Una mamá psicóloga
Capítulo 48

Capítulo 48:

POV: Lizbeth

“Vamos”, murmura mi esposo después de unos minutos, su mano toma la mía con fuerza y como prometió no la suelta hasta que estamos todos dentro de su auto.

Conduce por la ciudad mirando en mi dirección de vez en cuando para cuestionarme si realmente estoy bien.

Por mi parte simplemente me dedico a mirar las luces del paisaje mientras trato de encontrar un modo de ayudar a Lucas.

Definitivamente el niño necesita algún tipo de estimulación leve para continuar hablando sobre el pasado.

Suspiro intentando encontrar cuál sería el modo más factible.

Dudo si debería o no preguntarle a Jeremías que sucedió realmente en el accidente, pero siento que es un tema demasiado íntimo aún.

El auto se detiene en un lujoso restaurante de la avenida central, bajamos del auto mientras el chico del parking se encarga de estacionar el auto y puedo ver esa extraña mirada de nostalgia en mi esposo.

Esa mirada me hace pensar que quizás vino a este lugar con la madre de los niños, con una mujer que debió dejar demasiado marcado a Jeremías, porque desde que llegué no he escuchado absolutamente nada de ella.

“¿En qué estás pensando?”, cuestiono mientras tomo a Lucia en brazos.

“Luces un poco infeliz de estar en este lugar”.

“Solía venir aquí con mi…”, mira a la niña en mis brazos.

“Es un lugar con buenos recuerdos familiares, se me hace un poco extraño venir aquí después de todos estos años”.

Lucas, aún tomado de la mano con mi madre, corre hacia la entrada del sitio, el portero lo saluda con una reverencia que hace al pequeño sonreír.

Jeremías suspira caminando hacia él, lo toma de la mano mientras las puertas son abiertas para todos y somos sentados en una cómoda mesa al final del local.

“¡Quiero la pasta de carne que venden aquí papá!”

Lucas, mira a Jeremías.

“También quiero el helado de fresa y la sopa de pavo”, señala la carta que ni siquiera he podido mirar aún.

“Mamá decía que debía tomar sopa para crecer como mi… mi…”

Jeremías me mira.

Me pongo tan rápido de prisa que los cubiertos caen de mi lado de la mesa, pero eso me importa en lo más mínimo.

Tomo al pequeño niño en mis brazos y le pido contar hasta diez.

Lucas tiembla como una hoja entre mis brazos, pero obedece.

Se aferra a mi blusa con sus pequeñas manitas y después de unos segundos vuelve a la normalidad.

“¿Quieres ir a casa?”, cuestiono preocupada.

“Podemos pedir la cena para llevar e irnos, ¿Realmente no quieres?”

“Quiero cenar aquí con la abuela, con Lu, con papá y mamá”, dice.

“Quiero cenar con mi familia”

“Vale cariño, entonces cenemos como una familia, pero tienes que prometerme que no comenzarás a sentirte mal otra vez, ¿Ok?”

El niño asiente.

Lo dejo una vez más en su asiento mientras mi esposo me mira con esa admiración que solo he visto en los ojos de mi padre y que por algún motivo me hace sentir de una manera distinta.

Camino hacia mi silla donde el camarero está reemplazando los cubiertos que cayeron al suelo, después de una rápida disculpa de mi parte todos ordenamos para cenar.

Estamos justo como una familia y debo admitir que me gusta.

POV Jeremías

Ayudo a Lizbeth a meter a los niños a la cama, nos quedamos en completo silencio, hasta que salimos de la habitación por completo y cuando sostengo su mano ella no intenta apartarme.

La veo humedecer sus labios durante un segundo antes de que caminemos juntos hacia nuestra habitación.

“¿Viste lo que sucedió hoy?”

Mi esposa comenta apenas entramos a la pequeña antesala de los cuartos.

“Creo que Lucas realmente tiene estrés postraumático y quizás…”, me mira.

“Quizás realmente estar conmigo lo está ayudando”.

La forma en que sus ojos se llenan de lágrimas hace a mi pecho encogerse, la rodeo con mis brazos antes de llevarla conmigo hasta el sofá de dos plazas en esta área del cuarto y sé que está terriblemente preocupada por su padre aunque trate de aparentar que todo está bien.

“Lo estás haciendo bien”, digo con sinceridad.

“Estás haciéndolo de maravilla, Lizbeth no necesitas fingir que estás bien, no conmigo”

Ella me mira.

Sus ojos llorosos me hacen querer alejarla de todas estas situaciones y me molesta realmente no poder hacerlo.

Ese sentimiento que sigue susurrando en mi oído me hace abrazarla más fuerte.

“Sé que las cosas van a empeorar”, admite.

“Sé que mi padre no va a vivir para siempre y me aterra pensar en como será mi vida después de eso”, confiesa.

“Todo lo que tenía pensado se ha derrumbado, todos mis planes se fueron desmoronando uno por uno y mi madre…”, ella niega con pesar.

“Tengo miedo de que no pueda soportarlo”.

“Sé lo que está sintiendo, comprendo perfectamente que es tener la vida que has perseguido, tener tus propios objetivos y que de la nada tengas que cambiarlo todo. Sé que se siente perder a las personas que amas, personas que deberían estar aún más tiempo en tu vida”.

“Te dije que estoy aquí, Lizbeth”.

La hago mirarme a los ojos.

“No son solo palabras, independientemente de lo que suceda entre los dos o de las razones por las que nos casamos, voy a apoyarte con tu padre hasta las últimas,” peino uno de sus manchones de cabello.

“Eres la primera persona que realmente se ha preocupado por mis hijos y eres una persona increíble”.

“¡No vale que digas esas cosas!”

Me golpea entre lágrimas.

“¿¡Por qué tienes que decir algo así cuando estoy en esta situación!?”

“Porque es la verdad”, sonrío empujándola una vez más contra mí.

“Pocas personas merecen mi respeto y tú eres una de ellas, Lizbeth, no solo por como has conseguido hasta ahora todo lo que te has propuesto, sino porque estoy más que seguro de que harás cosas aún más increíbles en el futuro”.

Mi mujer esta vez ni siquiera protesta.

Simplemente sigue llorando contra mi cuerpo hasta que se queda completamente dormida y no puedo hacer nada más que acariciar su cabello cuestionándome si realmente es buena idea involucrarme así con ella.

Lo más probable es que no lo sea, pero realmente no creo que pueda dejarla sola en esta situación.

Cuando mi hermano murió, yo estuve más solo que nadie, a pesar de tener a mi lado a demasiadas personas, personas que me culpaban por su muerte, como si realmente hubiese sido yo quien acabó con su vida.

El remordimiento también llega cuando recuerdo que ese día me llamó, pero estaba demasiado ocupado con mis propios asuntos para responderle.

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