Un destino difuso
Capítulo 32

Capítulo 32:

“¿Cómo estás, Valeria?, me agrada mucho, verte, bienvenida”.

En seguida se dirigió a su suegro, con gesto de fría e indiferente cordialidad:

“¿Cómo está, Señor Uriel?”

Uriel, mirándola de frente, le preguntó sin tapujos.:

Y a mí. ¿No me das la bienvenida, Fabiana?

“Ah… si claro, Señor Uriel, sobra decirle que está usted en su casa..”.

Por último, con pasos lentos, como si le pesara cada pierna una arroba, estiró con desgano su mano para saludar a Odín Reyes.

“¿Cómo está, Señor Reyes?”

“¿Señor Reyes?, ¡Soy tu papá, Fabiana!, deberías tener la cordialidad de llamarme como lo que soy para ti, en realidad; así te duela y te disguste demasiado. ¡Hoy llegué a tu casa, y soy tu invitado!”

‘¿Mi invitado?’, pensó Fabiana.

‘¡Este sí está bien pelado! Por mi gusto, ¡Jamás lo hubiera vuelto a ver!’

Sin embargo, le respondió:

“Disculpe usted, Señor Reyes, pero no he tenido el tiempo suficiente, para acostumbrarme a llamarlo de otra forma”.

“¿Ah sí…? Pues has el deber de acostumbrarte a llamarme papá, porque eso es lo que soy para ti. ¡Tu papá!”

Fabiana pensó: ‘Pero este tipo, se acordó de que era papá como tardecito’

‘¡Me saca de quicio, tanta estupidez!’

Fabiana, sin decir nada más, fue a sentarse al lado de Valeria e ignoró cualquier otro comentario tóxico que la molestara en ese momento.

O era de esa forma, o su dominio propio le fallaría haciéndole pasar un mal rato.

Para ese momento ya Alejandro venía, con la charola de los tragos que repartió comedidamente; mientras los hombres hacían lo de siempre.

Enfrascarse en conversaciones, sobre sus propios intereses, parcializando de alguna manera la reunión, sin apenas darse cuenta.

Las dos mujeres, por su lado, hicieron lo propio.

Trataron de ponerse al día satisfaciendo sus curiosidades mutuas.

Valeria, tomando la mano de su nuera, le dijo con cariño:

“Dime querida ¿Cómo has estado, cómo te sientes?, te he pensado todos los días. Tan pronto escuché a Uriel que tenían un almuerzo con Odín, aquí en tu casa, me autoinvite. Me dije, no puedo perder esa oportunidad, porque quién sabe hasta cuándo vuelva a tener ocasión de ir a ver a Fabiana”, le dijo su suegra.

“Uriel siempre está ocupado y no le gusta dejarme salir sola; pone miles de peros. No atiende a ningún argumento, si quiero insistir sobre algo, terminamos en una pelea; prefiero evitar en lo posible, para tratar de llevar la fiesta en paz”.

Fabiana respondiendo con el mismo cariño al gesto de su suegra y comentó:

“Yo estoy bien, en línea general. He estado ocupada porque Alejandro se empeñó en que aprendiera a manejar un arma, y a decir verdad, en principio yo no quería, porque no veía la necesidad de tener un arma”, le confesó.

“Pero bueno, sea para bien o sea para mal; ahora me defiendo más o menos, estoy lejos de ser una experta, sigo practicando dos o tres veces a la semana. Y aprendí, porque tuve un buen maestro”, explicó.

“Hugo es un excelente entrenador y tiene carisma para enseñar, me tuvo bastante paciencia porque el miedo me comía..”.

Valeria abrió los ojos, sorprendida, y le comentó:

“¡Hay hija, no creo que te hayas atrevido!, eres valiente, yo nunca pude ni quise tomar un arma en mis manos, la cobardía me dominó. Además, pensé: Con Uriel y sus hombres tenemos de sobra. Ya hay mucha violencia a nuestro alrededor, para mi gusto. Es algo que vivimos en el día a día”.

“Yo también lo creo así, pero quien se enfrenta a la imponencia de estos hombres, a ellos les encanta que cuando ellos le dicen a una salte… una les pregunte solo ¿Hasta dónde?; sin chistar nada más”.

Por otro lado, padre e hijo, charlaban con Odín acerca de los acontecimientos acaecidos en días anteriores.

Comenzó Uriel diciendo:

“Estamos contentos de tenerte hoy con nosotros y poder compartir un rato, es difícil robarte un poquito de tu tiempo; siempre te encuentras muy ocupado, eso nos dice que tus negocios andan viento en popa”.

“Si Uriel, no puedo negártelo. Las cosas han salido bien de un tiempo para acá”

Y continúo diciendo sonriente:

“Parece que mi hija me ha traído buena vibra”

“Bueno… eso dicen, que la sangre nueva, las energías nuevas traen cambios buenos. Tenemos que renovarnos si no queremos quedarnos obsoletos”, dijo a manera de broma, Uriel.

Alejandro pensó dentro de sí.

‘Si es verdad, aunque me cueste admitirlo; pero esta mujer me está cambiando la vida. Antes nunca fui tan condescendiente con alguien; me estoy poniendo blandengue, debo tener cuidado…’

Y se unió a la conversación, diciendo:

“Debo admitir que a pesar de la perdida de dos de mis hombres, que considero un golpe bajo, y desde luego no lo dejo de lamentar; bueno… obviando este punto”, aclaró.

“También a nosotros nos ha ido bastante bien, es decir, ya en lo que se refiere a los negocios propiamente dichos. Esta semana hemos hecho varios recorridos, personalmente, a ciertos lugares que teníamos un tanto abandonados; porque los habíamos dejado en manos de los encargados y aunque venían haciendo bien el trabajo..”., expresó.

“No hay como chequearlos personalmente. Como dice el dicho: bajo el ojo del dueño, engorda el ganado».

“Si hombre, es duro perder a su gente, hombres jóvenes, en toda su plenitud, y más aún cuando se la han jugado hombro a hombro con uno, que son hombres fieles y preparados y sobre todo con temple, con las bo… bien puestas como dicen; esos son difíciles de reemplazar. Y me alegro mucho que les esté yendo de maravilla en los negocios”, comentó Odín.

“Pues ya estoy montado en eso… tengo a alguien que me está buscando gente joven, que tengan el perfil adecuado. Ya por ahí entrevistamos a unos, en los próximos días los iré trayendo en pequeños grupos, para que Hugo los evalúe a ver con que aptitudes cuentan; y según como vayan avanzando se les irá dando tareas pequeñas para que vayan perdiendo el miedo”.

“Si en esto no hay que descuidarse, hay que estar preparando hombres permanentemente, porque no podemos arriesgarnos a quedarnos solo con gente inexperta”, acoto Uriel.

Y continúo diciendo:

“Nosotros queríamos hablar personalmente contigo, para darte las gracias en nombre de la Familia Cruz; por la colaboración muy oportuna que nos diste, en el caso de este… tipo… del hijo de Roque”, continuó Uriel.

“Menos mal nos deshicimos pronto de esa rata de alcantarilla. Estaba bien escondido; sin tu ayuda y la de tu contacto, estuviéramos buscándolo todavía. El habernos deshecho de ese psicópata, nos suma tranquilidad”.

Odín, arrugando un poco la frente, entrecerrando los ojos y moviendo la cabeza ligeramente hacia un lado, en un claro gesto de desinterés, acotó:

“Ah… ¡No es nada, para eso están los amigos!, y bueno más que amigos socios y ahora familia. Cuando tenemos que echarnos la mano, ¡Pues aquí están las dos mías!”

Uriel, con leves movimientos afirmativos de cabeza y gesto de aprobación, respondió:

“¡Gracias, hermano!, no esperábamos menos viniendo de ti. También queríamos agradecerte el buen trabajo que hiciste en la recuperación de la cartera morosa. La decisión de dártela fue la mejor, nosotros estábamos a punto de hacer un desastre con esa porquería de gente… Nos tenían hartos con su sacadera de cu… para pagarnos y la sarta de mentiras”.

Y era la verdad porque ellos no tenían la paciencia que se requería para ese trabajito, hubieran matado a todo el mundo y perdido la platica.

“En varias oportunidades estuvimos a punto de dar la orden de dejar a uno 0 dos con la boca llena de moscas. Evitarnos ese problema no tiene precio, Odín”.

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