Un destino difuso -
Capítulo 75
Capítulo 75:
Necesitaba urgentemente respuestas que le explicaran tanta coincidencia: En la medida que se fue adentrando hacia el fondo del local, su corazón latía con fuerza.
¿Era lo que ella presentía?
O… ¿Estaba soñando?
Detuvo su caminata, para tomar aire, tratar de aclarar sus pensamientos, observar con mayor detenimiento el lugar, y orientarse sobre lo que estaba sucediendo.
Alejandro la seguía de cerca.
Le gustó mucho lo que vio; el lugar era acogedor, se sentía como en casa. Volteó para buscar la mirada de su esposo, a fin de encontrar respuestas; pero su expresión no le dijo gran cosa, entonces tomo una decisión:
“¡Vamos a las oficinas!”
Alejandro pensó: ‘¡Creí que nunca lo dirías!’
Pero solo se limitó a seguirla.
En el preciso momento en que Fabiana, llegó a la puerta, esta se abrió para dar paso a una empleada que salía.
Fabiana estiró el brazo para contener la puerta antes que esta se cerrara automáticamente, pero no pudo avanzar.
La mujer que estaba entretenida revisando papeles contables tras de uno de los escritorios era: ¡Su madre!
La emoción de Fabiana era indescriptible, sentía sus piernas débiles y el corazón queriendo salirse de su pecho.
Alba Valdez, presintiendo la presencia de alguien observándola, levanta la vista, sin sospechar el fuerte impacto que le produciría lo que iba a ver.
Sacudió la cabeza, abriendo y cerrando los ojos, como queriendo despertar de lo que ella pensaba que es una jugarreta de su imaginación.
Solo la voz de su hija, logró sacarla de su asombro y traerla a la realidad.
“¡Mamá!”
Alba, saltando de su silla, como impulsada por un resorte, corrió a los brazos de su anhelada hija, fundiéndose en un abrazo interminable.
“¡Fabiana, cariño, dime que es verdad…! ¡Que estás aquí!”
“¡Si mamá, soy yo! ¡Mami, te amo!”
Las lágrimas brotaban sin control, no solo de los ojos, sino del corazón de las dos mujeres; el ambiente era tan emotivo que llego a tocar los sentimientos de Alejandro, quien se apresuró a limpiar sus ojos húmedos.
“¡Esto es un milagro Fabiana! ¡No puedo creer que sea verdad! ¡Abrázame más fuerte! Necesito sentirte para creer que no es un sueño… ven amor, no quiero despertar..”.
“¡Ay mami, cómo te quiero, qué falta me haces! Créeme no es un sueño, es una hermosa realidad, es un regalo del cielo”.
En ese momento la empleada regresó, pero Alba dio la orden de no ser molestada por ningún motivo.
Hasta ahora, la presencia de Alejandro había pasado desapercibida para Alba, toda su atención se había concentrado, hasta el momento, en su amada hija.
La interrupción de la empleada, la trajo a la realidad y en ese momento se percató de la presencia de Alejandro y dio una mirada de interrogación a Fabiana.
“No te preocupes mamá, él es mi esposo, Alejandro Cruz; de alguna manera debemos agradecerle a él el milagro de nuestro encuentro, él me trajo hasta aquí”.
“Mucho gusto de conocerte, Alejandro, la verdad, no entiendo nada; pero te agradezco profundamente la bendición que nos has dado hoy. Has vuelto a darle sentido a mi vida”.
“No tiene nada que agradecerme, señora, se lo aseguro. Esto es parte de la gran deuda que tengo con su hija”.
Alba, mirando aún incrédula a su hija; comentó:
“No quiero volver a perderte nunca más, por favor Fabiana, ¡Me moriría!”
“Yo tampoco quiero volver a separarme de ti, me di cuenta de lo importante que eres para mí y de lo mucho que te amo..”.
Alejandro, interviniendo por un momento la conversación, propuso:
“Ya es medio día, señoras, si les parece bien podemos salir a almorzar, así tienen más tiempo para compartir”.
Alba mirando a su hija, buscando su aprobación, respondió:
“Sí, me parece perfecto, aquí mismo hay muy buenos restaurantes de comida nacional e internacional. Podemos ir donde ustedes deseen, Escogieron un elegante restaurante VIP, muy acogedor y discreto, donde no solamente se deleitaron con los alimentos, sino que pudieron dar rienda suelta a la alegría de su encuentro, No permitirían que nada empañara este momento crucial, ya habría tiempo para satisfacer todo ese caudal de interrogantes que cada una de ellas almacenaba en su corazón”.
De ahora en adelante aprovecharían cada minuto que pudieran estar cerca, para disfrutar la una de la otra; todo lo demás perdía importancia.
“Bueno, Alba, como te digo, eres bienvenida a nuestra casa cuando quieras y de quedarte unos días si así lo deseas”.
“Si Alejandro, claro que te tomo la palabra, tengo muchas cosas que hablar con mi hija, Solo ven a buscarme, para que me indiques el camino la primera vez”
“Bueno, mami, debo informarte que vas a ser abuela y Odín quiere que celebremos la llegada del bebé. Yo por complacerlo acepté, pero quiero que sea en la hacienda y solo para las personas más allegadas; y desde luego tú eres ahora, mi invitada de honor”
“¡Ay cielos, no puede ser! ¡Mi corazón va a estallar de tanto gozo! ¡Abuela! ¡No lo puedo creer! ¡Mira Alejandro, si hay algo que tenga que perdonarte, te perdono! ¡Hoy me has hecho la persona más feliz de todo el universo! ¡Ven dame un abrazo, hijo!”
“Gracias Alba, te aseguro que eres muy generosa. Pero quiero decirles a ambas que su alegría también es mi alegría… He aprendido a amar a su hija, no sé en qué momento… pero lo que sí sé, es que lo que más deseo, es hacerla feliz”
Madre e hija se despidieron efusivamente, con el compromiso de hacerle saber lo más pronto, que día pasaría Alejandro a buscarla para la reunión de celebración.
“Ya va… no te vayas sin darme tu número de teléfono, no podría dejar de oír tu voz ahora que te tengo”
Fabiana por toda respuesta miro a Alejandro, con la intención de que este respondiera a la demanda de su madre.
“Ella en este momento no tiene teléfono. Pero este es mi número, repícame para guardar el tuyo; en un ratito te enviamos el de Fabiana”
Una vez hecho el intercambio, se retiraron del lugar.
“Porque le dijiste así a mamá, sabes que me has tenido incomunicada todo este tiempo”.
“No volverás a estar incomunicada, aquí hay varias tiendas de celulares, puedes escoger el que quieras. Nunca te permití teléfono porque no quería que me dejaras, más por orgullo que por otra cosa. Odiaba pensar que me vieras el rostro de tonto”, dijo.
“Pero ya no quiero que estés a mi lado por la fuerza. Eres libre Fabiana. Si te quedas es por tu voluntad… porque así lo deseas”.
“Sabes que las cosas cambiaron ahora, me dejas libre porque espero un hijo tuyo y sabes muy bien que, por él, trataré de soportarte. No quiero dejarlo sin padre”.
“No, Fabiana, estás equivocada, te dejo libre porque te quiero, ya te lo dije. Y sí, claro que amo a mi hijo y nada me haría más feliz que tenerlo a mi lado y verlo crecer”, dijo.
“Pero te entiendo Fabiana, es muy pronto para que creas en mí”.
Una vez que compraron el celular que Fabiana escogió, enviaron el número a Alba, quien de inmediato marcó a Fabiana para que esta a su vez guardara el suyo.
Esa tarde regresaron a casa cansada, fue un día extraordinario, lleno de sorpresas.
Alejandro había cumplido lo prometido.
Ese fin de semana Uriel, contactó a Odín, estaba ansioso por saber si sus hombres habían podido descubrir algo que los orientara sobre las actividades de los chinos.
“Me alegra que me llamaras Uriel, quería hablar contigo sobre el tema, pero he estado ocupado atendiendo otros compromisos; pero dime, ¿Han adelantado algo sobre la investigación del atentado?”
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