Un destino difuso
Capítulo 30

Capítulo 30:

Los hermanos prosiguieron su marcha, tomando una empinada calle, haciendo como que buscaban una dirección y entraron en forma totalmente casual a un pequeño local que funcionaba como salón de belleza y peluquería.

Allí se encontraron con una joven mujer a quien saludaron con efusivo abrazo, y la llamaron por su apodo de la chata.

Forma como aparentemente se le conocía a esta señora de mediana estatura, delgada, morena, de ojos negros, igual que el color de su cabello, el cual llevaba atado graciosamente sobre la nuca en forma de cola de caballo.

Se identificaba como dueña o administradora del negocio, por su traje, compuesto de una filipina de color gris plomo, con su respectivo logo de identificación, bordado en el pequeño bolsillo.

“Hola, Chatica, ¿Cómo estás, cómo sigue todo por aquí?”

“Hola patrón, ¿Cómo está?”, le contestó dirigiéndose específicamente a Alejandro.

Luego, volviendo a mirar, dijo:

“Martín, ¿Cómo está?, es un gusto volver a verles por aquí”.

Echando y vistazo a sus cabezas, les comentó.

“Supongo que se van a cortar el cabello, como de costumbre, ya se les ve abundante y larguito..”.

“Ah, sí, chata, claro que sí, eso sobra decirlo, comience conmigo que estoy más mechudo”, dijo Martín, sonriendo, e insistió en la pregunta que su hermano, había formulado al entrar.

“Pero dinos Chatica, ¿Cómo se porta la gente, que dicen, cómo va el trabajo?”

“Todo bien en línea general, no ha habido inconvenientes graves, por ahí tal cual choquecito que no falta; pero nada de que quejarme”

La mujer comenzó a rendir cuentas.

“Los muchachos trabajando juiciosos, cada cabeza controlando su grupo y ya como ustedes pudieron ver salieron a trabajar hace rato a sus lugares de reparto, y en la tarde pasan a entregarme cuentas y mercancía si les ha sobrado algo. Llevamos la misma rutina de siempre, tal cual como ustedes han ordenado que se haga”.

“Ya nos dimos cuenta, nos quedamos en la plaza y vimos y saludamos a unos por ahí. Estaban jugando a la pelota”, comentó Alejandro.

“Ah, sí, los chicos hacen su práctica de deporte, así se mantienen en forma y hacen su trabajo al mismo tiempo, sin ningún problema”, respondió la chata.

Mientras la muchacha acomodaba la capa sobre los hombros a Martín y remojaba su cabello, prosiguió con el comentario:

“Solo he comenzado a tener problemas con el ‘púho’, que desde la semana pasada no me ha entregado las cuentas exactas, dándome explicaciones ridículas que no encajan con la realidad”, explicó.

“Me da la impresión que está enredado en deudas de apuestas y está tomando dinero del negocio en forma abusiva. De esto no estoy segura del todo, solo lo digo porque sé que antes de trabajar con nosotros tenía deudas de ese tipo; pero ya le monte cacería con dos de sus compañeros, y me han dicho que lo ven subir tarde del negocio donde se juegan las apuestas y las carreras de caballos”.

Esta información a Alejandro no le gustó ni poco y haciendo un movimiento de cabeza miró a Martín significativamente.

Alejandro, moviendo negativamente la cabeza, atinó a comentar:

“Pues chata esto si está grave..”., suspiró.

“Lamentablemente, tenemos que sentar un precedente. No podemos dejar pasar por alto estos abusitos, porque se nos sube la gata a la batea. Hay que darle un escarmiento al hombre para que el virus del mal ejemplo no nos contamine a la manada..”.

“Pues jefe, a decir verdad, yo no hubiera querido decirles nada todavía, quería enfrentarlo yo misma, este fin de semana; pero ustedes se nos adelantaron, yo los esperaba como para el lunes o martes de la próxima semana. Pero en vista de que ya están aquí; sé que es mi deber decírselos, de lo contrario se me van a complicar a mí las cosas”.

La Chata conocía bien para quién trabajaba y ella no menos que quería era granjearse un problema, así que lo mejor era abrir la boca y contrario todo.

“Pero sin querer pecar de buena samaritana, les pido como favor personal, una segunda oportunidad para el búho. Sé que tiene familia… su mamá es una mujer mayor y su mujer tiene un niño pequeño; él ha trabajado bien hasta ahora, pero ese vicio, cuando lo agarra, lo domina y le hace perder la cabeza y hacer cosas que no convienen”.

“Pues te aseguro que la cabeza la va a perder, si no se acomoda ya. Por consideración a tu petición, y teniendo en cuenta, que es la primera vez que nos dices algo así; vamos a darle un chance de quince días. Espero que cuando volvamos ya este asuntito este resuelto por el bien de todos, dijo Alejandro.

“Si, amiga, este es un negocio y los negocios se hacen para ganar, no nos vayan a confundir con una casa de beneficencia. Aquí al que trabaja bien, se le paga bien y al que se resbala se le sanciona”, explica.

“¡Esas son las reglas!”, dijo Martín.

La chica sacó una cajetilla de cigarrillos del bolsillo lateral de su uniforme, con intensión de prender uno, pero antes le ofreció a Alejandro, quien con un gesto de desagrado lo rechazó contundentemente.

“¡No, gracias! Cuido mis pulmones, no consumo ninguna clase de sustancia nociva para la salud. Necesito tener mis cinco sentidos alertas. Mi único vicio, son mis perros y mis caballos de paso. Ah… y hacer deporte e ir al gimnasio siempre que tengo la oportunidad. Y perdona, pero abstente de fumar mientras estemos aquí, te lo agradecemos”.

“Sí, Chata, perdona, pero en cuanto a lo que respecta a la salud, somos celosos de lo que consumimos, nos gusta cuidarnos. Solo en las celebraciones consumimos un poco de licor, pero nunca hasta perder la cabeza como dices tú, y a veces una copa de vino con las comidas, nada más. Nuestro estilo de vida nos lo exige. Tenemos que estar al cien por ciento en todo momento. Ya para ese momento terminaba de atender a Martín, quien cerraba con su comentario, e invitaba a Alejandro a que tomara su turno en la silla de peluquería”.

Mientras lo preparaba, comentó Martín, mirándose al espejo:

“Mmm, me dejaste muy elegante, Chata, me gusta cómo me arreglas el cabello, por eso es que soy tu fiel cliente”.

Acto seguido, mientras se acomodaba en la silla y con gesto de curiosidad, comentó Alejandro:

“Mira Chata, escucho mucho movimiento y ruido de sirenas, ¿La policía está molestando mucho?”

La muchacha, con gesto de gravedad, con movimiento de cabeza afirmativo y abriendo un poco los ojos, respondió:

“Sí, patrón, de un tiempo para acá, están patrullando seguido, dizque porque hay mucha venta de metanfetaminas, pero no hay problema, todo está bajo control”.

“Ok, Chatica, pero hay que estar alerta, no podemos descuidarnos; como dice el dicho: camarón que se duerme se lo lleva la corriente. No queremos que nada nos estorbe; queremos seguir fluyendo como hasta el momento”.

Y levantando la vista, miró por el espejo a la mujer, preguntándole:

“¿Conseguiste los hombres que te dije?”

“Sí, le tengo siete que están muy interesados en trabajar para ustedes. Los seleccioné cuidadosamente, teniendo muy presente las características que usted me exigió. Son gente joven, poco estudio y de estrato bajo; vienen de familias muy pobres”, le dijo.

“Y por supuesto quieren aprender todos los gajes del oficio. Claro que son ustedes los que deciden, quién les conviene y quién no. La mayoría los busqué de entre las familias que ustedes han socorrido, en algunas oportunidades”.

“Perfecto Chata, por eso me gusta hacerte este tipo de encargos, tienes un buen criterio para escoger a la gente. ¿Les dijiste que nos vamos a reunir en la bodega del supermercado de Don Leo Acuña?”

“Sí, desde luego, Señor Alejandro; igual les advertí que vayan de dos y de a uno, como si fueran a comprar y se deslicen con toda cautela al fondo, hasta la bodega; y que cuando salgan unos, esperen unos minutos y entren los otros, que no se note el movimiento. No podemos correr riesgos innecesarios”

“Ah, perfecto. Coordinaste todo bien”.

“Te lo he dicho, hermano, la chica vale lo que pesa”, dijo riendo Martín.

La Chata, haciendo un gesto gracioso con su rostro, dijo rindo también.

“Pero será en oro o en millones de dólares, para no salir perdiendo, porque con el peso que tengo salgo robada”, dijo emitiendo sonora carcajada.

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