Capítulo 239:

Belle se hizo a un lado, carcomida por el malestar. ¿Por qué su hijo estaba constantemente a la entera disposición de Joelle? Sólo era fiebre. Seguro que Joelle podía arreglárselas sola.

La frustración latía a fuego lento bajo la superficie de Belle y, finalmente, golpeó el cuchillo de cocina contra la encimera. «Si está tan enferma, probablemente ni siquiera tendrá apetito para la comida que cocino. Liza, ¡nos vamos!»

Rafael parpadeó confundido, frunciendo las cejas. «Mamá, ¿qué está pasando?»

«Nada. Es que por fin me he dado cuenta de que una vez que un hombre se casa, se olvida por completo de su madre».

La confusión de Rafael no hizo más que aumentar y esbozó una sonrisa de impotencia. «Mamá, ¿no quieres que trate bien a Joelle?». Todo parecía ir bien hacía unos momentos. ¿Qué había salido mal? Lo último que Rafael quería era que se produjera una ruptura entre su esposa y su madre, las dos mujeres más importantes de su vida.

Belle se quedó sin palabras, con el corazón apesadumbrado. Joelle no era en absoluto la persona que había imaginado. En lugar de la nuera obediente que Belle esperaba, Joelle parecía una mujer con derechos y delirios de grandeza.

Como mujer de familia adinerada y suegra de Joelle, ¿por qué era ella la que se apresuraba a cocinar? ¿No debería Joelle hacer todo lo posible por ganarse su aprobación? Con este pensamiento, Belle enderezó la espalda, endureciendo su resolución.

¿»Tratarla bien»? ¿Y quién es ella exactamente? No olvidemos, Rafael, que es una divorciada con dos hijos. Ella es la que debería cuidar de ti, ¡no al revés!».

Los ojos de Rafael se abrieron de golpe. La mujer venenosa que tenía delante no se parecía en nada a la mujer generosa y abierta que siempre había conocido. Esos comentarios cortantes no sólo insultaban a Joelle, sino que traicionaban los valores que Belle le había inculcado.

Pero Rafael aún no había comprendido hasta qué punto podía llegar el resentimiento de una mujer cuando se sentía amenazada por otra. Parecía que Belle había olvidado las palabras que había usado para elogiar a Joelle.

«Mamá, ¿cómo pudiste decir algo así de Joelle?»

Ver a su hijo salir corriendo en defensa de Joelle no hizo más que avivar la ira de Belle. «¿Te acuerdas siquiera de tu apellido? Eres una Romero, no una Watson. Ni siquiera tu padre se atrevería a hablarme así».

Rafael siempre había sido respetuoso con sus padres, un valor profundamente arraigado en él desde la infancia. Pero esta vez, Belle había cruzado una línea, y él no podía permanecer en silencio. Liza, atrapada entre los dos, intentó calmar la situación. «Mamá, Rafael no quiso decir eso. Por favor, no te enfades».

Rafael apretó la mandíbula, con voz firme pero firme. «Mamá, sé que mi tono no fue el adecuado, pero no puedes hablar así de Joelle».

Belle mantuvo la compostura y no dijo nada.

Liza intervino de nuevo, con tono conciliador. «Rafael, sabes que mamá sólo quiere lo mejor para ti. Después de todo, te mereces a alguien mejor que Joelle».

«Yo no lo veo así», replicó Rafael sin vacilar. «Estoy con Joelle porque la amo. Y ella merece mi amor. Así que por favor, no vuelvas a decir eso».

«¿Por qué le levantas la voz a tu hermana?» Belle respondió, poniéndose del lado de Liza. «¿Por quién crees que estamos haciendo esto? Es por tu propio bien».

Rafael se encontró luchando para articular sus pensamientos. «Mamá, ¿qué demonios ha hecho Joelle para que pienses que he sufrido en nuestra relación?». ¡Estos dos eran totalmente desconcertantes!

Belle se quedó sin palabras. Conocía a Rafael demasiado bien. Llevaba años adorando a Joelle, así que era inevitable que se plegara a todos sus caprichos. Pero el temperamento ardiente de Joelle era otra cosa. Belle no podía evitar la certeza de que Rafael terminaría siendo pisoteado.

Todos ellos eran las preciosas joyas de sus padres; ¿por qué Rafael, por el mero hecho de ser un hombre, debía soportar una carga más pesada? Cuanto más pensaba Belle en ello, más la carcomía la injusticia.

«¡No quiero hablar de eso! Espera, te arrepentirás, ¡recuerda mis palabras!»

«¿Lamentar qué?» Rafael sintió que se le acababa la paciencia. «Mamá, ¿qué estás tratando de decir exactamente? ¿Por qué estás tan en contra de Joelle?»

Belle estaba a punto de responder cuando Kristi se acercó, aclarándose la garganta. «El Sr. Watson ha vuelto».

El ambiente seguía cargado de tensión cuando Shawn, impecablemente vestido de traje, entró ofreciéndoles una cálida sonrisa. «Buenas noches».

Un destello de vergüenza cruzó el rostro de Belle. Se había puesto tan nerviosa que olvidó por un momento que seguía en casa de la familia Watson.

«Shawn, has vuelto.»

«Sí, me enteré de que Joelle tenía mucha fiebre, así que vine directamente después del trabajo para ver cómo estaba».

«Ya veo», contestó Belle, con el ánimo por los suelos. «Bueno, ahora que estás aquí, tomaré a Liza y regresaré».

«¿Te vas tan pronto?» Shawn dijo, su tono invitando. «¿Por qué no te quedas y cenas con nosotros?»

«No, gracias.» Belle lanzó una mirada a Rafael. «¡Está claro que alguien no me quiere cerca!»

Shawn parpadeó confundido, se volvió hacia Rafael y le dio un sutil codazo con la mirada como diciendo: «¡Haz algo!».

Rafael frunció los labios y dijo: «Mamá, déjame acompañarte».

Fuera, Rafael sostuvo la puerta del coche abierta para Belle. «Mamá, podemos hablar más tarde, ¿de acuerdo?»

«¿Hablar de qué?» Belle estalló. «Ahora que tienes una esposa, ¿por qué te importan los regaños de tu madre?»

Rafael miró a Liza, pidiendo ayuda en silencio. Ella intervino con suavidad. «Rafael, hablaré con mamá. Deberías volver adentro y ver cómo está Shawn. No queremos que escuche todo esto».

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