Capítulo 112:

“Por supuesto, cariño. Como un reloj”, sonrió Gretchen.

La mujer mayor vestía una camisa negra y pantalones grises, a diferencia de los meseros que llevaban camisetas grises y pantalones negros, identificándola como la gerente y anfitriona del restaurante.

Cuando Ava propuso la idea del restaurante, Gretchen no dudó en sumarse.

No solo vendió el café a Ava como originalmente había planeado, sino que también aceptó ser la gerente del nuevo restaurante.

Ava no estaba segura de como Gretchen se las arreglaría en un restaurante de alta gama, con un nuevo personal y chef, pero ella asumió la tarea como una antigua general recién salida del campo de batalla, ansiosa por disciplinar a los nuevos cadetes.

Todo el personal respetaba sus años de experiencia y la temían, ya que no aceptaba nada menos que la perfección.

La única pregunta que quedaba era cómo la recibirían los clientes, pero las décadas de experiencia en servicio al cliente y la personalidad encantadora de Gretchen, al menos según Opal, la hicieron instantáneamente popular.

“Hay una cosa que necesito que hagas”, dijo Gretchen.

“¿Y qué es eso?”, preguntó Ava emocionada.

“Ven aquí”, Gretchen la tomó de la mano y la llevó a una mesa, mirando a los ocupantes mientras decía:

“¿Te importaría vigilar esto por mí?”

“Por supuesto”, respondió Silas de inmediato, rodeando a Ava con sus brazos, acariciando su redonda barriga y besándole el cuello.

Ava se rio de sus avances descarados frente a los invitados, pero nadie se atrevió a criticarlo.

En su mesa, Richard y Opal estaban sentados con los trillizos, mientras Thomas y Tracy observaban.

“Tiene razón, querida”, dijo Opal.

“Deberías sentarte y relajarte. Hiciste todo el trabajo duro, así que disfruta esta noche”.

“Sí, mamá, siéntate antes de que explotes”, agrego Theo.

“¿Tu barriga puede ponerse aún más grande?”

“Theo”, reprendió Opal.

“Eso no es muy amable”.

“Además, esto no se compara con lo grande que se puso tu mamá al cargarlos a ustedes tres”, añadió Tracy con un guiño.

“Oh dios, ni siquiera quiero pensarlo”, se rio Ava.

“Ni siquiera podía ver mis pies”.

El abrazo de Silas se apretó. Odiaba pensar en las dificultades por las que ella pasó sin él.

Ava se recostó contra él, disfrutando de su comodidad y apoyo.

Su pasado no era tan importante como su futuro.

“Ustedes dos no van a ponerse todos cariñosos, ¿Verdad?”, preguntó Theo.

“Estamos en público y es embarazoso”.

Silas carraspeó mientras los demás se reían.

Aunque no le importaba mostrar afecto en público, le resultaba incomodo que su hijo lo anunciara.

Ava se permitió relajarse. No había forma de que este día pudiera ser mejor.

“Parece que mamá y papá no son los únicos que se besan”, dijo Alexis señalando a otra pareja que acaba de ser mostrada a una mesa.

El hombre no era particularmente notable aparte de su cabello rubio castaño mientras que su esposa era una pelirroja hermosa al igual que sus trillizos.

El niño y la niña mayores parecían tener la misma edad mientras que su padre llevaba en brazos a su hermano mucho más joven.

Además, la madre claramente tenía una barriga de embarazada, aunque no estaba tan avanzada como Ava.

“Oh, bien, esperaba que aparecieran”, dijo Silas observando a la pareja.

“¿Los conoces?”, preguntó Sean.

“Estoy bastante seguro de que todos en Nueva York los conocen, vamos, te los presentaré”

Silas escoltó a su familia hacia la mesa justo cuando el niño y la niña se sentaron. Acercándose a ellos, Silas extendió la mano para saludar al hombre.

“Julius, qué bueno verte”.

“Silas”.

Julius ajustó al niño pequeño en sus brazos para estrechar la mano.

“Qué bueno verte. March dijo que tu boda fue digna de los periódicos. Lamento no haber podido asistir”.

“No hay problema, pero permíteme presentarte a la mujer que lo hizo posible. Ava, él es Julius Dalair”.

“Hola”, dijo Ava sonrojada, no acostumbrada a conocer a personas tan influyentes.

“Hola, Ava. Me alegra conocer a la mujer que finalmente domesticó a este hombre”, Julius sonrió.

“Esta es la mujer que me domesticó a mi, Macey”.

“Hola”, saludó la pelirroja con una cálida sonrisa.

“Nuestros mellizos: Caden y Aria. Y este bandido es Coda”.

Julius presentó, haciéndole cosquillas al niño de dos años para provocar risas.

“Estos son nuestros trillizos”, presentó Silas, sin quedarse atrás.

“Alexis, Sean y Theo”.

“Son adorables”, sonrió Macey.

“Y veo que tienes otro en camino. ¿De cuánto estás?”

“Oh, ocho meses”, dijo Ava acariciando su abultada barriga.

“¿Y tú?”

“Cinco”, Macey acarició su estómago.

“Le dije a Julius que este será el último, pero él sigue diciendo que ya veremos”.

“Silas me dijo lo mismo anoche cuando le dije que estamos terminando después de este también”.

Mientras sus padres charlaban amigablemente, los trillizos dirigieron su atención hacia los mellizos DaLair.

Estaban ansiosos por conocer a la pareja que había cautivado al mundo de los negocios desde su presentación y que se decía que eran genios musicales, un hecho que especialmente interesaba a Alexis.

“Tus padres también siempre se están amando”, preguntó Theo.

Se rio Aria. Nunca se cansaba de observar cómo sus padres interactuaban, ya sea en casa o en público.

“¿No te da pena?”, preguntó Theo.

Caden encogió los hombros.

No le afectaba particularmente.

Estaba contento siempre y cuando su madre estuviera feliz.

“¿Por qué deberíamos avergonzarnos?”, preguntó Aria.

“Así todo el mundo sabe que mejor no intenten interponerse entre nuestros padres o se arrepentirán”.

“Ella tiene razón”, estuvo de acuerdo Sean.

Ciertamente, la vida sería más fácil si la gente dejara a sus padres en paz.

“Escuché que a ustedes dos les gusta la música. ¿Tocan algún instrumento?”, preguntó Alexis.

Como la única músico de sus hermanos, a veces se sentía sola ya que sus hermanos no compartían su interés.

Caden resopló mientras su hermana se rio.

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