todo este tormento.

«¡Soy tu prometida! ¡Eliminaré a cualquier mujer que intente seducirte!»

«¿Cuándo he dicho yo que pudieras elegir por mí?». Jonathan le agarró la barbilla, con voz frígida. «Lara, esta es la última vez. Si te atreves a molestar a Joelle de nuevo, no será Adrian, sino yo quien te maneje».

Lara tembló y tragó saliva asustada. «Jonathan, ¿te gusta Joelle?»

«Eso no es asunto tuyo».

«¿Cómo que no es asunto mío?» Las lágrimas brotaron de los ojos de Lara. «Soy tu prometida. Si te gusta alguien más, ¿por qué te comprometiste conmigo?»

Jonathan se volvió hacia ella, su mirada penetrante. «Si te opones a nuestro matrimonio, habla con nuestros padres. No me interpondré en tu camino».

El ambiente volvió a ser tranquilo. Esa misma noche, Joelle recibió una llamada de Jonathan. No le sorprendió; las heridas que llevaba eran, después de todo, un duro recordatorio de las consecuencias de sus actos.

«Lo siento», dijo Jonathan, con un tono desprovisto de remordimiento y con un matiz burlón. El espectáculo de dos mujeres compitiendo por su atención le había divertido.

«Recuerdo que mencionaste que habías venido aquí para devolverme mi amabilidad. ¿Es esta tu forma de devolvérmela?»

«¿Todavía molesto? ¿Y si hago que Lara venga y te pida disculpas en persona?».

«Eso no es necesario». Joelle exhaló profundamente. Había cosas que necesitaba sacarse del pecho. «Jonathan, no me debes nada. Si realmente quieres pagarme, sólo mantenlos a ti y a tu prometida fuera de mi vida».

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