Un desconocido bebé
Capítulo 125

Capítulo 125:

Sofía no podía decir que no esperaba el beso.

La abrazó contra la pared, besándola posesivamente, como si dijera en serio cada palabra que había dicho antes.

Sin embargo, sus emociones no podían seguirle el ritmo.

Con fuerza, se apartó del beso y le dio una bofetada en la cara.

Uy.

Esa nunca fue su intención, pero las lágrimas rodaron por sus mejillas mientras él la besaba.

¿Qué es lo que quiere? ¿La quiere de verdad o sólo intenta alejarla de otros chicos?

Estaba jugando con sus sentimientos, sentimientos que ella misma no comprendía del todo.

El silencio envolvió la sala tras la reacción de Sofía.

Unos golpes en la puerta rompen la tensión.

«¿Hay alguien ahí?» Una voz llamó.

Sofía estaba a punto de contestar cuando oyó a Sergio decirle a la persona que se largara.

«Nunca juegues así con mis sentimientos, Sergio. Si me quieres, debes decirlo. Al menos soy lo suficientemente valiente para expresar mis sentimientos. Si no me quieres, entonces no vuelvas a besarme ni a decir esas palabras. Sí, en cierto modo te pertenezco; soy tu esclava. Pero no tienes derecho a besarme o follarme a tu antojo, al menos no sin mi permiso». Mientras hablaba, las lágrimas corrían por sus mejillas.

No era del tipo débil o excesivamente emocional, pero no podía dejar de llorar, por mucho que intentara contenerlo.

«Creo que quiero ir a dormir. Ya no me interesa cenar». Tras decir esto, salió del baño y se dirigió de nuevo al restaurante.

Recogió su bolso y salió hacia el garaje.

«¡Eh!» Llamó, llamando la atención de los guardias de seguridad.

«¿Dónde has aparcado el coche y dónde están las llaves?». Uno de los guardias le entregó las llaves del coche, abrió la puerta y subió.

«Le esperaré aquí dentro», murmuró, cerrando los ojos para no seguir llorando.

Unos minutos después, oyó abrirse la puerta del coche.

Fingió estar dormida para evitar hablar con él.

Era molesto.

¿Por qué la besó?

Le sintió salir a la calle y mantuvo los ojos cerrados hasta que llegaron a casa de Sergio.

«Deberías dejar de fingir y bajarte», murmuró Sergio mientras salía del coche.

Sofía abrió los ojos y miró alrededor del garaje.

Efectivamente, habían vuelto.

Sofía exhaló y salió del coche.

Es un hombre sin emociones.

¿Qué esperaba de él?

Una vez en su habitación, Sofía se quitó el vestido y se tumbó en la cama.

Su estómago rugió, recordándole que no había comido.

Ignorándolo, cerró los ojos.

Su teléfono empezó a sonar y ella contestó sin comprobar el identificador de llamadas.

Es mi madre o Rocco.

Cualquiera de los dos, supuso Sofía al coger la llamada.

«¿Hola?» Ella respondió.

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