Vendida como novia de un magnate -
Capítulo 41
Capítulo 41:
POV Sofía.
“¿Entonces?”.
“Soy un hombre de mundo, y sé reconocer a una buena mujer… sobre todo una mirada tan pura como la tuya”.
“Diego… mi esposo fue declarado muerto hace unas semanas”.
“Lo siento… realmente lo siento, por favor, no rechaces mí apoyo, Sofía, estás sola… yo solo quiero brindarte un apoyo”.
“Acepto”.
El hombre quedó consternado, incluso se le fueron las palabras que tenía en su boca.
“¿Qué?”.
“Acepto… acepto tu apoyo… tú tienes razón, estoy realmente sola, y embarazada… y con mucha sed, Diego”.
“¿Sed?”, asentí de forma lenta.
“Si, sed”.
“Sofía”.
“Quiero vengarme”.
“¿Qué?”.
“Quiero hacer justicia… hundir a todos los que nos hicieron esto… principalmente a Rafael Bailléres”.
“Escucha”.
“Dijiste que tenías poder, ¿No es así? Incluso creo que tienes más que ese mismo hombre… y si tú puedes ayudarme, Diego… incluso haré cualquier cosa que me pida”.
Su asombro pasó a un mayor nivel, pero pude ver el brillo de sus ojos, y una determinación en su mirada que me aseguró que había hecho lo correcto.
“¿Entonces?”, presioné.
No estaba en mis sentidos completos, y solo restaban unos minutos para que quisiera tirarme en una cama. No podía dejar pasar esta oportunidad,
Diego se arrimó otro poco, y sin titubear lo dijo.
“Es evidente que sabes que no voy a rechazar tu propuesta… y solo faltan tres dedos de frente y ser muy idiota para no aprovechar esta oportunidad… cualquiera… cualquier hombre arriesgaría todo, por una mujer como tu Sofía… y yo… yo no soy la excepción”.
Mis dientes se apretaron, y luego vi cómo él tomó mi mano.
“Si quieres poner a todo México patas arribas, y sacudirlo para encontrar a los culpables, lo haré en un chasquido… cuenta con eso”.
Sentí que las lágrimas se acumularon en mis ojos, pero me resistí a dejarlas caer.
“La abuela quiere que me vaya con ella a E$tados Unidos… pero no saldré de aquí, hasta que esa gente esté detrás de las rejas, Diego… quiero verlos arruinados”.
“Pues… lo planearemos… y aun cuando sé que estás haciendo esto por el dolor que tienes ahora… no me importa con tal de ser parte de tu vida”.
Pasé un trago duro por mi garganta y miré la mano de Diego, que ahora sostenía la mía.
Su tacto me era completamente ajeno, pero la sangre hirviéndome por la ira que me consumía, solo me hacía ciega, y me obligaba a ver una sola cosa.
La venganza…
Odiaba que tuviese que esperar.
Mi recuperación iba lenta, y los días pasaban eternos, mientras cada noche había un llanto que dolía más que el otro. Cada vez que abría mis ojos por la mañana, solo quería quedarme mirando a la nada, y por primera vez en mi vida mi respiración era demasiado lenta.
No sé qué parte me dolía más, pero era muy difícil. Estaba este deseo que me quemaba por dentro de vengarme, pero de repente también esta desolación que incluso dolía mucho más.
Cuando abrí mis ojos, después de una semana, me quedé abrazando almohada cuando sentí otro movimiento. Mis lágrimas se escurrieron cerrando mis ojos, y recordé el día en que Gael puso la mano en mi v!entre y me sonrió.
Quería pensar que era una pesadilla, creer que estaba en ella, me alimentaba de alguna forma, Había algo en mi subconsciente que me decía que despertaría en cualquier momento, y que, al girarme sobre la cama, vería esos ojos negros que me hacían sentir de forma perfecta.
“Estoy en una pesadilla… lo estoy”, acaricié mi v!entre.
“Nos despertaremos bebé… lo haremos”, los ojos me dolieron, y ya tenía una irritación muy grande en mis párpados cuando escuché los toques en la puerta.
Solo me moví un poco para saber que era Helena, y pude notar que su aspecto no era diferente.
“Cariño, buenos días… te mandé a que te trajeran el desayuno… ¿Cómo amanece mi bebé?”.
Traté de sentarme un poco, ya podía manejarme mejor con el hombro y la escayola.
En unos veinte días más o menos me quitarían el yeso de la pierna, y estaba incluso ansiosa por poder caminar como era debido. La abuela se sentó en la cama, acarició mi v!entre y luego miró mi rostro.
“No estoy muy segura de lo que quieres hacer… pero cuenta con mi apoyo”, tomé su mano y la besé.
“Cuando esto termine, nos iremos juntas para siempre”.
Ella bajó la mirada.
“Sofí… la policía llamó… quieren que vayamos a la morgue”.
Mis ojos se abrieron desmesuradamente.
“¿Encontraron…?”.
“La ambulancia, el personal y todo estaba en un barranco… todo está quemado”.
Un estremecimiento me recorrió con fuerza.
“Yo no puedo tener la fuerza… ¿Por qué no investigan ya a ese hombre, a esa mujer Camila y su familia? ¡Esos hombres que dispararon! ¡Qué pasa con la justicia de este país! ¡Ahhhhhhhh! Ellos se llevaron a mi Gael… ¡Lo arrancaron de mis manos!”
El llanto me golpeo con fuerza y Helena vino a abrazarme. No quería ser consolada, yo necesitaba levantarme rápido de aquí.
Con todo el esfuerzo, y después de unas horas, estábamos saliendo de la mansión, y tomé mi teléfono cuando subí al auto con la muleta, y luego llamé a Diego.
Fueron tres tonos cuando contestó
“Sofía… vi tu mensaje. Estoy saliendo de una reunión. ¿Dónde estás?”.
“Nos pidieron ver el cuerpo”.
“Bien, iré contigo… debo hablarte de algunas cosas que he investigado”.
“Perfecto”.
Terminé la llamada, y miré a la abuela. Ella no estaba muy cómoda con mi acuerdo con Diego, solo le había hablado del tema los días anteriores, y confeso que no iba a intervenir en este asunto.
Ella se veía muy baja de ánimo, y pronto se reuniría con el hermano de Gael, que venía de Francia.
Una vez que llegamos al lugar, nos pusieron tapabocas, y algunas cosas de seguridad. Tenía las piernas temblorosas, y quería vomitar en este momento.
“Parece que la ambulancia se volcó… están investigando… los cuerpos son un poco irreconocibles, hubo mucho fuego y”.
“Ustedes solo hablan mentiras… ¿Quién les paga?”.
Helena abrió los ojos tomando mi mano, y negó hacia mí.
“Sofí”, ella me apartó.
“Se supone que no debes dejar que tu ira gane… este hombre puede alertar a otros… y ellos estarán atentos”.
Bajé la mirada y apreté los ojos.
“Tienes razón”.
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