Un destino difuso -
Capítulo 70
Capítulo 70:
“El problema lo tuvimos cuando veníamos hacia la Joyería para poner en resguardo las piedras, Nos faltaban unas cuadras cuando en el cruce de uno de los semáforos, se nos atravesó un camión cava y sellaron disparándonos repentinamente”.
“Gracias a la pericia del conductor pudimos escapar, de una persecución, que de otra manera nos hubiera resultado fatal”.
“Esto sí que está muy raro..”., dijo Odín, rascándose la barbilla.
“Sí, Odín, nosotros no hemos tenido cabeza para nada, no sabemos por dónde empezar”.
“El sospechoso número uno, es el propio Ramón, dado que la transacción era millonaria. Además, era el único que sabía lo que ustedes llevaban”.
“Pues nosotros sí lo pensamos. Pero no hemos querido apresurar el juicio, no nos pase como con Roque; que se nos fue la mano por no averiguar bien”, Dijo.
“El hombre nos Inspiró confianza, no le vimos ninguna malicia y nos pareció un tipo serlo y conocedor del negocio. Pero claro, no nos podemos quemar las manos por nadie. En este momento desconfiamos de todo y de todos”.
“La que sí está claro, Odín, es que el móvil del atentado fue el rabo”.
“SÍ, Alejandro, ese era un principal objetivo, pero también querían acabar con ustedes, iban a matar dos pájaros con un solo tiro, como dicen”.
“Por eso es que me parece que el ataque no viene de Ramón, porque ¿Qué motivo tiene él para querer matarnos?”
“Entonces debe de venir de un enemigo muy fuerte, que les está pisando los talones; yo creo amigo, que esto tiene raíces”
“Ahora que Odín, hace mención de eso, papá, acuérdate que Alejandro y yo, te comentamos que nos parecía que alguien nos vigilaba y nos seguía”.
“Tienes razón Martín, creo que no le dimos la importancia debida. Menos mal que tienen hombres muy buenos y debidamente entrenados, porque de lo contrario hubieran caído redonditos”, dijo.
“Por eso yo le digo a papá, que no debemos escatimar en gastos cuando se trata de preparar a los muchachos. Ellos nos salvaron la vida y la mercancía. Lamentablemente, uno de los nuestros cayó; pero dos de esos perros, también”, dijo con pesar.
“No nos gusta tener bajas, pero en estos casos es casi inevitable”.
“¿Y qué piensas hacer al respecto, Uriel?”
“Por lo pronto, hoy mismo, voy a mandar a citar a Ramón, pero no lo quiero hacer por teléfono, quiero que vayan y sondeen a Pedro, para ver qué actitud toma y qué dice. Esto claro está, para descartarlo”, explicó.
“Después tengo que mandar gente al Italo, a ver qué movimiento extraño vieron ellos o a quienes notaron merodeando por ahí cerca. Pediremos los rollos de las cámaras de seguridad, para estudiarlos”, continuó.
“Y mientras no descubramos a los culpables, tendremos que estar más alerta que nunca. Pues no me esperaba encontrarme hoy con esto. Me dejan ustedes preocupado”.
“Sí, nosotros también lo estamos, pero más que preocuparnos, tenemos que ocuparnos seriamente de este problema. Pero dinos Odín, ¿Qué querías contarnos esta mañana cuando nos llamaste?”
“Quería darles la buena noticia de que campanita y el pollo Rodríguez, ya están trabajando para los chinos. Los dieron en libertad, porque en realidad lo que tenían en contra era una tontería y de una vez la mafia de los chinos los captó. ¿Qué les parece?”
“¡Muy bueno!, eso mejora mucho el panorama. Es una noticia que nos alegra el día”
“Si sabía que les iba a alegrar mucho Uriel, ahora solo toca esperar que ellos nos contacten por sus propios medios, para no poner en riesgo la misión; ni la vida de los muchachos”.
“Claro, esperaremos con toda paciencia. Gracias nuevamente Odín, eres un extraordinario colaborador”
“No te apures socio, sabes que lo hago con gusto”
Valeria entro un momento a saludar a Odín.
“¿Cómo estás, Odín?, me alegra que nos visites, bienvenido”
“Gracias Valeria, eres muy amable. Estoy bien, pero no esperaba encontrarme con esta sorpresa”.
“Esta gente no hace, sino darle a una, sustos”.
“Hay mamá, no comiences..”.
Luego dirigiéndose al otro jefe de la mafia dijo:
“No se le puede dar cuerda, Odín, porque después, no la calla nadie”.
“Bueno, yo solo venía a preguntar, sí van a quedarse a almorzar”.
“Yo no Valeria, gracias, tengo otros compromisos que atender, y debo retirarme, pero gracias por la invitación”.
“Yo creo”, dijo Alejandro.
“Que nosotros tampoco. Voy para la casa a almorzar con Fabiana y supongo que Martín dirá lo mismo con la suya..”.
“¡No estás equivocado!”, contestó Martín.
“¿No vas a ir?”
“Sí, claro… dije que… no estás equivocado”
Al tiempo que soltaba la risa.
“¡Póngase serio, hombre!”
“Danos el aventón, Odín, para no hacer salir a papá. Tenemos que buscar el carro en el que andábamos ayer, en el estacionamiento del centro comercial”.
“No te preocupes, Martín, ya di orden de que lo retiren”
“Está bien papá, debí suponerlo”
Los hermanos Cruz llegaron a la hacienda, justo en hora del almuerzo. Las chicas ya estaban sentadas a la mesa.
“¡Hola todas!”, dijeron, mientras cada uno se dirigía a sus respectivas esposas para saludarlas de beso.
Julia respondió desde la cocina:
“Hola señores, bienvenidos, llegaron justo a tiempo para almorzar, acomódense por favor”.
La expresión de asombro en el rostro de Fabiana, fue más que evidente.
Quedó muda al ver a su esposo, con el brazo vendado. Al ver la reacción de su esposa, Alejandro se apresuró a calmarla:
“No te preocupes, mi amor, no es nada grave”.
“¿Y esa es toda la explicación que me puedes dar?”
Mientras tanto, Amalia y Martín cruzaron miradas.
Ella le preguntó:
“¿Qué pasó?”
Y él diciéndole.
“No te apures, te lo explicaré luego”.
“No, claro… tranquila… ayer en la tarde íbamos para la joyería, cuando de la nada nos hicieron un atentado. En la balacera, una bala, me alcanzó en el brazo. Eso es todo. Pero ya estoy bien. No hay problema”.
“¡Ay, Alejandro, eres increíble! te esfuerzas en minimizar un hecho que es verdaderamente grave. Un día cualquiera estás almorzando; me traen a mí en un cajón, y tú te asomas, y dices: ¡Ah, pero solo la mataron!, ¡Todo está bien, solo échenle unas paladas de tierra, y ya está!”
“¡Uff, no se puede contigo, Fabiana! ¡Todo lo exageras, lo llevas al extremo!”
“Entonces no me creas tonta, Alejandro, con la expresión no es nada grave; lo que quieres decirme es: tuve mucha suerte, no me mataron”
“Tienes razón, no te alteres, te hace daño a ti y al bebé. Esa fue la causa por la que no quise venir anoche, te hubieras desmayado, si me ves la camisa ensangrentada; no quería que formaras una escena”.
“¡Tengo derecho a formarla, Alejandro, sabes bien que no es por mi! ¡Ahora hay un ser de por medio que te necesita, y te necesita en toda tu capacidad vital!”
“Tienes toda la razón, amor, no volverá a repetirse, tranquila, estaremos muy alerta a partir de hoy”.
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