Una madre de alquiler -
Capítulo 30
Capítulo 30:
Cuando Amanda por fin se despertó, se dio cuenta de que había dormido hasta más tarde de lo habitual. Echó un vistazo al dormitorio y quedó sorprendida por lo hermosa que era: estaba decorada con tonos de gris y blanco, no era una habitación oscura, pero sí era diferente y elegante.
El perfume de Anthony parecía estar impregnado en el aire, por lo que ella cerró los ojos e inhaló para sentir el aroma, que le recordó a cuando bailaron tan de cerca durante la fiesta de aniversario. Ignorando esos pensamientos inapropiados, se levantó de prisa e hizo la cama. Luego, se dirigió a su cuarto para ducharse y vestirse. Cuando llegó la hora, fue a despertar a la niña y la bañó para que se despabilara. Le puso el uniforme de la escuela y bajaron a la sala a desayunar.
Parecía que faltaba algo en la mesa, pues la silla donde se sentaba Anthony estaba vacía y solo eran ellas dos durante el desayuno. Por esa razón, Esther optó por hacerles compañía y comer con ellas. Apenas terminaron, Amanda llevó a Lucy al coche para que el chofer las llevara a la escuela.
“Que tengas un lindo día, mi amor. Paso a buscarte luego, ¿Sí?” saludó la joven.
“Sí, mamá”.
“Pórtate bien”. Amanda le dio un beso, y la niña entró corriendo feliz al edificio. La chica volvió al coche y fue a su casa a buscar algunas cosas. Cuando llegó allí, Cindy le sonrió al verla”.
“Hola, amiga” la saludó con calidez”.
“Hola, Cindy. ¿Cómo estás?”
“Yo estoy bien, ¿Y tú?”
“También. Cuéntame qué pasó después de la fiesta” dijo Amanda.
“Estuvo increíble. Me acosté con Ken y vine el otro día. Pasamos todo el domingo juntos y fue sensacional” respondió con una sonrisa.
“¡Qué bueno!”
“¿Y tu cita?”
“También estuvo bien”.
“Amiga, tengo otra invitación. Ken va a tener una reunión en su casa el sábado, ¿Vienes?”
“¿El sábado? No puedo, tengo un compromiso con un amigo.
“¡Guau! ¿Estás saliendo con un tipo?” Estaba sorprendida por la noticia.
“No. Es un amigo que hice el domingo. Le prometí que íbamos a salir para conocernos mejor”.
“Ah, genial. Ve y haz todo lo que yo haría”. Cindy se echó a reír.
“Eres una loca”. Amanda también largó una carcajada.
“Cualquier cosa, llámame y te busco. Por si el beso es malo, ya sabes”.
“Eres la mejor. Me tengo que ir, amiga.
“Está bien, hablamos por mensaje. Cuídate”.
“Tú también”.
Se despidieron con un abrazo, y Amanda subió al coche. En cuanto llegaron a casa de su jefe, fue a su cuarto a desempacar sus cosas y pasó toda la mañana ordenando. En ese momento, sonó el teléfono. Era Anthony.
“Hola, Amanda ¿Cómo estás?” saludó él cuando ella atendió.
“Bien, ¿Y tú?”
“También. ¿Lucy fue a la escuela?”
“Sí, ya la llevé”.
“Perfecto. Tengo que colgar”.
“Vienes en dos días, ¿No?”
“Sí, ¿Por qué?” La pregunta le pareció extraña.
“Nada, para saber” respondió ella.
“Bueno. Cualquier cosa, me llamas. Adiós” dijo y colgó el teléfono.
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