Capítulo 256:

Desde aquel día, Joelle había notado que algo no iba bien con Rafael. A menudo se encerraba en el estudio, parecía distraído incluso cuando pasaba tiempo con sus hijos. Joelle le preguntaba bromeando: «¿Me estás ocultando algo?». Pero por mucho que insistiera, Rafael guardaba silencio. Joelle estaba cada vez más preocupada.

Su preocupación aumentó cuando él evitó hablar de su familia. Un día, ella preguntó: «Rafael, ¿por qué no has visitado a tu familia últimamente?». Él se limitó a responder: «Joelle, deja de preguntar. Sólo necesito un poco de paz». Pero la «paz» parecía durar muchísimo tiempo. ¿Qué podía ser tan grave para que Rafael sintiera que no podía hablar de ello con su propia mujer?

«Rafael, ¿pasó algo la noche que regresaste inesperadamente a casa?» preguntó Joelle.

«¡Te he dicho que dejes de curiosear!»

La cortante respuesta de Rafael fue atípica. Era el tono más duro que Joelle había oído nunca de él, dejándola atónita por un momento. Pero Rafael se ablandó rápidamente, diciendo: «Lo siento, Joelle. He estado de mal humor. Por favor, no volvamos a hablar de mi familia».

A regañadientes, Joelle dejó el asunto en paz y la vida siguió como siempre. Sin embargo, no podía evitar una creciente sensación de inquietud. Estaba segura de que Rafael le ocultaba algo importante. Su nuevo hábito de encerrarse en su estudio a altas horas de la noche no hacía más que aumentar sus sospechas.

Como Rafael se negaba a decir nada, Joelle seguía sintiéndose perdida. Un fin de semana, recibieron una visita inesperada. Joelle abrió la puerta y encontró a Liza de pie. «¿Liza?» Su estado de ánimo mejoró al instante, ya que hacía semanas que no veía a nadie de la familia Romero. Tal vez ahora podría descubrir lo que preocupaba a Rafael.

«Joelle». Liza parecía ligeramente incómoda. «¿Está Rafael por aquí?» Justo cuando Joelle estaba a punto de mencionar que Rafael estaba en el estudio, se volvió para verlo de pie en el segundo piso, observándolas con una expresión ilegible.

«Rafael», saludó Liza, con una sonrisa forzada en el rostro. Rafael no le devolvió la sonrisa; en cambio, se volvió hacia Joelle y le indicó: «Joelle, necesito hablar en privado con mi hermana. Por favor, no entres en el estudio». Joelle, desconcertada por el intercambio, asintió a Liza. Liza subió las escaleras.

Una vez dentro del estudio, dejó deliberadamente la puerta ligeramente abierta. Rafael, preocupado por la estantería, no se dio cuenta. «¿Qué quieres?»

Liza respondió con un deje de pena: «Rafael, lo siento mucho, y mamá y papá también».

«Si se trata de ese incidente, no quiero oírlo. Prefiero actuar como si nunca hubiera ocurrido. No voy a volver a esa casa».

Liza se movió alrededor de la mesa para mirar a Rafael. «Rafael, lo siento mucho. Mamá y papá me presionaron mucho. No tuve elección…»

«Liza.» Una vez más, Rafael la interrumpió. «¿Así que no pudiste rechazarlos? ¿Ni siquiera una vez?»

Liza se mordió el labio y bajó la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas. «Rafael, no soy de carácter fuerte. Después de mi divorcio, os consideraba las personas más importantes de mi vida. No podía soportar rechazar la petición de mamá y papá». Su confesión resonó dolorosamente en Rafael.

Abrumado por la culpa y la frustración, Rafael dio un puñetazo a la estantería. Liza le tendió la mano para consolarlo, pero él se echó hacia atrás. «¡No me toques!»

Sobresaltada, Liza se tambaleó hacia atrás, agarrándose instintivamente el abdomen. Rafael se dio cuenta de su gesto. Fue como si una bomba de relojería se hubiera encendido en su cabeza. «¿Por qué te agarras el estómago?»

«No es nada», murmuró Liza, dando un paso atrás. «Si realmente no es nada, ¿por qué te sujetas el estómago?».

«¡Realmente no es nada!»

Antes de que Liza pudiera apartarse, Rafael cogió rápidamente su bolso y sacó un informe del hospital. Confirmaba que Liza estaba embarazada de cuatro semanas.

La mente de Rafael se quedó en blanco. Se apoyó en la mesa. «¿Es mío?»

A través de las lágrimas, Liza respondió: «Rafael, no te preocupes, no te complicaré la vida. Me ocuparé de ello. No os afectará a ti y a Joelle».

Rafael enterró la cara entre las manos, deseando poder despertar de esta pesadilla.

Sin ser vista en la puerta, Joelle se tapó la boca con la mano y bajó las escaleras. Solo cuando estuvo segura de que estaba sola se permitió respirar hondo, con las lágrimas nublándole la vista.

Rafael y Liza… Ella nunca había imaginado algo así. Un bebé. Estaban teniendo un bebé. ¿Por qué Rafael se lo había ocultado? Así que esto era lo que había estado preocupando a Rafael todo este tiempo. Joelle sintió como si su corazón fuera a estallar del shock. El secreto era demasiado grande.

A pesar de sus esfuerzos por serenarse, luchó por encontrar una manera de manejar la noticia. Finalmente, Liza salió del estudio. Antes de salir, se dirigió a Joelle. «Joelle, deberías venir a visitarnos. Mamá y papá te echan de menos».

Joelle se sorprendió de que Liza aún pudiera sonreír. Asintió y, una vez que Liza se hubo marchado, se apresuró a subir las escaleras.

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