Vuelve conmigo, amor mío -
Capítulo 223
Capítulo 223:
Joelle subió la escalera con las piernas apoyadas en la barandilla. De repente, su instinto de supervivencia se puso en marcha. El fuerte viento que soplaba hizo que Joelle se tambaleara y casi se cayera de la escalera. La persona que estaba detrás de ella escapó rápidamente, con la puerta metálica de la azotea chirriando ruidosamente mientras huía. Joelle emprendió inmediatamente la persecución, pero tras bajar varios escalones se detuvo, llevada por la cautela. ¿Y si la persona no estaba sola? Esta preocupación hizo que Joelle procediera con más cuidado a cada paso siguiente.
Al volver a la habitación del hospital, se sorprendió al ver que ya había alguien allí. No era la persona que esperaba ver, pero su presencia la tranquilizó. Adrian parecía preocupado. «¿Por qué no estás descansando? ¿Dónde has estado?
Joelle le explicó toda la odisea. En ese momento, su orgullo era la menor de sus preocupaciones; se enfrentaba a una situación de vida o muerte. ¿Era más importante el orgullo que seguir con vida?
Después de escucharla, Adrian salió bruscamente de la habitación. Volvió poco después. «He dispuesto guardias alrededor de tu habitación. Nadie ajeno a ti volverá a acercarse».
Joelle estaba tumbada en la cama, con la mirada perdida y los ojos desprovistos de luz. «¿Quién intenta hacerme daño?» Adrian respondió con indiferencia: «No pienses demasiado en ello. Lo más probable es que sólo sean unos cuantos agitados por la mafia online».
Joelle intentó concentrarse en su rostro, quería decir algo más pero se contuvo. Sin pruebas concretas, sentía que no podía compartir sus sospechas con Adrian. «¿Has venido a visitarme?» Efectivamente, Adrian había venido a verla, pero la pregunta directa de ella le hizo dudar en confesarse. «Estás pensando demasiado».
Joelle no se inmutó ante su respuesta. Cerró los ojos y le dio la espalda. «Ya puedes irte».
Adrian se burló: «Entonces, ¿realmente vas a seguir adelante con la boda? Definitivamente te has vuelto más atrevida». Sintiéndose agotada, Joelle se preparó para aguantar. Sólo un poco más, pensó, y todo se calmaría.
Sin embargo, Adrián no daba señales de irse. «¿Cuándo piensas devolverme a mi hija?». Joelle se dio cuenta entonces de que retirarse no resolvería nada. «Adrian, vete. No soporto mirarte».
«¿Crees que quiero estar aquí?» Le quitó la manta con brusquedad. En bata de hospital, Joelle sintió un escalofrío inmediato y una profunda vulnerabilidad. Adrian la agarró con fuerza de las muñecas, apretándolas contra el cabecero. «No me importa con quién te cases o con quién tengas hijos, pero si intentas quitarme a mi hija, tendrás que vértelas conmigo todos los días».
Joelle agitó las piernas y Adrian se subió a la cama, a horcajadas sobre ella. Atrapada entre la humillación y la rabia, Joelle estaba a punto de gritar pidiendo ayuda cuando él predijo sus acciones y selló sus labios con los suyos. Ella se retorció y luchó contra él.
La expresión de Adrian se volvió intensa. «No me provoques». Congelada por el miedo, Joelle dejó de moverse y empezó a llorar. Él guardó silencio por un momento, su anhelo claro. Se inclinó más cerca y, mientras Joelle giraba la cabeza desafiante, Adrian le mordisqueó suavemente el lóbulo de la oreja. «¿Has olvidado lo que es estar conmigo después de todo este tiempo con Rafael?».
Le sujetó las muñecas con una mano y empezó a desabrocharle la bata con la otra. Cuando las lágrimas de Joelle empezaron a brotar, Adrian dudó. «¿Por qué lloras? Fuiste lo suficientemente atrevida como para drogarme una vez, ¿y ahora te haces la inocente?».
Joelle recuperó la compostura rápidamente. «Adrian, te lo agradezco. Me has demostrado que, a veces, los verdaderos sentimientos no son recíprocos. Y gracias a ti, he perdido la confianza en los demás y la fe en el amor. Gracias por convertir mi vida en una broma».
La lujuria de Adrian se desvaneció, su garganta se contrajo y su expresión se ensombreció. «Te lo mereces».
Tras pronunciar esas palabras, Adrian reconoció la dureza de su tono. Con una risa amarga, Joelle respondió: «Sí, me lo merecía. ¡Mi mayor error fue involucrarme contigo! Ahora, ¡el mero hecho de pensarlo me repugna!».
Esta vez, Adrian no reaccionó con ira. En cambio, miró fijamente a los ojos de Joelle. «¿Entiendes por qué desprecio que me droguen?». Joelle permaneció en silencio, con los ojos cautelosos.
«Cuando tomé el control de la familia Miller, mi tío atentó muchas veces contra mi vida. El peor fue cuando me drogó. Fue entonces cuando perdí a dos de las personas más importantes para mí: El padre y el hermano mayor de Rebecca. Murieron protegiéndome. Debería haberse dado cuenta de la gravedad de sus actos desde el día en que me drogó».
Joelle comprendió por fin por qué Adrian siempre había estado al lado de la familia Lloyd. Con la desaparición de las figuras clave de la familia Lloyd, combinada con la mala salud de Salomé, el comportamiento indisciplinado de Erick y la grave enfermedad de Rebecca, su dependencia de Adrian era inevitable.
Quizá durante el tiempo que cuidó de Rebecca, sus sentimientos mutuos crecieron. Sin embargo, fue Joelle quien sufrió. Joelle se enfrentó a sus ojos sombríos. «Adrian, diré esto por última vez. Yo no fui quien te drogó. ¿Me crees?»
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