Una madre de alquiler
Capítulo 12

Capítulo 12:

“Sí, gracias”. Ella sonrió. Su jefe la miró fijo y se irguió un poco, tenía una expresión seria en el rostro.

“Durante la fiesta, no digas nada sobre Lucy.

“Está bien, entiendo”.

Tras decir eso, él cerró la puerta y se fue. Ella permaneció un rato más en la ventana contemplando la vista y después bajó las escaleras para dirigirse al comedor. A pesar de que se desorientó un poco al principio, logró encontrarlo sin mucho problema”.

“Perdón por la demora. Me perdí”.

“No te preocupes, a veces sucede”. Sabrina se rio. Siéntate, el almuerzo ya está servido”.

La joven le agradeció y fue a sentarse al lado de Lucy. Mientras almorzaban, todos vieron cómo la niña la tomaba del brazo para sonreírle con dulzura. Sabrina, por su parte, también se percató de que Amanda era muy educada y sabía perfectamente cómo usar cada cubierto.

“¿Te gustó la comida?” le preguntó cuando terminaron el primer plato. Quería asegurarse de que la chica se sintiera cómoda.

“Sí, estaba deliciosa” respondió ella.

“Me alegro. Aunque noté que no te gustó mucho el arroz, ¿Puede ser?”

“Ah, no, no es eso, perdón. Es que soy alérgica”.

“No te preocupes, está bien”. Sabrina sonrió, aliviada. En ese momento, trajeron el segundo plato y la conversación siguió mientras comían.

“¿Naciste aquí, Amanda?” preguntó Geoffrey con tono casual.

“No. Vine hace dos meses, pero tengo la intención de quedarme a vivir”.

“Entiendo. ¿Tienes un título en algo?”

“Sí, estudié enfermería”.

“Guau, eso es impresionante. ¿Por qué no trabajas de eso?” Parecía de verdad interesado.

“Antes lo hacía. Pero ahora que vine aquí, el primer trabajo que encontré fue este” explicó ella, pues no quería explayarse mucho.

El resto del almuerzo transcurrió de manera amena mientras charlaban y reían. Cuando terminaron, salieron afuera y se quedaron hablando hasta que llegó la hora de prepararse para el evento principal. Después de bañar y vestir a la niña, Amanda se duchó deprisa y se cambió. Sin embargo, mientras se estaba arreglando, Anthony abrió la puerta de su habitación sin previo aviso.

“¿Estás lista?”

“Casi” respondió ella un poco irritada porque él no había tocado la puerta.

“Bueno, apresúrate para ir con Lucy. No quiero que esté sola”.

“Bien, enseguida bajo”.

Sin decir nada, el hombre le echó un último vistazo antes de irse. Luego, ella terminó de peinarse y se dirigió a la sala, donde ya habían llegado algunos invitados. En cuanto vio a Sabrina, se acercó para saludar a la feliz pareja.

“¡Felicidades! Que Dios bendiga esta unión y que el amor no deje de crecer” dijo con sinceridad.

“Muchas gracias, querida” respondió sonriente la dueña de casa. Su marido también le agradeció. “¡Estás muy elegante! Disfruta la fiesta, ¿Sí?”

“Gracias”. Se fue a buscar a Lucy.

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