Una mamá psicóloga -
Capítulo 69
Capítulo 69:
POV Jeremías
“Decidí que debo irme, pagaré el tratamiento de mi padre por mi cuenta, así que solo pasemos esta noche en familia y mañana cuando lleve a los niños con su abuela les diré que debo irme”, explico.
Lizbeth se marcha dejándome en medio del jardín, veo a los niños tratando de entender qué está pasando con mi mujer ahora mismo, pero cuando mi móvil comienza a sonar no tengo otro remedio que responder.
“¡Que!”
“Deberías apresurarte”, dijo ese maldito desconocido.
“Tu tío va a perder los estribos en poco tiempo”.
“No tengo pruebas para incriminarlo”, le digo.
“Además, el caso de mi hermano fue cerrado, para reabrir ese caso necesito una prueba lo suficientemente contundente como para justificarlo con mi madre”.
“Puedo darte esa prueba”, responde.
“Una prueba que respira o al menos aún lo hace”.
“¿Qué está diciendo?, ¿Existen testigos?”
“Sí, pero esa información costará mucho dinero y esta vez quiero verte en persona porque necesito contarte muchas más cosas de tu tío”
El odio pinta su voz.
“Además, quiero que le entregues algo a tu tío de mi parte cuando le cuentes que fui yo quien te lo contó todo”
POV Lizbeth
Ni siquiera puedo dormir en toda la noche, me duele tanto marcharme que estoy volviéndome loca, pero necesito hacerlo.
Necesito mantener a salvo a los niños.
Además de que ellos y Jeremías ni siquiera tienen algo que ver con esta situación, con mis errores o mis decisiones.
Salgo de la cama en silencio.
Jeremías se marchó de casa ayer después de que discutiéramos.
Camino por el pasillo hasta la habitación de los niños, tenía la esperanza de dormir con mi esposo y cenar con los niños hoy para despedirme, pero no puede hacerlo, así que solo trataré de sonreír hasta el último momento.
Lo primero que veo cuando entro a la habitación es al perrito que su abuela le regalo, no sé realmente cuánto costó, pero realmente está demasiado flaco y pelón para mi gusto.
El animal gimotea haciéndome sonreír, tomo al pequeño perro en mis manos antes de abrir las ventanas de la habitación.
“Buenos días, mis…”
Las lágrimas se acumulan en mis lágrimas.
“Amores”
Abro las otras cortinas y siento mi corazón romperse cuando Lucas se estira tiernamente sobre su cama.
Lucia limpia sus ojos para alejar por completo el sueño y sé que esto va a dolerme demasiado, mucho más que el no poder decirle a Jeremías que me gusta.
“¿Qué tal si vamos a casa de sus abuelos hoy?”, les pregunto.
“Wellington debe querer ir a ver a la abuela”
“¡Sí!”, responde mi niño.
Me acerco a la cama de lucia y peino sus desorganizadas trenzas.
Trago la incertidumbre en mi corazón.
Miro a mi hija durante un momento e intento una vez más que diga alguna cosa.
“¿Puedes decirme qué tal dormiste?”, ella niega.
“Me encantaría escucharte decir alguna cosa antes de que…”
La niña aleja la mirada y suspiro.
“Bueno, vamos a alistarnos para ir a casa de la abuela”
Lucía me besa en la mejilla, pero no dice nada.
Mi corazón duele mucho más con ese gesto y me toca respirar varias veces antes de ir por la ropa para las niñas.
Paso una mano por mi cabeza mientras me digo que esto es lo mejor para todos y que de todas formas sucedería.
Distraigo mi mente alistando a los niños, le doy de comer al perro mientras ellos desayunan.
“Lucas…”
Miro a mi niño comer su desayuno.
“¿Qué tal las cosas con el doctor?”, cuestiono.
“¿Ya no has tenido más de esos ataques, verdad?”
“El doctor dijo que no debía tener miedo”, comenta.
“Además, ya tengo una linda mamá que me cuida”, sonríe.
“Y Lucia no llora, las noches ya no dan miedo”.
“Eso es maravilloso”, respondo con mi voz temblorosa.
“No sabes lo feliz que estoy de que estés mejor”
Mi corazón duele tanto que no puedo respirar.
“Ojalá y Lu dijera algo para mí”.
Acaricio la mejilla de la niña que sigue comiendo su desayuno.
Decido forzarme a comer el mío porque tengo que tener todas las fuerzas posibles para alejarme de estos pequeños niños.
Recojo las cosas de los chicos antes de meter mi maleta en el auto.
Una vez ambos chicos están sentados en el asiento trasero con su cinturón de seguridad, conduzco en silencio hacia la casa de mi suegra.
Me preocupa cómo reaccionará la madre de Lucas cuando le diga lo que está sucediendo.
Después de que le rogué que me diera una oportunidad, ahora debo abandonar a los niños.
Llegamos a casa de mi suegra.
Agradezco que los niños corran hacia el jardín para jugar con el perro.
Salgo del auto con las manos temblorosas y sintiendo el sudor corriendo por mi espalda.
Me digo que debo mantener la calma, que estoy haciendo lo mejor y que solo debo explicarle a Laurens que todo fue un contrato.
Camino hacia la casa, le pido a los niños no ir cerca de la piscina antes de entrar a la casa y mi suegra me recibe con una pequeña sonrisa.
“¿Por qué estás aquí de repente?”, trato de sonreír.
“Dijiste que no vendrías si no era necesario”.
“Verás Laurens yo…”
Trato de encontrar las palabras para decirle lo que estoy por hacer.
“Traje los niños porque voy a…”
“Vamos a ir a una cena”
Me volteo para encontrar a mi esposo ahí.
“Cuida de ellos mientras hablo con Lizbeth, mamá”.
“¿Vas a dejar a los niños para ir a una cita con esta mujer?”
“No es el momento, mamá, cuida de tus nietos y te pido de favor que no llames a mi tío por ahora”.
“¡Sé lo que estás haciéndole a Antoni Jeremías!”
Mi suegra frunce el ceño.
“No puedo creer que…”
“Deberían hablar de eso”, interfiero.
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