Vuelve conmigo, amor mío -
Capítulo 134
Capítulo 134:
«Aquí tienes». Joelle sonrió. «¿Entramos?» Adrian permaneció clavado en el sitio, con expresión ilegible. «¿De verdad quieres divorciarte de mí?» Un ligero temblor recorrió a Joelle, no por ira sino por una calma tan profunda que llevaba consigo una silenciosa tristeza. «Hemos llegado a esto. ¿Qué otra cosa podemos hacer sino divorciarnos?»
La mirada de Adrian se volvió gélida. «Ni siquiera te he reprochado tu relación con Rafael, ¿y aun así quieres acabar con nuestro matrimonio por Rebeca?».
Joelle tomó aire y se acercó hasta que pudo mirarlo directamente a los ojos. «¡Bueno, al menos Rafael no habría permitido que me humillaran delante de su familia!».
Sus palabras golpearon a Adrian como una bofetada. Sus puños se cerraron involuntariamente, la rabia hirviendo a fuego lento bajo la superficie. Pero cuando miró a Joelle a los ojos, se encontró perdido. «Joelle, te dije que te compensaría. Lo dije en serio. Quiero construir una buena vida contigo. Lo que pasó con el bebé… Eso es culpa mía.»
Joelle siempre había sido la que evitaba la confrontación, nunca quiso verlo luchar así. «Adrian, lo que dije ayer sigue siendo válido. Si envías a Rebecca y a su madre fuera de la ciudad, no necesitaremos divorciarnos. ¿Puedes hacerlo?»
Sus miradas se cruzaron en una batalla silenciosa. La expresión de Adrian se volvía más conflictiva a cada segundo que pasaba. «¿Tienes que empujarme tan lejos?»
Joelle sabía el resultado mucho antes de esto. «Vamos adentro, Adrian. Cuanto antes finalicemos el divorcio, antes habrá terminado.»
De repente la agarró de la muñeca, con la desesperación impregnando su voz. «¿Lo has pensado bien? Si nos divorciamos, no recibirás ni un céntimo».
«Por supuesto que sí. Firmamos un acuerdo prenupcial, ¿recuerdas? No aceptaré nada que no sea mío». Adrian se sintió como si estuviera golpeando una pared de ladrillo, su frustración aumentando a medida que su agarre se tensaba.
«¿Y qué pasa con Shawn? ¿Ya no te importa? ¿Cómo se sentirá si te divorcias de mí?» Joelle le soltó la mano. «Para empezar, Shawn nunca quiso que me casara contigo». Sus palabras dejaron a Adrian momentáneamente sin habla.
«Has estado planeando esto durante un tiempo, ¿no?»
«Diablos, ¿no es obvio? Quería el divorcio hace meses, cuando lo planteé por primera vez. Entonces iba en serio, y nada ha cambiado».
Meses atrás. La mente de Adrian volvió a aquella época. Por aquel entonces, Joelle no estaba embarazada, pero su trato con ella había sido frío, incluso cruel. No era de extrañar que quisiera el divorcio.
Adrian se dio cuenta de que no había nada más que decir. En silencio, entraron juntos en el juzgado.
El proceso de divorcio fue rápido. Cuando salieron a la luz del día, Joelle contuvo las lágrimas y una sonrisa brillante se dibujó en sus labios. «Adie, te dejo ir. Ahora los dos somos libres».
Adrian apretó la mandíbula, sin pronunciar palabra. Con paso decidido, se alejó, llevando sus largas piernas hasta el coche.
El conductor miró por el retrovisor y vio a Adrian desplomado, con el brazo cubierto sobre los ojos, ocultando cualquier rastro de emoción. El conductor no había previsto una reacción así por parte de Adrian después del divorcio.
Todos los que conocían el matrimonio de Adrian y Joelle sabían que Adrian nunca quiso a Joelle. El divorcio debería haber sido un motivo de celebración, una razón para descorchar champán. Entonces, ¿por qué estaba así ahora? Sin saber cómo consolarlo, el conductor se limitó a negar con la cabeza.
El coche no tardó en llegar a la villa, donde Leah estaba sentada sola en la escalera de entrada. Cuando Adrian salió, Leah se levantó rápidamente. «Joelle se mudó esta mañana temprano», le informó.
Adrian vaciló un instante, pero recuperó rápidamente la compostura. «Leah, puedes volver a la mansión Miller o retirarte. La elección es tuya».
Leah había sido enviada aquí para cuidar de Joelle. Ahora que Joelle se había ido, ya no tenía motivos para quedarse.
«Señor, ¿de verdad va a dejar que Joelle se vaya sin luchar?» Adrian sintió un nudo en la garganta, pero se obligó a mantener la calma. «Ya que ella quiere irse, ¡no la detendré!»
Con un suspiro resignado, Leah empezó a empaquetar sus pertenencias. Esa tarde regresó a la mansión Miller. Mientras tanto, Joelle, sin otro lugar adonde ir, se mudó temporalmente con Katherine.
Durante los dos primeros días tras el divorcio, Joelle continuó con su rutina como si nada hubiera cambiado: iba al trabajo, volvía a casa… su vida transcurría en una extraña calma, como suspendida en un sueño.
No había planeado hacer público su divorcio, pero la noticia llegó a oídos de Rafael. Esa noche, Rafael la esperó en la puerta de su trabajo.
Caminaron en silencio durante un rato antes de que la mirada de Rafael se desviara hacia su vientre. Probablemente se le estaba empezando a notar, y Joelle había tenido cuidado de llevar ropa holgada.
«¿Planeas mantener a este bebé en secreto de Adrian para siempre?» Rafael preguntó.
«Sí». El peso que había estado presionando el corazón de Joelle se levantó después del divorcio. Sin la carga de ser la esposa de Adrian, sintió una sensación de libertad que no había conocido en años.
Rafael dudó, atrapado entre la lealtad a su amigo y la empatía por Joelle. Como confidente de Adrian, sentía que debía contarle lo del bebé. Pero también había sido testigo de la desesperada lucha de Joelle por tenerlo.
La noche antes de someterse al aborto, Joelle había sollozado y le había suplicado ayuda. Y lo del divorcio, no lo habría hecho si no la hubieran llevado al límite.
«Joelle, tu secreto está a salvo conmigo.»
«Gracias, Rafael.»
«Hay algo más. Puede que tu muñeca aún tenga una oportunidad de curarse, pero, para empezar, ¿puedes decirme cómo se lesionó?». preguntó Rafael.
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