Un desconocido bebé -
Capítulo 128
Capítulo 128:
«Estás tan jodidamente bueno ahora mismo», dijo Sofía, mirándole a los ardientes ojos grises.
«¿Tengo tu permiso entonces?»
«¿Permiso para qué?»
«Tenerte para mí sola». Sofía tragó saliva.
«¿Me tratarás como a una reina?»
«No lo sé; nunca he hecho esto antes. Nunca he tratado a nadie como una reina, pero ciertamente puedo hacerte sentir como una diosa».
«¡Joder!» Sofía se encontró a horcajadas sobre él, sus manos alrededor de sus hombros, sus labios apretados contra los de él mientras susurraba esa palabra.
Se besaron lenta y apasionadamente.
Sergio se levantó y la colocó correctamente en el suelo.
Empezó a quitarle la camiseta y los calzoncillos mientras seguían besándose.
«Creo que el suelo está demasiado frío», murmuró Sergio.
«No, es perfecto», respondió Sofía arrullando.
Sergio le llevó la lengua al cuello, mordisqueando su suave piel.
Sofía gimió con fuerza.
«¿Estás seguro de que nadie entrará aquí?» Preguntó.
«Nadie se atreverá a entrar aquí», le aseguró Sergio mientras seguía chupando su suave carne.
Bajó hasta sus pechos, depositando suaves besos en su redonda carne.
Entonces se detuvo de repente para mirarla.
«¿Qué? preguntó Sofía, sonrojada.
«Eres muy grande», confesó Sergio.
Sofía sonrió y apartó la mirada.
Sergio le besó los dos pechos y luego le rodeó el capullo con la boca.
Sofía no pudo contener sus gemidos; cerró los ojos mientras la piel de gallina llenaba su cuerpo.
Sintió que se mojaba mientras él le chupaba y mordisqueaba el capullo izquierdo.
Soltó el izquierdo y tomó el derecho, lamiéndolo y chupándolo mientras Sofía gemía.
Le encantaba el sonido de sus gemidos.
Quería oír más, así que bajó hasta su núcleo, pero antes de hacer lo que tenía pensado, miró a Sofía.
Cuando estuvo seguro de que a ella no le importaba, llevó la lengua a su carne sonrosada y la lamió.
Sofía se estremeció cuando su lengua entró en contacto con su núcleo.
Ella se llevó la mano a la cabeza, sujetándolo con fuerza mientras él deslizaba su lengua sobre ella por segunda vez.
«Ser-gio», llamó, abrumada por el placer.
«¿Sí?» respondió Sergio, con voz ronca.
«Por favor… continúa», suplicó.
«¿Quieres que entre?»
«¡Sí, sí!» Sofía asintió con entusiasmo.
Sergio sonrió satisfecho.
«Quiero oírte suplicar otra vez», dijo mientras se bajaba los calzoncillos.
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