Una mamá psicóloga
Capítulo 61

Capítulo 61:

POV Jeremías

“Por cierto, felicidades, pensaba comprar unas flores, pero no tuve oportunidad, cuando mi madre llamo yo corrí hasta aquí”.

Sonrío sin poder evitarlo.

Me doy cuenta de que mi marido está genuinamente feliz por mi logro y no puedo evitar darle un ligero golpecito en la pierna con mi mano, pero cuando trato de apartarme la lleva hasta sus labios.

“Igual iremos a cenar”, me informa.

“Como familia y celebraremos que oficialmente eres una psicóloga”, sonríe.

“¿Dónde te gustaría trabajar?, asumo que lo ideal es que estés cerca del colegio al que irán los niños, así podrás verlos y te hará fácil llevarlos de camino al trabajo cuando yo no pueda hacerlos”.

Mi sonrisa se debilita ante esas palabras.

Mi corazón se siente repentinamente desolado y supongo que Jeremías no está pensando realmente en el futuro.

Un futuro tajante en el que nuestra relación va a terminar.

Bajo la mirada a mi regazo.

Me cuestiono si realmente podre alejarme de ellos ahora que he comenzado a sentir el mundo llenarse de alegría como nunca antes.

¡Cielos, sabía que esto ser haría un problema!

Me digo que mejor simplemente, no pienso en eso pero ahora e intento apartarlo de mi mente mientras disfruto de la cena familiar que Jeremías prometió.

Regresamos a casa alrededor de las diez.

El perrito y los niños están dormidos en la parte trasera del coche para cuando estacionamos el auto.

“Vamos a ver qué hacemos con esto”, murmura Jeremías tomando al cachorrito.

“No sé cómo permitiste que mi madre les regalara un perro”.

Sonrío tomando a Lucia en brazos.

Mi esposo deja al perrillo en el portal antes de regresar para tomar a Lucas en sus brazos y le hago algunos mimos al animalito mientras espero para que Jeremías abra la puerta.

“Es una monada, ¿Como podría no permitirlo?”, admito mientras el perrito corre dentro de la casa conmigo.

“Además una mascota, quizás pueda ayudar a Lucia”

“Esperemos que sí”, respondo él antes de besarme.

“Ahora, dejemos a los niños en la cama y tomemos unas copas”.

Mi marido me guiña.

Mi corazón se acelera sin que pueda evitarlo un momento antes de que hagamos justamente lo que dice.

No tardamos mucho en regresar a la planta baja y cuando lo veo salir con una botella de vino y un par de copas de la cocina supongo que realmente la noche aún no termina.

“¿Qué tal fue hoy?”, cuestiono sentándome en uno de los sofases mientras mi marido sirve el vino.

Luego lo veo sentarse a mi lado acariciando mi rostro un momento después.

Bebe de su copa de vino antes de mirar a la nada.

“Fue complicado, tuve que suspender a mi tío”, me responde.

“No quiero creer que realmente está involucrado en todo lo que descubrí, pero al parecer lo está haciendo”.

“Todo estará bien”, le respondo.

“Eres un hombre fuerte, puedes resolverlo y quizás él lo entienda”.

“No creo, Lizbeth”, responde.

“Por algún motivo siento que ha estado… que ha intentado entorpecer las cosas para alejarme de la empresa”, niega.

“No quiero pensar así de él, pero siento que solo ha querido estar al frente de la empresa”.

Comprendo cómo se siente.

Dejo la copa de vino a un lado y me inclino para besarlo en la mejilla tratando de distraerlo de esos pensamientos.

Nada duele más que la traición de un familiar y aunque ese hombre no me agradaba no quiero que Jeremías se sienta herido o agobiado, porque él no es responsable de nada.

“¿Qué tal si te olvidas de esto por hoy?”, susurro algo avergonzada.

“¿Por qué no solo tenemos una linda noche, los dos?”, beso su mejilla.

“Solo pensemos en nosotros desde ahora”.

POV Jeremías

Llevo a mi esposa escaleras arriba, ella se aferra a mi cuello entre sueños y siento mi corazón llenarse una vez más de eso que tanto me abruma.

La llevo conmigo hacia mi cama para depositarla cuidadosamente entre mis sabanas.

Me siento un poco abrumado cuando ella no quiere soltarme.

“Estamos en la cama, Lizbeth”, murmuro.

“Necesito ir a cambiarme de ropa”.

“No me dejes…”, murmura.

“Por favor, no me dejes aquí, tengo miedo…”

Muevo mis ojos hasta la mujer asustada que aún sigue dormida.

Sus manos se aferran mucho más a mi brazo.

Sus dedos tiemblan mientras comienza a respirar con rapidez.

Sus ojos se fruncen.

Sus labios tiemblan mientras mueve su cabeza de un lado a otro en pánico total.

“¡Lizbeth, despierta!”, pido.

“Por favor, todo está bien cariño, estás aquí”.

Lizbeth no responde.

Su cuerpo se tensa una vez más y la arrastro conmigo sobre la cama sujetándola fuertemente contra su pecho.

Ella llora un momento más.

Puedo sentir su desesperación mientras la abrazo, incluso yo me siento igual mientras la abrazo.

“Lizbeth, despierta”, repito.

“Despierta”

Ella llora un segundo antes de que la zarandeé cuidadosamente.

Mi esposa abre por fin sus ojos ligeramente asustada.

La veo tragar en silencio antes de mirarme directamente a los ojos.

Se inclina sobre mí para besarme y aunque no dice una sola palabra…

¡Puedo comprender lo que está sucediendo!

Le devuelvo el beso, mis manos la rodean con rapidez mientras lo único que está en mi mente es reconfortarla.

Beso sus labios con delicadeza.

Espero a que se calme mientras la abrazo con fuerza y después de unos minutos ella por fin habla conmigo.

“Lo siento, Jeremías”, musita.

“Creo que estos días han sido demasiado intensos, hace meses que tenía una pesadilla”.

“Todos tenemos pesadillas, todo está bien”.

“No me hables como a los niños”, responde.

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