Capítulo 2:

Para sorpresa de Victoria, él le puso una manta sobre el cuerpo.

Victoria abrió un ojo para observar.

Él la vio mirarlo, entonces se acercó.

“Hola, me llamo Pablo. Supuse que tenías frío y te puse una manta”

Le sonrió.

“¿Por qué esta noche todos me sonríen?”

“Mira la noche es muy dura para la gente como nosotros, te dejo una tarjeta, si quieres puedes venir más tarde”

Sin decir nada más se dio media vuelta y se alejó.

Ella se sentó.

«¿Qué habrá querido decir con gente como nosotros?».

Entonces miró la tarjeta.

[Grupo de adictos anónimos. Si no tienes trabajo, que comer o dónde dormir. Nosotros podemos ayudarte. Abierto las 27 horas]

Y a continuación una dirección.

Seguro se trataba de algún adicto rehabilitado trabajando para una ONG.

Pero ella no era una adicta.

Era solo una chica asustada escapando de un hogar abusivo.

Arrugó la tarjeta con la intención de desecharla, pero en lugar de eso se la guardó en el bolsillo.

Luego se tumbó en la banca, apoyó su cabeza en la mochila y tapándose con la manta recién adquirida, trató de dormir.

Cosa que le sería imposible.

Como era de esperarse pasó la noche con un ojo abierto y el otro cerrado.

Gracias al té que le había ofrecido aquella gentil joven y la manta cedida por el chico del grupo de adictos, no había pasado frío.

El amanecer despuntaba y el sol ya se abría paso entre las demás estrellas para regentear en el firmamento.

Se sentó y se desperezó como si hubiera pasado una noche magnífica.

Juntó sus cosas y se dio cuenta que precisaba con urgencia un baño. Así que comenzó a caminar rápidamente, solicitó entrar al baño en infinidad de lugares, pero en ninguno tuvo suerte, es más, fue echada de muy mala manera.

No quería desanimarse, pero le estaba siendo difícil no hacerlo.

Lamentablemente tuvo que utilizar el recurso que tantas y tantas veces había repudiado, o sea esconderse detrás de unos arbustos para hacer sus cosas.

Una vez saciadas sus necesidades fisiológicas, comenzó a caminar.

Su idea era alejarse del centro de la cuidad.

Sabía que en esa zona había muchas casas, que en su momento habían sido mansiones y ahora estaban abandonadas.

Por un momento fantaseó con que era una mujer rica y refinada buscando una mansión que comprar.

Se detuvo frente a una casa.

No era demasiado grande, pero su arquitectura era exquisita.

Con mucho esfuerzo logró abrir el pesado portón en hierro, no estaba con cerrojo, pero si pesado, por desuso, alguna enredadera que lo usurpó y el hierro ornamentado en sí mismo.

Se notaba deshabitada, pero no parecía abandonada del todo, y mucho menos estar en ruinas.

Aunque el jardín descuidado y la hierba muy crecida, denotaban que hacía mucho tiempo que nadie iba por allí, y sobre todo nadie le estaba haciendo mantenimiento.

Al llegar a la puerta principal se encontró con que estaba cerrada.

Buscó por todas las macetas hasta que encontró las llaves y pudo ingresar.

Era una casa hermosa.

Estaba llena de muebles, pero cubiertos con lienzos para preservarlos.

Un gran salón le daba la bienvenida al pie de un par de escaleras que llegaban al piso de arriba de una forma majestuosa.

La recorrió corriendo, hasta que llegó a la cocina, se encontró con una gran alacena con varias latas de comida en vigencia.

Era seguro que alguien la había surtido y luego no había ido.

Para su sorpresa contaba con luz y agua, así como gas.

Solo era abrir las llaves.

Estaba en la gloria, había encontrado un lugar donde vivir, aunque fuera por un tiempo.

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