Una mamá psicóloga
Capítulo 71

Capítulo 71:

POV Jeremías

“Entonces eso haremos”, decido.

“Dime como están las cosas en casa, el conejo de la carretera no ha vuelto, ¿Verdad?”

“Por ahora no…”, suspira.

“Pero realmente me siento mal de estar metiéndolos a ustedes en esto, no quiero que los niños…”

“Te dije que todo estará bien”; repito.

“Tengo una cita en la tarde, pero estaré en casa para la cena, así que espérenme”.

“Eso haremos entonces”, responde ella.

“Voy a… a ver como va Lucía, la dejé haciendo unos ejercicios”

“Cuida bien de nuestros niños Lizbeth”; digo.

“Nos vemos en la noche”.

Corto la llamada después de escucharla murmurar un vergonzoso hasta pronto.

Camino hacia la caja de seguridad de la oficina y la abro para sacar el revólver que suelo guardar ahí.

Mi hermano odiaba que supiera manejar un arma, le molestaba que tuviera una conmigo la mayoría del tiempo, pero supongo que ahora realmente será útil, aunque no quiero tener que usarla.

Después de recoger la bolsa con el dinero que preparé hace unas horas de una de las gavetas en mi escritorio, simplemente meto el revólver bajo mi camisa y salgo de la oficina hacia el auto.

La dirección que ese desconocido envío está a media hora de la ciudad.

Es una vieja fábrica de ropas que cerró hace unos años.

Conduzco dudando una y otra vez si estoy listo para escuchar lo que sea que voy a escuchar, pero las pruebas que aún están guardadas en mi auto.

Las dudas de todo lo que ha sucedido con mi tío y sus amenazas me hacen imposible no ir.

Llego al lugar a la hora indicada, me doy cuenta de que quien sea que me citó aquí vino en una motocicleta y llevo la mano al lugar donde tengo oculto el revólver una vez camino dentro de las puertas de este lugar.

“veo que eres un hombre de palabra”.

La voz familiar viene desde la oscuridad.

Me giro hacia esa voz, pero el hombre completamente cubierto del rostro que se acerca no luce muy interesado en matarme.

Me relajo un poco antes de lanzar la bolsa con el dinero al suelo.

“Tres millones”, le digo.

“Di lo que tengas que decir y tómalo”.

“¿Estás apresurado?”, el sujeto silba.

“Como quieras”

Saca algo de su bolsillo y lo extiende en mi dirección.

“Esta es la dirección de la persona que vio lo que tu querido tío me ordenó hacer”.

“¿Qué?”

El sujeto suspira.

“No voy a decir que estoy orgulloso, pero tampoco tengo algún cargo de conciencia porque no los conocía”; me dice.

“Pero sé que la persona que salvo a tu hermano se llevó con ella las pruebas, cuando choque el auto pensé que solo era cuestión de tiempo que murieran pero…”

Corro hasta él y lo sujeto del cuello.

El tipo no se defiende, pero tampoco hago mucho más.

Él sigue su explicación como si realmente no estuviera hablando de que mató a mi hermano.

“Tu tío quería que fuera un accidente, me dio cuarenta mil dólares por eso”, chasquea la lengua.

“Pero ese desgraciado dejo de pagar la cuota mensual a mi madre así que no le debo nada”, sonríe bajo la máscara.

“Dile que te conté encuentra las pruebas y voy a declarar en su contra”.

“¿Por qué si encuentro las pruebas?”, lo suelto.

“¿Por qué estás haciendo esto?”

“Porque voy a llevarlo a mi terreno”, responde.

“Aquí fuera, él puede acabar conmigo, pero en prisión, no va a tener la misma autoridad”.

El tipo me empuja para soltarse de mi agarre.

Luego toma la bolsa con dinero y después de cerciorarse del contenido, la echa sobre su hombro.

Él camina hacia la entrada de la fábrica para marcharse, pero se detiene durante un instante.

“Yo no sabía que estaba su familia dentro”, dice.

“Puedo hacer mucho por dinero, pero una mujer embarazada es algo diferente, es como los niños, algo que muy pocos se atreven a hacer”.

“Eso no me consuela”, respondo.

“Igual mataste a un hombre”.

“No lo dije para consolarte, lo dije para que te quedara claro que incluso un matón como yo tiene más conciencia que ese desgraciado que tienes por tío”.

El hombre desaparece por las puertas.

El silencio atronador me rodea durante unos minutos más y cuando salgo de la fábrica abandonada solo está mi auto fuera.

Subo a este intentando pensar en que hacer a continuación, pero mi móvil suena distrayéndome.

Contesto sin mirar pensando que es Lizbeth.

“Ya estoy por llegar a casa, diles a los niños que…”

“Hola Jeremías, supongo que después de todo, si conseguiste un reemplazo para mí, supongo que eso de que te destrozaría el corazón si me marchaba, no era cierto después de todo”.

“¿¡Qué infiernos haces llamándome!? ¿¡Por qué demonios tienes mi número!?”

“Te extrañé”, responde.

“Y estoy de regreso en la ciudad, así que pensé que podría ver a…”

“¡Vuelve por donde viniste Elena!”, grito.

“No te acerques a mi casa, no se te ocurra aparecer frente a mí”

POV Lizbeth

“¿Qué fue lo que sucedió cariño?”

Cuestiona mi madre mientras regresamos a la habitación de mi padre desde la máquina de café.

“¿Por qué hay dos hombres sentados en la sala de espera fuera de la habitación? Además… ¿Por qué me llamaste diciendo que te irías?”

“No hay nada que preocuparte mamá”, respondo.

“Solo… tuve una pequeña crisis, pero todo está bien ahora”.

Ella sonríe y trato de hacer lo mismo, no quiero preocuparla, no ahora que mi padre está mucho mejor.

O al menos desde la última vez no ha tenido otra crisis y eso definitivamente me hace feliz, así que no pienso atormentar a mi madre con todas las llamadas de amenazas.

Llegamos a la habitación donde dejamos a mi padre con los niños, mi corazón se acelera cuando veo a mi padre sonriendo como hace meses no lo hace mientras Lucas le cuenta alguna cosa.

Lucia por su parte está simplemente sentada a su lado jugando con su cabello.

“Oh, han vuelto”

Mi padre me mira.

“Qué lindos niños tienes”.

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