Capítulo 169:

Rafael apareció ayer de la nada. Joelle se sorprendió. «¿No tienes trabajo?»

Rafael la miró, con voz firme. «Renuncio. Durante los próximos dos meses, estoy aquí para cuidar de ti y del bebé».

«Rafael…» Las mejillas de Joelle se sonrojaron con una mezcla de emociones, sus pensamientos dando tumbos unos sobre otros. Una vez había estado tan encaprichada con Adrian que se había perdido por completo, y temía ver a Rafael caer en la misma trampa. Sabía que ese tipo de amor no era sano.

«No pasa nada. Todavía no hay mucha gente que sepa de tu embarazo, lo que significa que no hay muchos que puedan ayudarte.»

«¿Pero qué pasa con tu trabajo?»

«El instituto de investigación me ofreció un puesto», explicó Rafael. «Me invitaron por primera vez el año pasado». Joelle exhaló lentamente, sintiendo alivio.

Su relación era un delicado equilibrio entre dar y recibir, un intercambio mutuo que ambos respetaban. Joelle no quería estar en deuda con él, y Rafael lo entendía perfectamente.

Cuando llegaron al instituto de investigación, un anciano con barba blanca como la nieve, que tenía un extraño parecido con Papá Noel, hablaba alegremente con Rafael. Al escuchar su conversación, Joelle se dio cuenta de que el instituto llevaba más de un año intentando reclutar a Rafael. Él ya los había rechazado antes, pero esta vez había venido a por ella.

«¿Podrías examinar su mano derecha? Te envié algunos detalles sobre ella antes», pidió Rafael.

«¡Por supuesto!»

Joelle aún no podía someterse a una prueba de radiación, pero el médico podía examinarla tocándole la mano y palpándole los huesos.

«Veo que tu mano derecha ha sufrido una grave lesión. Le pregunté a Rafael antes, pero mencionó que no estabas listo para hablar de lo que pasó. ¿Sigue siendo así?»

Joelle se removió incómoda. No es que no quisiera decírselo, es que el recuerdo era doloroso, una nube oscura que prefería evitar.

Al notar sus dudas, Rafael le puso una mano tranquilizadora en el hombro. «Joelle, tienes que contárnoslo todo. Es la única manera de que podamos ayudarte de verdad».

Apretó los puños, presa de la ansiedad. Sólo pensar en ese día, con su puesta de sol roja como la sangre, la hacía sudar frío. Pero Rafael tenía razón. Tenía que enfrentarse a ello.

«Hace cuatro años me secuestraron. El secuestrador me pisoteó la mano derecha durante una eternidad. Luego cogió un puñal y me atravesó la palma». Cerrando los ojos, Joelle aún podía sentir el peso de aquel día.

Cuando la daga le había atravesado la palma de la mano, no había sentido ningún dolor; tal vez los nervios de su mano derecha ya habían muerto cuando aquellos hombres la habían pisoteado sin piedad.

Pasó el año siguiente entrando y saliendo de hospitales, consultando a médicos de renombre de todo el mundo, pero a pesar de todos los tratamientos, su estado no había mejorado.

Pensaba que había hecho las paces con el pasado. Pero ahora, cuando los recuerdos resurgían, los ojos se le llenaban de lágrimas y el cuerpo le temblaba.

Rafael la rodeó suavemente con sus brazos, su voz suave y tranquilizadora. «Joelle, está bien. Todo ha terminado». Pero el corazón de Joelle estaba cargado de amargura.

Ella no estaba bien. Nunca podría estarlo. Aquel incidente había destrozado el sueño de su vida. Cada nuevo tratamiento reavivaba sus esperanzas, pero la realidad volvía a apagarlas sin piedad.

El viaje de vuelta transcurrió en silencio. Rafael, normalmente más hablador, parecía perdido en sus propios pensamientos.

Cuando llegaron a su casa, Joelle se volvió hacia él. «Rafael, creo que voy a descansar un poco».

«Joelle». El tono de Rafael era serio, su expresión conflictiva, como si luchara con las palabras que necesitaba decir.

«¿Qué pasa?»

«¿Te hirieron hace cuatro años porque estabas protegiendo a Adrian?»

La pregunta le cayó como un mazazo. Se apoyó pesadamente contra la pared, apenas capaz de mantenerse erguida. «¿Cómo lo sabes?»

Rafael respiró hondo, pero decir lo que pensaba no le produjo el alivio que esperaba.

«Hace cuatro años, Adrian fue blanco de un enemigo. Tu secuestro no fue un acto aleatorio, fue planeado. Descubrieron lo cerca que estabas de Adrian y te utilizaron para llegar a él. Por lo que he averiguado, el padre y el hermano de Rebecca también murieron en ese mismo conflicto».

Joelle había oído rumores después de ser rescatada, pero nunca había culpado a Adrian de los horrores que le habían ocurrido.

Desde los accidentes de sus padres, comprendía la carga que llevaba Adrian, el peso del honor de su familia descansaba únicamente sobre sus hombros. Y Adrian había venido a salvarla, solo, tal y como habían exigido los secuestradores.

Ella le había protegido del puñal en el último momento, pero no antes de que le golpearan hasta casi matarle.

No se arrepentía, ni entonces ni ahora. Nunca había buscado la atención o la compasión de Adrian a cambio de su sacrificio. Había sido su elección y sólo suya.

Pero Rafael no podía dejarlo pasar. Hasta ahora no se había dado cuenta de lo profundamente que Joelle había amado a Adrian, tan profundamente que había estado dispuesta a dar su vida por él. Rafael, antes tan confiado, ahora se encontraba vacilante.

¿Podría aspirar a sustituir a Adrian en el corazón de Joelle?

«Rafael, eso es cosa del pasado».

La miró, con ojos oscuros e intensos.

«Si estuviera en peligro, ¿te pondrías delante de mí?». El amor, cuando echaba raíces en el corazón de alguien, siempre venía con la esperanza de ser especial, de ser el que más importaba.

Rafael se arrepintió de haber hecho la pregunta en cuanto salió de sus labios, pero no pudo evitarlo: necesitaba oír la respuesta de Joelle.

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