Una madre de alquiler -
Capítulo 93
Capítulo 93:
Después de desayunar, Amanda fue al baño a asearse y Anthony fue a su oficina para hacer algunas llamadas más. La chica bajó a la sala, donde se quedó en el sofá jugando en el teléfono y enviándose mensajes con Cindy hasta que su novio fue a buscarla al cabo de un rato.
“¿Qué está haciendo la novia más hermosa?”
“Nada, amor”.
“¿Hacemos las maletas?”
“Sí, vamos”.
Subieron para dejar todo listo antes de recoger a Lucy: Anthony se dispuso a preparar su equipaje, y Amanda fue a empacar las cosas de la niña. Cuando llegó la hora, fueron juntos a buscar a su hija a la escuela. Mientras esperaban afuera, se les acercó una mujer que estaba allí.
“Hola, usted es Anthony Collins, ¿No?” saludó ella.
“Hola. Sí, soy yo”.
“Es un placer conocerlo. ¿Su hija estudia aquí?”
“Sí”.
“Mi hijo también. Quién sabe, a lo mejor son amigos” rio la mujer. Sin embargo, él no le prestó atención y tomó la mano de su novia.
“Esta es mi prometida, Amanda”.
“Este… no sabía que estaba con alguien, como siempre lo veo solo” comentó la mujer mientras miraba a la joven de pies a cabeza, sin saludarla.
“No sé si lo ha notado, pero siempre vengo acompañado de mi prometida. Me parece extraño que diga que ando solo” observó él.
“Supongo que no presté mucha atención”.
En ese momento, se abrió la puerta del establecimiento e Lucy salió corriendo al encuentro de sus padres con una sonrisa.
“¡Mamá!”
“Hola, mi princesa”. Amanda la saludó con un abrazo.
“No me trajiste hoy. Dijo papá que dormías” se quejó haciendo puchero.
“Sí, pero ahora vine a buscarte. Tu papá no me despertó antes”.
La otra mujer miraba la escena extrañada, por lo que no pudo evitar entrometerse y dijo con tono incrédulo: “¿Mamá? ¿Por qué le dice así cuando la madre es otra?”
“Eso no le incumbe” le respondió Anthony. Espero que le quede claro que no tiene que ser de sangre para ser la madre. Mi hija es muy feliz con ella y viceversa, y yo lo soy aún más. Que tenga buen día.
Tras decir eso, le dio la espalda y se volvió hacia Amanda e Lucy. Tomó a la niña en sus brazos; sin embargo, antes de que pudieran irse, apareció el hijo de la entrometida”.
“Mira, hijo, es tu amiguita” anunció la mujer.
“¿Eres amiga de este niño?” preguntó Anthony, mirando a su hija.
“No, papá. Dice cosas feas, dice que no tengo mamá”.
“Seguro que fue un malentendido” intentó explicar la mujer, sin darle importancia”.
“Si no educa bien a su hijo y sigue diciéndole esas cosas a mi hija, haré que lo expulsen. Considérelo una advertencia” sentenció el hombre, que se dispuso a irse. “Vamos”.
Se dirigieron al coche y, cuando subieron, Amanda le echó un último vistazo a la mujer, que estaba roja de ira y discutiendo con su hijo. Anthony conducía con una expresión seria, así que su novia le acarició el rostro para que se calmara. Él le tomó la mano para darle un beso en la palma y luego entrelazó sus dedos con los de ella. Al llegar a casa, Lucy entró corriendo a la sala, seguida de Amanda.
“Princesa, ¿Vamos a darnos un baño?”
“No” contestó la niña, con rostro travieso.
“Anda. Puedo sentir el olor a pie desde aquí” rio su madre.
“No, mamá, no tengo”. La niña soltó una carcajada. Amanda se le acercó para olfatearla de modo exagerado e hizo una mueca caricaturesca como si hubiera sentido un olor fuerte, lo que hizo reír muchísimo a la pequeña.
“¡Ay, qué mal olor! Vamos al baño” dijo la joven, tapándose la nariz.
“No, mamá”. La niña no paraba de reírse.
“Bien, iremos en cuanto almorcemos, que más tarde tienes ballet”.
“¡Sí!”
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