Sus mil secretos
Capítulo 1778

Capítulo 1778:

«¡Pero yo no quiero eso!»

Arielle no esperaba que el general que tenía delante fuera tan directo. Era la primera vez que se veían y ya le había pedido que fuera su mujer.

¿Qué diablos? Puede que a él le parezca bien, ¡Pero a mí no!

«¿Qué acabas de decir?», preguntó Micah mientras miraba atónito a Arielle.

Era como si no pudiera creer lo que acababa de oír.

«He dicho que no quiero ser tu mujer», repitió Arielle.

La cálida sonrisa de la cara de Micah dio un vuelco al instante. No esperaba que la mujer que tenía delante fuera tan difícil. Por lo que a él respectaba, tenía suerte de que le gustara.

¿Cómo se atreve a rechazarme?

«¿Sabes quién soy? ¿Cómo te atreves a rechazarme así?», dijo Micah, lanzando dagas a Arielle mientras mostraba una expresión estoica en el rostro.

Exudaba un aura intimidatoria natural sin tener que poner una fachada.

«Me da igual quién seas. Mi respuesta sigue siendo la misma», respondió Arielle con calma mientras le miraba directamente a los ojos.

Micah la miró fijamente durante un buen rato antes de sonreír de repente. «Sí que eres atrevida».

Hacía tiempo que no conocía a una mujer tan desafiante como Arielle. Sin embargo, cuanto más se comportaba así, más le intrigaba.

Arielle se burló.

¿Desafiante? Esto no tiene nada que ver con la valentía. Sólo tengo confianza, eso es todo.

«¿Te has sentido mareado últimamente? ¿Te pitan los oídos? ¿Sientes la piel entumecida, y a veces tu pensamiento es lento?»

En cuanto Arielle dijo eso, la expresión del rostro de Micah cambió drásticamente. Se acercó y le agarró el cuello.

«¿Cómo sabías todo eso? ¿Quién te ha enviado aquí?», preguntó Micah en tono gélido.

En realidad, Arielle lo vio venir y podría haber esquivado el agarre de Micah, pero sólo pudo soportarlo para no exponer su propia identidad.

El poderoso agarre de Micah la hizo toser un poco, pero se las arregló para responder a su pregunta. «Soy médico».

¿Médico?

Micah aflojó el agarre y la miró con suspicacia. «¿Descubriste todo eso con sólo mirarme?».

Arielle asintió, sabiendo que Micah empezaba a creerla.

«Lo supe en cuanto te vi. Supongo que habrás consultado a muchos médicos a lo largo de los años para tratar tu enfermedad. No han podido curarte, ¿Verdad?». Micah permaneció en silencio.

Era cierto. Había consultado en secreto a muchos médicos y prácticamente había visitado todos los hospitales y clínicas del mundo. Sin embargo, no pudieron curarle, aunque sí diagnosticarle.

Quería un heredero, así que en los últimos años había estado tomando medicamentos para acondicionar sus funciones corporales.

«Déjame adivinar. No has tenido un hijo desde que tuviste a Lena. ¿No es cierto?», preguntó Arielle, con tono plácido pero firme. «Te ayudaré a preparar tu cuerpo para otro hijo y a potenciar tu fertilidad. Volverás a tener hijos. Pero, mi única condición es que no me toques».

Arielle no sabía si lo que decía acabaría persuadiendo a Micah, pero no importaba aunque fracasara. Después de todo, ella todavía tenía sus agujas plateadas con ella, así que si él se atrevía a tocarla, ella no dudaría en golpear.

Haría que nunca volviera a ser un hombre de verdad.

Micah vaciló al oír su oferta.

Para él, las mujeres eran pan comido. Sin embargo, las doctoras que podían curarle eran extremadamente raras. Y lo que era más importante, le impresionó que ella fuera capaz de diagnosticarle con sólo mirarle.

«¿Estás segura de que puedes curarme?», preguntó Micah, mirándola fijamente. «Si me mientes…».

«Nunca hago promesas que no pueda cumplir».

Aquella declaración indiferente de Arielle fue todo lo que necesitó para suscitar algo de confianza en Micah.

«De acuerdo. Aceptaré tus condiciones. No te tocaré, pero debes curarme», replicó Micah. Su mirada estaba llena de hostilidad mientras amenazaba: «Pero si fracasas…».

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