Vuelve conmigo, amor mío -
Capítulo 198
Capítulo 198:
El comportamiento de Adrian era poco menos que degradante. Las mejillas de Joelle ardían de humillación y rabia, pero el recuerdo de intimidades pasadas hizo que su cuerpo respondiera a pesar suyo. Tres años no habían embotado sus necesidades básicas. Anoche mismo se había acercado a Rafael, con el deseo agudizado por el abandono prolongado.
El tacto de Adrian oscilaba entre la ternura y la agresividad, llevándola al borde de la cordura. Las cortinas se abrieron, revelando nada más que el denso bosque que había más allá, su único escudo contra las miradas indiscretas en aquel momento tan vulnerable.
Su mano libre subió hasta acariciarle la clavícula y luego subió hasta rodearle el cuello con un firme apretón. La presión era un amargo recordatorio de su apasionado y doloroso pasado antes del matrimonio, de lo estrechamente que podían entrelazarse el placer y el dolor.
Su agarre se tensó y, con los dientes apretados, Adrian rugió: «Tres años, Joelle. Te he buscado durante tres años. ¿Sabes cuántas veces he pensado en estrangularte?»
Sus ojos se abrieron de golpe para encontrarse con su mirada intensa e inyectada en sangre. La animosidad en sus ojos era palpable. «¿Cómo pudiste dejar que mi hija llamara papá a otro hombre? ¿Cómo pudiste, Joelle?»
Con un rápido movimiento, la apartó de un empujón. Jadeando y agarrándose la garganta, Joelle se tambaleó entre sensaciones abrumadoras de éxtasis y agonía. Adrian se puso de pie con frialdad, sus ojos oscuros ominosos. «Escúchame. Reclamaré a mi hija».
«¡No te atrevas!» replicó Joelle, levantándose para desafiarle. «¿Qué derecho tienes, Adrian Miller? Cuando estaba embarazada, querías que el bebé desapareciera. Yo la salvé. ¿Qué derecho tienes ahora a quitármela? Si lo intentas, te juro que será sobre mi cadáver».
Con una mueca, Adrián replicó: «Siempre hay otra manera: divorciarte de Rafael, volver con mi hija y no me importaría volver a aceptarte, aunque seas de segunda mano».
El término «mujer de segunda mano» la atravesó, frío y degradante. ¿Eso era todo lo que ella era para él? ¿Una mercancía usada? En un arrebato de desafío, Joelle levantó la mano y le golpeó en la cara. Adrian no hizo ningún movimiento para esquivar el golpe, aceptándolo como una deuda pendiente. En todo momento, el rostro de Joelle permaneció estoico, ocultando la tormenta que llevaba dentro.
«¿De verdad crees que soy la misma mujer que solías manipular? Adrian, antes de volver aquí, me preparé para todo, incluido tu intento de llevarte a nuestra hija. Déjame ser clara; eso nunca sucederá. Anticipé este movimiento hace dos años. ¿Quieres que Aurora conozca a su padre como alguien a quien no le importa, o prefieres que permanezca felizmente ignorante de quién eres en realidad? Piensa detenidamente si tus acciones son realmente por amor a ella antes de intentar arrebatármela».
Con estas últimas palabras, Joelle se dio la vuelta y le dejó solo.
Poco después, el teléfono de Adrian sonó con una actualización urgente de Paula. «Adrian, tienes que oír esto: hay una mujer desconocida en casa de tu ex mujer, ¡y los niños podrían estar en peligro!».
Dada su franqueza sobre su pasado, Adrian no se sorprendió por el descubrimiento de Paula, pero tomó su advertencia en serio, sabiendo que ella no inventaría tal afirmación. Después de terminar la llamada, se dirigió rápidamente a la casa de Joelle.
Mientras tanto, Gina, sintiendo la urgencia, se preparó para llamar a Joelle. «Gina». Aurora tiró de su manga, con sus grandes ojos parpadeando. «Mamá está ocupada con una reunión muy importante hoy. Quizá no deberíamos molestarla».
«Pero, ¿qué debemos hacer?»
Aurora parpadeó, su ingenuidad brillando. «Tengo una idea». Levantó la muñeca, mostrando el reloj inteligente.
Gina abrió los ojos sorprendida. «¿Llamaste a la policía?» Aurora asintió con la cabeza. «Sus acciones cuentan como allanamiento, ¿no?».
Mientras tanto, ajena a la trama que se estaba desarrollando, Paula adornaba su relato por teléfono, mientras Gina y Aurora compartían sonrisas conspirativas, ansiosas por presenciar la reacción de Paula ante el inminente caos.
Cuando Adrián y la policía llegaron simultáneamente, Aurora rompió a llorar y corrió hacia ellos. El corazón de Adrián se derritió, esperando que su hija buscara consuelo en sus brazos. Sin embargo, la niña le pasó por encima y se abrazó a un agente de policía. La expresión de Adrian se volvió sombría al darse cuenta de que su propia hija lo veía como a un extraño.
«¡Oficial, estoy aterrorizada!» Aurora gritó. «Esa mujer entró a la fuerza y me obligó a servirle agua. Mi hermano pequeño y Gina estaban aquí, pero ¿y si no hubieran estado?».
El oficial, conmovido por su súplica, cogió a Aurora en brazos para consolarla. «No te preocupes, cariño. Estoy aquí para protegerte». Aurora, con lágrimas en los ojos, señaló acusadoramente a Paula. «¡Entonces, por favor, agente, tiene que detenerla!».
Fue entonces cuando Paula comprendió la gravedad de su situación. Protestó con vehemencia: «¡No he hecho nada malo! Esta niña está manipulando la historia. Está mintiendo».
El agente, manteniendo su neutralidad, se volvió hacia Paula. «¿Es esta su residencia?»
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