Capítulo 269:

Liza se agarró el estómago y corrió tras él. «Rafael, ¿a dónde vas?»

Rafael hizo una pausa y se volvió con una mirada glacial. «Querías un hijo y te lo he dado. Mi paradero ahora no te concierne. A partir de ahora, mamá y tú podéis cuidar solos del niño. Sólo hazme un favor: nunca le digas al niño que soy el padre. Por favor».

Con eso, se dio la vuelta para alejarse. Liza, entre lágrimas, gritó: «¡Lo que quiero no es el niño!». Lo alcanzó y se aferró a él. «Rafael, lo único que quiero eres tú. Te quiero más de lo que Joelle jamás podría. ¿No te das cuenta?»

Rafael se detuvo brevemente, cayendo en la cuenta. Sin sus sentimientos por él, Liza nunca habría aceptado el extravagante plan de Belle.

«Rafael, por favor, quédate. Podemos criar a este niño juntos. Podemos ser una familia. No te vayas, ¿vale?»

Era la primera vez que Liza expresaba abiertamente sus sentimientos, pues temía perder a Rafael para siempre si se quedaba callada.

«Liza, tus lágrimas no me obligan a quedarme. No te lo debo».

«¡Rafael!»

Rafael le soltó las manos, pero ella volvió a buscarle desesperada. «¡Rafael! No te vayas!»

Desde la puerta hasta el portal, a escasos diez metros de distancia, Liza fue empujada varias veces. El último empujón la hizo caer al suelo, con la voz cruda y desesperada. «No quieres a este niño, ni me quieres a mí ni a mamá, ¿verdad?».

La expresión de Rafael se ensombreció aún más. Ya no tenía el aspecto del prometedor médico que un día fue. «¿Qué queda en esta casa para que merezca la pena quedarse?».

«¡Rafael!» Belle apareció, llamando a Rafael.

Pero Rafael simplemente se subió a un taxi y desapareció, sin dejar ninguna pista de adónde iba.

Aquella noche, Joelle se tumbó junto a Aurora. «Mamá, ¿de verdad papá ya no va a vivir con nosotros?», preguntó la niña.

La gente acababa madurando. Cuando era más joven, se pasaba toda la noche llorando tras una discusión con Adrián. Pero ahora, después de divorciarse de Rafael, sus pensamientos estaban dominados por la planificación del futuro.

Tenía que pensar cómo criar a sus dos hijos y cómo explicarles las nuevas circunstancias. Y a la mañana siguiente, tenía que ir a trabajar.

Besó a Aurora en la frente y le dijo: «Aurora, papá también tiene su propio camino que seguir».

«Pero…» Los ojos de Aurora brillaban con lágrimas, su expresión era de tristeza. «Echo de menos a papá. ¿Por qué no se despidió de mí?».

Joelle intentó tranquilizarla. «Mamá está aquí contigo. ¿Está bien?»

«¡No!» La niña se dio la vuelta, claramente luchando por aceptar el cambio. No sólo era difícil para Aurora, la propia Joelle estaba lidiando con la ausencia de Rafael.

Su divorcio se había hecho conocido entre sus amigos íntimos y familiares, que se reunieron para apoyar a Joelle durante este duro periodo.

Katherine intentó levantarle el ánimo. «Hay muchos peces en el mar. ¿Por qué pensar sólo en uno?»

Shawn miró a Bobby, a quien Katherine había traído consigo, y luego se deslizó silenciosamente hacia la cocina.

Gina murmuró: «Joelle, ¿de verdad Rafael no se despidió de los niños? Aunque Aurora no es suya, Ryland sí. ¿Cómo pudo dejarlo atrás? Hizo parecer que Ryland no era su hijo».

Joelle se masajeó las sienes, abrumada por las pequeñas preocupaciones. La verdad era que Rafael se había despedido de los niños mientras dormían. Había besado suavemente a cada uno de ellos, preguntando a Joelle si podría seguir viéndolos en el futuro. Joelle le había asegurado: «Por supuesto. Siempre serás su padre».

Desde que Rafael se fue, no había noticias suyas. Circulaban rumores de que podría haberse ido al extranjero, pero nadie lo sabía con certeza.

Al notar el ánimo apagado de Joelle, Katherine indicó sutilmente a Gina que se mantuviera alejada de temas tan delicados. A Joelle, sin embargo, le resultaba difícil participar en la conversación. Suspiró y dijo: «Continúen. Voy a ver cómo están los niños». Sus amigas se quedaron sin palabras.

Justo entonces, el sonido de un coche que llegaba llamó la atención de todos, seguido de los gritos angustiados de Belle. «¡Joelle, Joelle! Devuélveme a mi hijo!»

Todas las miradas se volvieron hacia la puerta, donde Liza ayudaba a levantarse a una angustiada Belle.

Joelle se acercó a ellos, con tono gélido. «¿Qué quieres decir? Rafael y yo estamos divorciados. ¿No es eso lo que querías?»

Belle se agarró al cuello de Joelle, con lágrimas en los ojos mientras gritaba: «¡Todo esto es culpa tuya! Tú eres la razón por la que mi hijo se fue».

Joelle no se contuvo. «¡Sabes muy bien quién le ha echado! Tú y ella». Señaló a Liza. «¡Ustedes dos destruyeron la familia que Rafael y yo trabajamos tan duro para construir!»

«¡Fuiste tú!» Belle gritó más fuerte, su ira alcanzó su punto máximo mientras levantaba la mano para golpear a Joelle. «¡Sedujiste a mi hijo! ¡Zorra! Desde que entraste en nuestras vidas, nuestra familia no ha hecho más que sufrir. Primero murió mi marido y ahora Rafael también ha desaparecido».

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