Sus mil secretos -
Capítulo 411
Capítulo 411:
La muchacha llevaba un fascinante vestido blanco, que agradaba como un loto blanco al ondear con la gentil brisa.
A juzgar por su ostentosa apariencia, Arielle supuso que se trataba de Wendy.
Decidió ignorarla y marchó hacia su dormitorio.
Por desgracia, Wendy se adelantó y extendió la mano para detener a Arielle.
Ésta la miró con frialdad y le preguntó: «¿Qué quieres decir esta vez?».
Su apatía irritó a Wendy. Ésta rechinó los dientes mientras sacaba su teléfono, que estaba grabando su conversación. Miró a Arielle con desdén y se burló: «Arielle, a veces me impresiona de verdad tu desvergüenza. ¿Ahora actúas de forma virtuosa? ¿Para qué? Seducir a Vinson y Harvey no fue suficiente para ti, ¿así que ahora pones tus ojos en el presidente del consejo estudiantil? ¿Cómo conservas tanta energía para coquetear? ¿Estás coleccionando amantes de reserva? ¿Cuál es tu próximo objetivo? ¿Convertir a todos los hombres del mundo en tus novios de reserva?».
Al terminar su sarcasmo, Wendy miró a Arielle, anticipando que ésta la reprendiera con disgusto. Para su sorpresa, la expresión de Arielle seguía siendo tan indiferente como antes.
Desconcertada, Wendy se quedó con la boca abierta.
¿Qué está pasando? ¿Por qué no tiene ninguna reacción?
Sin inmutarse, Arielle preguntó con voz fría: «¿Has terminado? Voy a entrar si has terminado».
Sin intención de perder el tiempo con Wendy, Arielle pasó al instante junto a la primera y entró en el edificio.
Los gritos frustrados de Wendy sonaron detrás de ella. «¡Arielle! ¡Tú espera y verás! Algún día expondré definitivamente tu lado feo».
Sin inmutarse, Arielle se frotó las orejas sin aminorar el paso y siguió marchando hacia su habitación, dejando a la enfurecida Wendy mirando intensamente mientras detenía impacientemente su grabación.
¿Ni siquiera unas palabras tan desagradables pueden provocarla? ¿Qué debo hacer para exponerla ahora?
Arielle volvió a su habitación, que era la número 201.
Justo antes de abrir la puerta, pudo oír unos sollozos que provenían vagamente del interior, como si alguien estuviera ocultando deliberadamente su desesperación.
Por un momento, pensó que se había equivocado de habitación.
Por ello, dio un paso atrás y volvió a confirmar el número de la habitación. 201. Efectivamente, era su habitación. Sólo entonces abrió la puerta y entró.
Entró con cuidado, pero vio a una chica regordeta agachada junto a su cama, hundiendo la cabeza en sus dos brazos mientras lloriqueaba.
Preocupada, Arielle le preguntó gentilmente: «¿Estás bien?».
Al oír su voz, la chica dejó inmediatamente de sollozar. Avergonzada, se secó rápidamente las lágrimas y sacudió la cabeza mientras respondía: «Estoy bien. Tú, ¿Necesitas ir al baño? Si no, me ducharé».
Arielle puso una sonrisa tierna y dijo: «Adelante. Necesito arreglar mis cosas».
«De acuerdo. Entonces me ducharé». La chica cogió un pijama y se apresuró a ir al baño.
Arielle la vio alejarse nerviosamente. Al ver que la puerta del baño se cerraba, retiró la mirada.
Reconoció a la chica como la que había sorteado el desafortunado lote para actuar en el escenario.
Arielle se dirigió a su cama del desván, donde había una mesa de estudio justo debajo.
Se giró y miró a su alrededor, dándose cuenta por fin de que la habitación estaba limpia como una patena. Cuando volvió antes para cambiarse de ropa, era un caos, con basura esparcida por todas partes.
Sin duda, su compañera de piso debía de haberla ordenado.
Bajó la cremallera de su equipaje y descargó sus pertenencias, luego se quedó en silencio a la entrada del baño, esperando a la chica.
Mientras ésta limpiaba la habitación, ella pretendía devolverle su amabilidad.
Unos minutos después, la puerta se abrió.
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