Una madre de alquiler
Capítulo 109

Capítulo 109:

Al día siguiente, Anthony abrió los ojos y se quedó pensativo en tanto miraba a su novia, que seguía durmiendo”.

“Buenos días, hermosa”. Decidió despertarla con un beso.

“Buenos días, amor. ¿Sientes este calor de playa?” dijo ella con una sonrisa. Era un día caluroso.

“Sí, buena idea. Tomemos un café y vayamos”.

Se levantaron, se ducharon y, tras ponerse los trajes de baño, Anthony bajó a la sala mientras la joven fue a despertar a Lucy.

“Buenos días, mi princesa”.

“Hola, mamá”.

“¿Quién quiere ir a la playa?”

“¡Yo!”

“Entonces levantémonos rápido a tomar el desayuno” dijo Amanda, alzando a la pequeña. “La llevó a ducharse, le puso el traje de baño y bajaron”.

“Buenos días” saludaron al unísono.

“Ay, Cielos. Ay, no, chicos, quiero tener un bebé ya mismo” empezó a decir Cindy, muerta de amor por Lucy.

“No digas eso sin estar segura, querida” rio Sabrina. “Buenos días, princesa de la abuela”.

“Ven, amor” llamó Anthony, así que su novia acomodó a la niña y se sentó al lado de él.

“¿Vamos a la playa?” le preguntó Amanda a Cindy.

“Sí, amiga, yo quiero”.

Fueron allí después de comer: Por suerte, no había mucha gente ese día, así que la playa estaba bastante tranquila y pudieron encontrar una buena ubicación para sentarse. Lucy empezó a correr y jugar con la arena mientras las chicas se desvistieron para quedarse en bikini. Luego, Amanda fue al mar con la niña y, cada vez que se mojaban los pies, ella se agitaba y saltaba de felicidad, agarrando la pierna de su madre. Siguieron caminando y jugando en la orilla un buen rato, pues la pequeña se estaba divirtiendo mucho y no paraba de gritar.

“¿Tiene miedo?” preguntó Anthony, que se había acercado a ellas.

“No. Es que, cuando viene el agua, sientes como si te estuvieran llevando” explicó su novia.

“¡Ay, papá, me lleva!” gritó la niña entre risas.

“Aférrate a tu madre, hija”. Él sonrió.

“¿Quieres que entremos?”

“Sí, mamá”.

Amanda la levantó y entraron al mar. Cuando se agachó un poco, las olas mojaron la pancita de Lucy, lo que la hizo reírse, y luego empezó a jugar con el agua. Su padre se acercó para poder jugar con ella también y, de tanto en tanto, le robaba algunos besos a su prometida. Parecían la familia perfecta divirtiéndose en el mar. Al cabo de un rato, salieron del agua y se sentaron en la arena. Lucy usó algunos juguetes, después Amanda la enterró mientras la niña se quedaba allí sonriendo y al final corrieron al agua para limpiarse. Pasaron toda la mañana jugando en la playa hasta la hora del almuerzo, que volvieron a la casa. Al terminar de comer, se quedaron sentados en la zona de la piscina hablando y jugando con Lucy. Cuando a la niña le dio sueño entrada la tarde, Amanda la llevó a darse una ducha y la acostó para que durmiera la siesta. Apenas la joven bajó a la sala, se encontró con Joy, así que se acercó para decirle algo.

“Joy, ¿Puedes llevar unos tragos a la piscina, por favor?”

“No trabajo para ti, trabajo para Anthony y sus padres” respondió ella en tono insolente.

“¿Perdón? ¿Por qué te comportas así conmigo?”

“No te hagas la santa. Ya tengo suficiente con el resto, no serás igual”.

“No sé de qué hablas, pero este es tu trabajo y, si no quieres seguir, te abro la puerta”.

“La santa mostró sus garras. Tú y el resto de los invitados solo saben pedir y quedarse sentados como si fueran los dueños de la casa”.

“Y pensar que ayer te defendí”. Amanda estaba indignada con la actitud de la chica. “Todavía no soy la dueña de casa, pero pronto lo seré”.

“¿A pesar de que tu prometido me deja vivir aquí después de que nos acostamos? Dime, ¿Sus besos siguen siendo los mismos? ¿Sus caricias? Tal vez no te contó de los viejos tiempos. No creo que te haya dicho que me busco en la cocina esta mañana, ¿Verdad?”

“Estás fanfarroneando”.

“¿Por qué haría eso contigo? Ni siquiera puedo soportarte”.

Amanda le dio una bofetada tan fuerte en el rostro que la muchacha cayó sobre el sofá. Se apresuró a ir hacia la piscina con el corazón acelerado, con los ojos rojos y llenos de lágrimas.

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