Un destino difuso
Capítulo 18

Capítulo 18:

“¡Claro que no volverá a suceder, eso te lo aseguro, me crees pendejo! ¡Espera noticias de mi parte y de parte de mis hijos y espero que no te escondas como una vil rata!”

“¡Mira Uriel, amigo… te juro que seré más cuidadoso, perdóname, no fue mi intención, yo no supe…!”

Con mirada turbia y un gesto de ira, Uriel descargó con fuerza el teléfono y dirigiéndose a la puerta de su oficina, llamó a dos de sus gorilas, diciéndoles:

“¡Ocúpense de Roque el joyero a la mayor brevedad, antes que el infeliz se nos esconda como lo que es, una rata!”

Uriel no dejaría cuentas sin saldar.

Esa lección la había aprendido bien al igual que sus hijos.

Alejandro no perdonaba una afrenta…

Antes de que sus lacayos salieran, Uriel les advirtió:

“¡Ah! Y hagan un trabajo limpio, no quiero moscas verdes merodeando por aquí ni haciendo preguntas… y no quisiera que me obligaran a cobrar la cuenta a su familia… ¡Muévanse!”

Los hombres de Uriel, le hicieron una venía por toda respuesta y examinando instintivamente si llevaban sus armas, salieron a toda prisa.

“¡Ven muchachos, aprendan de su padre!, así se cobran los errores, tenemos que pasar factura de inmediato… no se pueden dejar acumular las deudas. ¡El que la hace, la paga!”

“Si papá, bien que nos has enseñado a respetarnos y a que nos respeten y ese respeto nos lo hemos ganado a pulso”, comentó Martín.

“¡No volveremos a repetir la historia, como con la muerte de nuestra hermana!”

“¡No, no volveremos a repetirla jamás!, en aquella ocasión la sorpresa y el dolor nos descontroló y no reaccionamos a tiempo, cuando salimos de nuestro estupor, ya el asesino desgraciado de el piro, estaba fuera del país”, contestó Alejandro.

“Eres rápido papá, ya cayó el primer cerdo; ahora tendremos que colocarle la trampa al otro para sepultarlo en su chiquero. Al ¡Traidor! ¡Al sopión! Que osó meter las narices en nuestros asuntos… ¡Pobre de él, no vivirá para contarlo!”, Y se preguntó:

“¿Acaso no saben que no se deben meter con la Familia Cruz sin sufrir las consecuencias?”

Uriel, con actitud pensativa, comentó:

“No podemos andar confiados, alguien nos está respirando en la oreja, es momento de estar más unidos que nunca, no son pocos los enemigos que nos hemos ganado por la envidia, no han pasado por desapercibido nuestras recientes y estratégicas alianzas..”.

Reflexionó el viejo.

“La noticia de tu matrimonio con la hija de Odín Reyes se regó como pólvora, así que es hora de aprovechar sus contactos y sus influencias”.

Alejandro asintió con un movimiento de cabeza, bastantes preocupaciones que le causaba Fabiana metiendo la nariz donde no la habían llamado y husmeando en todo.

“Sé de buena fuente que algunos en el sindicato no han tenido tan buena suerte; supe que han tenido cuantiosas pérdidas por incautación de mercancías, la policía antinarcóticos y la gente de la aduana nos están pisando los talones. Nosotros nos hemos mantenido a flote, pero tenemos que estar alerta”, continuó.

“Llama a Odín, Alejandro, y pregúntale cómo va el cobro de los dineros morosos de esos jodidos comerciantes de San Felipe; que creen que vamos a seguir cuidándoles gratis… y a los que nos deben dinero por préstamos… Ah, y que les cobre con intereses para que dejen de vernos el rostro. Si no que nos avise para ponernos al frente”

“¡Ah, no, papá! Le daré tu recado, pero sin incluir la última parte, no vaya a ser que se nos caliente el suegro y nos mande pal carajo”, dijo Alejandro, divertido.

“Y en cuanto a aprovechar los contactos y las influencias de Odín, tenemos que hacerlo ya; sentarnos a hablar con él para que nos oriente sobre montar labores de inteligencia, primero para descubrir cuando el infeliz de el piro arriba al país, ¡Porque ese es hombre muerto!”, dijo lleno de odio.

“Y segundo, descubrir cuáles son las rutas de envío de los chinos porque estos animales, tendrán que tragarse su ambición y aprender por las malas, que ellos no comen solos; ¡Los demás también comemos!”

“En otro orden de ideas hijo, tu madre está interesada en conocer a Fabiana. Está molesta porque dice que todo esto del matrimonio se dio en forma atropellada, me reclama por qué no esperamos a que ella regresara de su tratamiento médico”, dijo Uriel torciendo los ojos, como dando a entender que realmente era una exageración de su mujer.

“Me reclamó que: ¡Qué diferencia había entre una semana más o una semana menos y otros argumentos que alega, porque déjame decirte que tu mamá no es histérica, sino histórica! Y para tranquilizarla yo le prometí llevarla almorzar el domingo a tu casa… tú dirás..”.

“¡Sí, papá, por favor! No hay inconveniente alguno, lleva a mamá el domingo y compartimos un asado en la piscina. Podemos pasar un buen rato en familia, de verdad que buena falta nos hace..”.

Un ruido en la habitación despertó a Fabiana un tanto sobresaltada aquella mañana, se estiró cuanto pudo a lo largo de su cama a fin de despertarse por completo y poder saber lo que pasaba; aguzó su oído y escuchó el sonido de la ducha; era su marido que se había levantado muy temprano, según su parecer.

“¿Qué se traerá entre manos este hombre hoy?”, pensó.

Ya Alejandro salía envuelto en una toalla y se dirigía hacia su vestidor.

“Disculpa amor, no quise despertarte, pero quiero salir a pasear mis perros, los tengo últimamente un poco descuidados y ellos necesitan el ejercicio tanto como yo. ¿Quieres acompañarme?”

“Uf… no sé, le tengo mucho temor a los perros; la verdad me parecen muy amenazantes. Me encanta correr, hacer ejercicio o deporte, pero creo diviértete con sus amigos caninos”.

“Si no tratas de vencer el miedo y haces lo posible por acercarte a ellos, nunca podrás llegar a conocerlos y a ganarte su amistad. ¡Vamos levántate! ¡Te espero!”

“Ayn no Alejandro, por favor, no me obligues..”.

“¡No puedes seguir siendo una niñita Fabiana! Ya ahora eres una mujer casada, aunque seas muy joven aún… pero he estado pensando que es necesario inclusive que aprendas a manejar un arma porque en nuestro medio es imprescindible que te sepas defender”.

“Pero Alejandro, si tú siempre me dejas al cuidado de uno o dos de tus hombres; además no me has dejado salir fuera de las fronteras de la hacienda. ¿Para qué quieres que yo aprenda a manejar algo tan peligroso y letal como un arma?, por lo demás no tengo el menor interés de hacerlo”

¡Claro, niña! ¿Qué crees que estamos rodeados de bellas personas? Este no es un mundo de fantasía, es el mundo real. Así como tenemos buenos aliados, también tenemos enemigos peligrosos de los que debemos cuidarnos en forma permanente; no podemos darles papaya”

“¿Qué harías si nos atacaran donde fuera?, aquí, en el auto, en un restaurante, en el cine… ¡Qué sé yo! ¿Dime qué harías?”

“Pues no sé… la verdad… nunca he estudiado defensa personal porque nunca vi la necesidad de hacerlo”, le respondió ella con ironía.

“¿Ves lo que quiero decirte? Cuando nuestros oponentes nos atacan, no lo hacen con balas de salva, te lo aseguro; ellos buscan hacernos el mayor daño posible. ¡Tiran a matar!”

“¡Me estás asustando de verdad! Perdóname Alejandro, sin ofender, pero no logro entender este estilo de vida. ¡Siempre estás atacando o defendiéndote! Parece que viviéramos en un mundo virtual, en un videojuego de combate y supervivencia”.

“¡Aja! Tal cual, como estás diciendo; eres imaginativa Fabiana. No tienes malicia, parece que te hubieran criado en una burbuja. Pero te aseguro que allá afuera hay violencia. Fabiana pensó con un sentimiento de rabia..”.

‘¡Aquí adentro también!’

Mientras pensaba esto, Fabiana saltó de la cama y dándose prisa salió corriendo al baño.

“He decidido ir contigo, voy a hacerte caso, desde hoy comenzaré a prepararme físicamente, no sé qué vas a hacer con tus perros para que me acepten… Pero como tú dices o venzo mis miedos o tendré que pensar en vivir en una cueva por el resto de mi vida..”.

“¡Así se habla! ¡Esa es la actitud!, por fin comenzamos a hablar el mismo idioma ¡Carajo!”, respondió Alejandro.

La mañana estaba fresca, comenzaban los primeros rayos solares y ya Alejandro estaba en la perrera saludando a sus compañeros de ejercicio matutino; mientras tanto, Fabiana se mantenía alerta y a prudente distancia.

“¡Hola, hola, hola, hola ¿Cómo están mis consentidos? ¡Vengan con papá!”, les decía mientras sobaba sus cabezas.

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