Una madre de alquiler -
Capítulo 102
Capítulo 102:
Lucy se estaba divirtiendo mucho en la piscina mientras todos la miraban jugar y conversaban. Cuando llegó la hora del almuerzo, decidieron comer afuera en el área gourmet del patio para aprovechar el buen tiempo. Durante la sobremesa, Amanda recibió una llamada en su teléfono, así que se disculpó y se fue a un lugar más tranquilo para hablar.
“Hola, mi amor” contestó con alegría.
“Hola, amiga. ¿Cómo estás?” saludó Cindy. “¿Anthony te dijo que vamos a ir a la casa de la playa?”
“Sí, ya sabía ¡Y me muero por verte!”
“Ay, amiga, estoy ansiosa. Tengo algunas cosas para contarte”.
“¿Por qué recién vienes mañana?”
“Ken está trabajando y yo también”. Se oyó una risa al otro lado de la línea.
“Convéncelo de que vengan esta noche” propuso Amanda.
“Lo voy a intentar”.
“Está bien. Pero, si no es así, no hay problema. Espero que lleguen temprano mañana”.
“Yo también. Te amo, nena, ¡Adiós!”
“Te amo, ¡Besos!” Tras decir eso, colgó el teléfono y, al darse vuelta, se chocó con Anthony, que la miraba con expresión seria.
“¿Se puede saber a quién amas?”
“Hola, celoso. ¿Sabías que está mal escuchar las conversaciones ajenas?”
“Contesta la pregunta, Amanda”.
“Amo a mi prometido celoso” dijo ella, tomándole el pelo.
“Amor, más te vale que hables pronto. ¿Necesitabas levantarte de la mesa y venir aquí?”
“¿Y tú necesitas todos estos celos?”
“¿Vas a decirme o no?”
“No” rió ella y salió corriendo. Él la siguió y terminaron correteando alrededor de la mesa mientras los padres de Anthony se reían de su actitud infantil. El joven parecía bastante molesto, pero Amanda no podía parar de reírse de él. Luego, rodearon la piscina y su novio se las arregló para agarrarle el brazo y abrazarla; sin embargo, perdieron el equilibrio y cayeron al agua. Todos se rieron e Lucy se puso a saltar de alegría. La chica, en cambio, miró incrédula a Anthony en tanto él se acercaba a ella.
“¿Viste lo que hiciste?” la acusó.
“¿Lo que yo hice?” dijo ella en tono escéptico. Cuando levantó su teléfono, vio cómo caía una catarata de agua del aparato, lo que la frustró, y salió rápido de la piscina. Él salió detrás de ella.
“¿Quién era?”
“¿Y tú qué piensas?” replicó la joven.
“Es tu culpa que no quisieras hablar conmigo”.
“¿Hablas en serio? Tienes una crisis ¿Y yo tengo la culpa?”
“¿Qué pasó?” preguntó Sabrina, preocupada.
“A su querido hijo le gusta escuchar las conversaciones ajenas porque quiere saber todo. Esa es la actitud de un hombre entrometido y celoso. Solo porque dije que amaba a mi amiga que va a venir, él ya quiere saber de inmediato con quién hablo. Estaba charlando con Cindy, Anthony. ¿Estás satisfecho? ¿O crees que estaba hablando con otro hombre?” Al decir esas palabras, se fue a buscar un cesto de basura para tirar su teléfono. Después entró a la sala y tomó algo de ropa de su maleta para ir al baño a cambiarse”.
“Qué feo lo que hiciste, hijo” lo regañó su madre.
“Es solo que ella no me quiso decir, ¿Está mal?”
“Muy mal. Si confías en tu prometida, al menos tendrías que respetarla y no exigirle explicaciones de ese tipo por una llamada. ¿Alguna vez te ha dado motivos para desconfiar de ella? Si se alejó de la mesa para hablar, no fue más que por cortesía. Ahora estás enfadado porque habló con una amiga y la dejaste sin teléfono, ¿Te das cuenta de la estupidez del asunto?”
“Si todavía no confías en Amanda, no sé qué haces con ella” dijo Geoffrey.
“Exageré, ¿Cierto?” dijo el joven y suspiró.
“Sí. Yo la apoyo si ella no te quiere”.
“Madre…” le dijo en tono de queja.
“Ahora date la vuelta y ve a disculparte”.
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