Una mamá psicóloga
Capítulo 83

Capítulo 83:

POV Jeremías

“Vine por ustedes, necesito que vengan aquí para llevar a mamá al hospital”.

El miedo me llena.

Escucho las sirenas más allá en la carretera y algo se mueve a unos metros de mí en los arbustos.

Mis ojos se encuentran con mi niño, el alma vuelve ligeramente a mi cuerpo mientras corro hasta ellos y veo a Lucas abrazando a su hermana que no deja de llorar.

Miro mis manos ensangrentadas, las limpio en mi pantalón para cargar a la niña y beso a mi hijo antes de pedir caminar conmigo de regreso a la carretera, me siento agradecida.

Trato de calmar a mi hijo mientras nos acercamos al lugar del accidente.

Lucia oculta su rostro en mi cuello mientras su hermano simplemente se tensa y no dice absolutamente nada.

“¿Estás bien?”, digo deteniendo a mi hijo.

“¿Podemos quedarnos aquí hasta que venga la abuela?”

“No, quiero ver a mami”, me dice.

“Ya no tengo miedo papá”.

Beso a mi hijo en su frente.

Le digo que es todo un hombrecito, e intento calmarlo cuando ve a Lizbeth ser trasladada dentro de una de las ambulancias.

Veo a mi madre correr hasta mí.

Sus ojos se mueven hasta los niños y cuando la madre de Lizbeth se acerca hasta mí, les agradezco que tomen a los niños en sus brazos.

“¿Cómo está ella?”, digo pasando una mano por mi frente.

“Su pulso era débil y necesitaba sangre, pero necesitaba encontrar a mis hijos antes de…”

“No te preocupes muchacho”, dice mi suegra.

“Comprendo completamente lo que está pasando”, asiente.

“Los doctores dijeron que está estable, pero necesita ser trasladada de urgencia, tu tío…”

“Ese hombre no me importa”, le digo.

“Iré con Lizbeth, por favor lleven a los niños a casa y luego al hospital”

Mi madre asiente.

Lucas trata de ir conmigo, pero le pido que se ayude a cuidar de su hermana antes de correr hasta la ambulancia para marcharnos al hospital.

Llegamos una hora después, veo a Lizbeth ser llevada hasta la sala de cuidados de emergencia.

Me dejo caer en una de las sillas de la sala de estar y ni siquiera sé que voy a hacer ahora, no puedo perderla a ella.

No por culpa del maldito de mi tío.

Cierro los ojos sintiendo mi cabeza a punto de estallar.

Un doctor se acerca hasta mí con un formulario en su mano.

“¿Usted es el esposo de la chica que acabamos de recibir?”, me cuestiona.

“Necesitamos su firma aquí e informarle que la herida no logró ir demasiado profundo, pero sí perdió mucha sangre, afortunadamente logramos detener la hemorragia y la transfusión ayudo así que tanto la madre como el bebé están bastante estables”, entrega el formulario

“Este es el formulario de pago”.

“¿Bebé?”, digo poniéndome en pie.

“¿Qué bebé?”

“Su esposa está embarazada”, responde.

“Supongo que no lo sabía y realmente no sé si deba decir esto, pero…”, sonrío.

“Felicidades.”

El médico me deja completamente mudo.

Caigo en una de las sillas conmocionado mientras la felicidad se mueve por mi cuerpo como jamás pensé que podría hacerlo.

Tendremos un hijo, Lizbeth y yo tendremos un bebé.

POV Lizbeth

Mi cabeza se siente pesada, pero trato de alejar esa niebla en ella antes de parpadear, las luces que caen sobre mí me siegan por un momento, pero después de varios minutos me doy cuenta de que estoy en una habitación de hospital.

De repente los sonidos se mueven a mi alrededor, el aparato para monitorear el latido de mi corazón suena de manera insoportable a la par que mi garganta se siente reseca.

Los recuerdos de lo que sucedió en la carretera me altera.

Intento ponerme en pie de un golpe, pero esto solo hace que mi cabeza duela más, así que un quejido escapa de mis labios.

Noto la mano que sujeta una de las mías, muevo los ojos hasta abajo tragando grueso y siento que mi corazón se detiene al ver al hombre dormido junto a mí a un lado de la cama, su rostro está marcado por algunos golpes.

Su frente está lastimada y asumo que si está aquí es porque las cosas quizás sí que salieron bien.

El hombre junto a mí abre sus ojos, su mirada adormilada se encuentra con la mía antes de ponerse en pie de un salto.

Sus labios besan los míos dejándome ligeramente mareada.

“Oh mi amor, estás despierta”, me dice.

“Gracias a los cielos estaba asustado”.

“Los niños están…”

“Los niños están bien”, me dice.

“Se escondieron bien y mi tío no pudo ir por ellos”

Me besa una vez más.

“¿Te sientes mal?”

Niego tratando de contener las lágrimas.

Jeremías pega su frente a la mía mientras su boca vuelve a tomar la mía, el ardor en mi pecho crece.

Las lágrimas caen de mis ojos mientras lo abrazo con mis manos débilmente y Jeremías me abraza haciéndome notar un ligero dolor en el v!entre.

“¿Fue muy grave?”, murmuro con una pequeña sonrisa después de unos minutos.

“Me duele muchísimo…”

Mi esposo se aparta, aleja la sanaba de mi cuerpo y me muestra la cicatriz de unos diez puntos que han suturado de un modo bastante pulcro, alejo los ojos de ella cuando los malos recuerdos regresa.

Jeremías me cubre una vez más antes de tomar mis manos en la suyas.

“¿Llamaré al doctor y dejaré que te examines, aunque no pareces tener ningún problema realmente? ¿Necesitas algo?”

“Agua”, admito.

“Y ver a mi madre, a los niños, necesito que todos sepan, que estoy bien, necesito saber que tu tío no va a…”

“Esta… esposado en una camilla, ahora mismo”, responde Jeremías.

“Está bastante débil, tuvieron que retirarle un riñón, pero ese maldito va a seguir vivo”, niega.

“Pero pasará el resto de su vida en una prisión”

“Yo traté de cuidar de los niños, dime por favor que no volvieron atrás en su tratamiento por mi causa”.

“Hiciste todo correcto”, responde mi esposo.

“Los niños están bien, todos estamos bien y solo estábamos preocupados de que no despertaras, era peligroso que pasaras más de dos días inconsciente”.

“¿Dos días?”

Llevo una mano a mis labios.

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